Carlitos tenía solamente 26 años, cuando dos balas de calibre 45 le arrebataron la vida. Aquel sábado, 28 de abril de 1979, conducía su automóvil por la avenida California en el barrio de Guaynabo de San Juan de Puerto Rico. Iba en camino a la casa de su mamá, cuando de repente sintió el fuerte ramalazo de otro carro que le pegó por detrás. El vehículo se posicionó a su lado, y los asesinos le dispararon varias veces. Una bala le penetró la cervical, causando que Carlos perdiera el control. Su auto se fue contra una banqueta, y se volcó. Uno de los asesinos se bajó, y le disparó a quemarropa. La bala fatal le penetró la frente y le destrozó el cerebro. Carlos llegó muerto al hospital.
Los asesinos de Carlos Múñiz Varela gozan de 31 años de impunidad. Protegidos por el gobierno de los Estados Unidos, confían que el FBI no contará lo mucho que sabe. El hijo de Carlos (también llamado Carlos Múñiz) dijo el año pasado que “el FBI sabe sobre los autores intelectuales del crimen y no han tomado acción”. Y el ex gobernador de Puerto Rico, le solicitó al FBI que le entregaran al Departamento de Justicia las pruebas que tienen sobre la conspiración del asesinato de Carlos. El silencio del FBI dice mucho.
Sabemos que la organización terrorista cubano-americana, Omega 7, se atribuyó la autoría del crimen poco después del asesinato. La estrecha relación de Omega 7 con la Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU) está bien establecida. El CORU fue fundada en junio de 1976 por terroristas de la talla de Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, Pedro Remón, Frank Castro y otros para asesinar, bombardear y aterrorizar a los cubanos y a esos que abogan por la normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Omega 7 pertenece a la agrupación terrorista CORU. Fue el CORU quien conspiró para asesinar al chileno Orlando Letelier en septiembre de 1976 en Washington, matar a las 73 personas a bordo de Cubana de Aviación 455 dos semanas después, secuestrar y asesinar a dos diplomáticos cubanos en Buenos Aires, y hacer estallar bombas contra varias instalaciones cubanas en América Latina. Su arma de guerra contra Cuba es el terror.
Carlitos, junto a su amigo Raúl Álzaga, fundó Viajes Varadero para facilitar las visitas de la emigración cubana a la isla. Inmediatamente, los terroristas atacaron a la agencia de viaje. Pusieron bombas y amenazaron a los dirigentes, pero Carlitos no se rajó. Fundó con varios emigrados la Brigada Antonio Maceo, organización de jóvenes emigrados cubanos, que construyó los primeros puentes entre Cuba y la comunidad cubana en el exterior.
Cuando lo asesinaron, Carlitos estaba en los preparativos finales para el segundo viaje de la Brigada Antonio Maceo a Cuba. Un viaje que se realizó sin él, tres meses después de su asesinato.
En memoria a Carlos, la Brigada bautizó el segundo contingente “Carlos Múñiz Varela”. Recuerdo muy bien el viaje, y la camiseta azul que llevaba su nombre y que orgullosamente traíamos puesta. Juntos desafiamos el terrorismo y honramos la memoria de nuestro hermano caído.
Ayer en el malecón habanero, Rene “el Residente”, del grupo musical Calle 13 traía puesta una camiseta con la foto de Carlitos. También tenía escrito en su espalda las palabras “recibimos flores y balas en un mismo corazón”. Esa frase es una versión del poema de Lola Rodríguez de Tió, que resume la vida y la muerte de Carlos Múñiz Varela: “Cuba y Puerto Rico son/ De un pájaro las dos alas/Reciben flores y balas/ Sobre el mismo corazón.”
René tenía solamente meses de vida cuando los asesinos mataron a Carlos Múñiz, pero Carlitos ha estado siempre presente en su memoria. El padre del joven músico, Reinaldo, había sido amigo de Carlitos, y se encargó de contarle a sus hijos la historia.
León Gieco dijo que “todo está clavado en la memoria, espina de la vida y de la historia”. La memoria es el arma de los muertos. Con la memoria combaten los amigos y familiares de Carlos Múñiz Varela. También combate con ella la familia de Fabio DiCelmo, el joven italiano asesinado en La Habana en 1997 por Luis Posada Carriles. Para combatir ese terrorismo llegan a Miami esos Cinco valientes cubanos. Tienen 12 años injustamente presos en los Estados Unidos, pero la memoria de su sacrificio está libre como el viento en la isla de Cuba.
La piedra en el camino hacia la justicia es Washington. Fue la CIA quien cultivó y entrenó a los asesinos. Fue la CIA quien les enseñó a mentir y a matar con tal de que derrocaran a la revolución cubana. El FBI lo sabe y lo encubre. Por eso, se rehúsa a extraditar a Posada Carriles, o a procesar a los asesinos de Carlos Múñiz. Washington es el verdadero responsable. Los que apretaron el gatillo y pusieron las bombas son sus simples monigotes.
Hoy el grupo Calle 13 hace una visita a la escuela primaria en la municipalidad de Bauta que lleva el nombre de Carlos Múñiz Varela. En Cuba, en estos días, Calle 13 le ha rendido honor a Carlitos. Han puesto su granito de arena para que las generaciones que nacieron después del asesinato de Carlitos tengan memoria de la vida de ese patriota cubano. Algún día sus asesinos tendrán que rendir cuentas por sus crímenes, porque, diría Gieco, “la memoria pincha hasta la sangre”.
tomado de www.cubadebate.cu
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