El último fin de semana, con la presencia de delegados provenientes de todas las regiones del país, se realizó la II Conferencia Nacional del Trabajo Educacional de nuestro Partido. Este evento ha sido la culminación de una intensa movilización, donde el conjunto del Partido se abocó al estudio de los documentos propuestos, a realizar mejoras y aportes, en un ambiente donde reinó la fraternidad y el espíritu de colaboración. Una vez aprobados los documentos ingresamos en una nueva fase que va a significar un serio esfuerzo por llevar a la práctica los acuerdos arribados. En los documentos, partiendo de la concepción marxista de la educación, se hace un estudio del proceso de la educación peruana, las contradicciones a resolver en el presente, la propuesta de una nueva educación articulada al proyecto nacional y orientada al socialismo, el papel que deben cumplir los comunistas en el ámbito educativo, y la necesidad de asumir un viraje en la conducción gremial en base a una actualización de los principios del sindicalismo clasista. En las próximas semanas estaremos haciendo público el documento final de la II Conferencia. A continuación publicamos un capítulo que es la base y la puerta de entrada de todo el documento.
NUESTRA CONCEPCIÓN DE LA EDUCACIÓN
La II Conferencia Educacional del Partido se propone reubicar el pensamiento y la actividad práctica del Partido en el ámbito de la educación, de la relación del Partido con los maestros y los educandos, la definición de la línea específica para el sector entendiéndola como un sistema integrado, en lugar de la visión estamental y fragmentada (separación de la educación formal, no formal, superior) hasta ahora subsistente, para colocarlos en la órbita del marxismo leninismo, de la línea general, y en el marco de sus tareas revolucionarias. La Primera Conferencia significó un avance importante, pero no fue suficiente para llevar a cabo la rectificación del trabajo del Partido en el sector. Recogiendo sus elementos positivos y los avances que representó, corresponde dar un paso adelante, partiendo de una posición crítica de lo actuado, pero sobre todo del reconocimiento del nuevo escenario que se abre hacia delante, de los retos que ello implica, de las tareas que nos corresponde asumir como partido revolucionario y transformador en las nuevas condiciones.
El VII Congreso del Partido sintetiza el andamiaje teórico y programático en el que se sustenta y desarrolla la II Conferencia Educacional. El socialismo es la meta histórica que nos proponemos alcanzar a través de fases y etapas secuentes (el Nuevo Curso, la Revolución Democrática y Antiimperialista) de manera ininterrumpida. Se propone “emancipar las fuerzas productivas y desarrollarlas incesantemente, liquidar toda forma de explotación del hombre por el hombre y de opresión de un pueblo por otro, eliminar la polarización social entre ricos y pobres y alcanzar la prosperidad común, garantizar la libertad, la democracia, junto a un elevado desarrollo cultural y espiritual y una nueva ética fundada en el servicio al pueblo…” Tal concepción del socialismo “coloca al ser humano en el centro de todo y convierte, por primera vez, al hombre en el único dueño de la sociedad” en íntima convivencia con el medio ambiente. Por consiguiente, no le corresponde ni es propósito de la IICE discutir los acuerdos congresales, sino más bien, partiendo de ellos, realizar desarrollos concretos y dar respuesta a los problemas planteados.
El marxismo cuenta con una concepción de la educación integral, que no se agota en las respuestas necesarias en el presente, tal por ejemplo el proyecto educativo nacional, ni en los límites que le impone el capitalismo. Nos referimos a la concepción socialista de la educación que incorpora en un todo: la escuela única que integra trabajo e instrucción, instrucción y educación, capacidad de dirigir y de producir, pensamiento y acción, teoría y práctica. En “Principios de comunismo”, Engels concebía la educación como derecho “de todos los niños del país…en establecimientos nacionales y a cargo de la nación”, que desterrará el “carácter unilateral y limitado que el régimen de división del trabajo imprime hoy al individuo”, promoviendo en su lugar “hombres íntegros, cuyas capacidades estén cultivadas en todos los aspectos”. Esta síntesis genial será desarrollada más tarde en el Manifiesto Comunista y otros textos de Carlos Marx y en la experiencia internacional del proletariado.
En el Manifiesto comunista se proclama “la educación pública y gratuita”, la “abolición del trabajo de éstos en las fábricas” y un “régimen de educación combinado con la producción material”. Más adelante, en El Capital, Cap. XIII, Marx escribe: “Del sistema fabril, que podernos seguir en detalle leyendo a Roberto Owen, brota el germen de la educación del porvenir, en la que se combinará para todos los chicos a partir de cierta edad el trabajo productivo con la enseñanza y la gimnasia, no sólo como método para intensificar la producción social, sino también como el único método que permite producir hombres plenamente desarrollados”. En otros términos, para ser plena la educación debe dejar atrás la división del trabajo que separa el trabajo físico del intelectual, cuya esencia consiste en la explotación capitalista y en la producción de plusvalía, entrando en contradicción la fuerza de trabajo, la situación social y la conciencia, pues la división del trabajo en las condiciones señaladas obstaculiza el desarrollo pleno del ser humano puesto que contrapone actividades espirituales y materiales, goce y trabajo, producción y consumo”.
En la sociedad socialista, acota Engels en el Anti Duhring, “el trabajo y la educación van unidos para asegurar una formación técnica multilateral y un fundamento práctico de la instrucción científica”. Esta integralidad permite que la educación vincule el trabajo productivo con la educación mental y física, además de la estética, y debe ser además laica, universal, gratuita, única, de exclusiva responsabilidad del Estado, que brinde oportunidades iguales a todos. Una concepción tal de la educación y de la escuela, debe necesariamente transformarse de escuela libresca en una escuela de trabajo y de la producción, indispensable para la plena realización de la persona.
.- Esta escuela realmente nueva no puede desarrollarse sino en lucha con la escuela engendrada por el capitalismo basada en la división del trabajo, la separación del trabajo manual e intelectual, la fragmentación del conocimiento, la exclusión, y ahora su mercantilización con el neoliberalismo, que arraiga el individualismo, el autoritarismo, la deshumanización. Esta escuela única deberá tener, si nos atenemos a los postulados de Gramsci, “dos fases: una de carácter humanístico, formativo, de cultura general en las que las capacidades del trabajo intelectual y manual se armonizarán, y una segunda fase en la que se desarrollarán los valores fundamentales del humanismo, la autodisciplina intelectual y la autonomía moral necesarias para la posterior especialización científica, técnica o productiva” ( Jesús Palacios, “La educación en el siglo XX”).
La educación, de otro lado, no puede estar separada de la economía. Así como es la base económica de la sociedad dada será también la superestructura sobre ella levantada, independientemente de que ésta influya sobre aquella. Dentro del régimen de producción y explotación capitalista, aún siendo estatal la educación servirá a la reproducción del mismo. En el Manifiesto Comunista Marx responde a la acusación cínica de que el comunismo sustituye la “educación doméstica por la educación social”: “Y vuestra educación, ¿no está también determinada por la sociedad, por las condiciones sociales en que educáis a vuestros hijos, por la intervención directa o indirecta de la sociedad a través de la escuela, etc.? Los comunistas no han inventado esta ingerencia de la sociedad en la educación, no hacen más que cambiar su carácter y arrancar la educación de la influencia de la clase dominante”. Este sello de clase será inevitable mientras permanezcan las clases y las contradicciones de clase. Allí donde domina el capital, como los hechos lo demuestran, una educación para todos y al servicio de todos, es una ilusión. Sólo en el socialismo, donde el interés no es la ganancia sino el servicio a la sociedad, al pueblo, la educación será una herramienta de liberación, permitiendo la emancipación de las relaciones sociales de explotación, de la enajenación, el libre desenvolvimiento personal.
El carácter clasista de la educación deriva de los intereses que están detrás de ella. En la sociedad de clases las ideas, también la educación, tienen un contenido de clase. No nada hay de sorprendente en el hecho de que las ideas de las clases dominantes sean también las ideas dominantes en cada época, y que las ideas nuevas o subordinadas deban desarrollarse en lucha contra ellas. Ocurre otro tanto en el ámbito de la educación, sobre la cual influyen además las condiciones concretas del desarrollo alcanzado por la humanidad. La educación emergente sea formal, informal o superior responde a las condiciones de su tiempo y a los intereses de las clases o fracciones de clase que aspiran a sustituir el sistema social decadente. En ese sentido debe ser parte fundamental de las fuerzas que trabajan por el cambio social, uno de sus componentes más importantes en el ámbito de las ideas. Este conflicto es expresión de la lucha de clases presente en la sociedad, demostrando con ello que la educación no asume un rol ambiguo, menos aún incoloro o amorfo.
En ese sentido la educación debe ser un factor fundamental en la lucha por el cambio social. Debe contribuir al despertar de la conciencia del pueblo sobre su necesidad, asumir un papel crítico de lo viejo, y fortalecer las tradiciones democráticas, patrióticas, solidarias, humanistas, en confrontación con las ideas conservadoras y atrasadas. La educación, en suma, está en condiciones de acompañar y acelerar ese desarrollo y ese cambio, “pero no es la encargada de desencadenarlo y hacerlo triunfar” (La educación en el siglo XX).
Las revoluciones técnicas producidas a lo largo de los dos últimos siglos, en particular la actual revolución técnica y científica, han originado cambios importantes en todos los ámbitos, incluyendo la educación. Con el ingreso a la era del conocimiento se puede decir que la ciencia y la tecnología se han convertido en la fuerza productiva primaria y los recursos humanos, es decir el personal altamente calificado, el elemento básico en la construcción de la sociedad del conocimiento. La invención y el uso del motor de vapor, patentado en 1769, condujeron a la humanidad a la edad de las maquinarias. Desde finales del siglo XIX a inicios del XX, se inventaron el generador de energía y el motor, lo que marcó la entrada de las fuerzas productivas sociales en la edad de la electricidad. Los impactos más profundos de mediados del siglo XX para la economía y la sociedad llegaron con la tecnología de la energía atómica, la computación y la investigación espacial. Hoy, la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados. La innovación científico-tecnológica se ha convertido en una fuerza dominante en el desarrollo económico y social. Esta es la razón por la cual no se puede entender la educación como un factor pasivo, sino como un recurso fundamental sin el cual las sociedades atrasadas como la nuestra no tienen futuro y están condenadas a la inviabilidad. Lo singular del mundo de hoy es que el desarrollo es conocimiento y el conocimiento, a su vez, desarrollo. Las prioridades de recursos para el desarrollo, a diferencia del pasado, se han invertido. Ya no se encentran en las riquezas naturales, sino sobre todo en el conocimiento que tengan los pueblos, por lo tanto más que en la enseñanza la escuela habrá de de ser una organización que aprende, con muchas potencialidades técnicas a su favor, y donde el conocimiento y la innovación no tienen fin.
Con la hegemonía de los sectores más conservadores y reaccionarios del capital, impulsores del neoliberalismo, la educación se convierte en mercancía barnizado de “servicio”, en privilegio para uno y en exclusión para otros, en expresión de oscurantismo e irracionalismo, trayéndose abajo incluso viejas conquistas liberales como el laicismo o la escuela pública, y con ella el abandono o la dejación de derechos fundamentales de la persona. La educación debe ser entendida como un derecho humano fundamental que el Estado está en la obligación de garantizar a toda persona: una educación universal, única, de calidad, gratuita; además, democrática, patriótica, científica y solidaria.
La conquista del pan, en feliz expresión de Mariátegui, debe ir acompañada de la conquista del espíritu, de la belleza, de las complacencias más altas del ser humano. Un pueblo culto, con elevados ideales, con fuertes raíces en su heredad histórica, abierto al mundo desde su realidad, dispuesto al cambio y la innovación, con sentido de dignidad, será el resultado de la educación entendida en su integridad. La crisis de la educación peruana, el rebajamiento de su calidad, su ausencia de horizonte, pero sobre todo el abandono de que es víctima por parte de quienes detentan el poder y asumen responsabilidades de gobierno, explican el enorme deterioro en que se encuentra.
El gran cambio económico, político y social que la sociedad peruana demanda para salir del atraso, la dependencia, la pobreza, la exclusión, tendrá en la educación un pilar fundamental. Es en ese sentido que se puede hablar de la necesidad de abrir paso a una verdadera revolución educativa, indispensable para completar aquellos objetivos. Visto así no es un frente de batalla secundario, ni se agota en la coyuntura, menos en los marcos de la lucha por reivindicaciones económicas o profesionales legítimas, pero del todo insuficientes. El largo camino hacia la emancipación del trabajo y de la realización del socialismo, siendo aparentemente distante, en realidad comienza hoy abriendo camino a las tareas del presente, en cuyo centro está la lucha por una Nueva República.
Vale la pena recoger unas expresiones recientes del Comandante Fidel Castro, cuya valoración de la educación y la cultura en estos tiempos no es exagerada: “…Después de una larga vida de luchas y experiencias y de haber visto la evolución de nuestro mundo durante casi medio siglo hasta llegar a la dramática situación de los 6500 millones de habitantes del planeta, albergo la más absoluta convicción de que solo la educación podrá salvar nuestra especie. Esta es la única que ha recibido el excepcional privilegio de una fabulosa inteligencia con capacidad de crear los más inimaginables valores y de transmitir y actuar de acuerdo con ellos, sin los cuales el ser humano no sería más que un producto ciego de las leyes de la naturaleza, lleno de instintos e impulsos, que no merecería jamás el calificativo de hombre. …Si no llegamos a ser seres humanos en el más cabal sentido de la palabra, nuestra especie no podrá sobrevivir. La tarea de ustedes, y de los que piensen como ustedes y nosotros, es consagrarnos con todas nuestras fuerzas a lograr esos objetivos. Tal propósito define el sentido de nuestra Batalla de Ideas y explica nuestros ingentes esfuerzos por crear una cultura general integral en nuestro pueblo, como algo de lo cual ninguna comunidad humana podrá prescindir”.
NUESTRA CONCEPCIÓN DE LA EDUCACIÓN
La II Conferencia Educacional del Partido se propone reubicar el pensamiento y la actividad práctica del Partido en el ámbito de la educación, de la relación del Partido con los maestros y los educandos, la definición de la línea específica para el sector entendiéndola como un sistema integrado, en lugar de la visión estamental y fragmentada (separación de la educación formal, no formal, superior) hasta ahora subsistente, para colocarlos en la órbita del marxismo leninismo, de la línea general, y en el marco de sus tareas revolucionarias. La Primera Conferencia significó un avance importante, pero no fue suficiente para llevar a cabo la rectificación del trabajo del Partido en el sector. Recogiendo sus elementos positivos y los avances que representó, corresponde dar un paso adelante, partiendo de una posición crítica de lo actuado, pero sobre todo del reconocimiento del nuevo escenario que se abre hacia delante, de los retos que ello implica, de las tareas que nos corresponde asumir como partido revolucionario y transformador en las nuevas condiciones.
El VII Congreso del Partido sintetiza el andamiaje teórico y programático en el que se sustenta y desarrolla la II Conferencia Educacional. El socialismo es la meta histórica que nos proponemos alcanzar a través de fases y etapas secuentes (el Nuevo Curso, la Revolución Democrática y Antiimperialista) de manera ininterrumpida. Se propone “emancipar las fuerzas productivas y desarrollarlas incesantemente, liquidar toda forma de explotación del hombre por el hombre y de opresión de un pueblo por otro, eliminar la polarización social entre ricos y pobres y alcanzar la prosperidad común, garantizar la libertad, la democracia, junto a un elevado desarrollo cultural y espiritual y una nueva ética fundada en el servicio al pueblo…” Tal concepción del socialismo “coloca al ser humano en el centro de todo y convierte, por primera vez, al hombre en el único dueño de la sociedad” en íntima convivencia con el medio ambiente. Por consiguiente, no le corresponde ni es propósito de la IICE discutir los acuerdos congresales, sino más bien, partiendo de ellos, realizar desarrollos concretos y dar respuesta a los problemas planteados.
El marxismo cuenta con una concepción de la educación integral, que no se agota en las respuestas necesarias en el presente, tal por ejemplo el proyecto educativo nacional, ni en los límites que le impone el capitalismo. Nos referimos a la concepción socialista de la educación que incorpora en un todo: la escuela única que integra trabajo e instrucción, instrucción y educación, capacidad de dirigir y de producir, pensamiento y acción, teoría y práctica. En “Principios de comunismo”, Engels concebía la educación como derecho “de todos los niños del país…en establecimientos nacionales y a cargo de la nación”, que desterrará el “carácter unilateral y limitado que el régimen de división del trabajo imprime hoy al individuo”, promoviendo en su lugar “hombres íntegros, cuyas capacidades estén cultivadas en todos los aspectos”. Esta síntesis genial será desarrollada más tarde en el Manifiesto Comunista y otros textos de Carlos Marx y en la experiencia internacional del proletariado.
En el Manifiesto comunista se proclama “la educación pública y gratuita”, la “abolición del trabajo de éstos en las fábricas” y un “régimen de educación combinado con la producción material”. Más adelante, en El Capital, Cap. XIII, Marx escribe: “Del sistema fabril, que podernos seguir en detalle leyendo a Roberto Owen, brota el germen de la educación del porvenir, en la que se combinará para todos los chicos a partir de cierta edad el trabajo productivo con la enseñanza y la gimnasia, no sólo como método para intensificar la producción social, sino también como el único método que permite producir hombres plenamente desarrollados”. En otros términos, para ser plena la educación debe dejar atrás la división del trabajo que separa el trabajo físico del intelectual, cuya esencia consiste en la explotación capitalista y en la producción de plusvalía, entrando en contradicción la fuerza de trabajo, la situación social y la conciencia, pues la división del trabajo en las condiciones señaladas obstaculiza el desarrollo pleno del ser humano puesto que contrapone actividades espirituales y materiales, goce y trabajo, producción y consumo”.
En la sociedad socialista, acota Engels en el Anti Duhring, “el trabajo y la educación van unidos para asegurar una formación técnica multilateral y un fundamento práctico de la instrucción científica”. Esta integralidad permite que la educación vincule el trabajo productivo con la educación mental y física, además de la estética, y debe ser además laica, universal, gratuita, única, de exclusiva responsabilidad del Estado, que brinde oportunidades iguales a todos. Una concepción tal de la educación y de la escuela, debe necesariamente transformarse de escuela libresca en una escuela de trabajo y de la producción, indispensable para la plena realización de la persona.
.- Esta escuela realmente nueva no puede desarrollarse sino en lucha con la escuela engendrada por el capitalismo basada en la división del trabajo, la separación del trabajo manual e intelectual, la fragmentación del conocimiento, la exclusión, y ahora su mercantilización con el neoliberalismo, que arraiga el individualismo, el autoritarismo, la deshumanización. Esta escuela única deberá tener, si nos atenemos a los postulados de Gramsci, “dos fases: una de carácter humanístico, formativo, de cultura general en las que las capacidades del trabajo intelectual y manual se armonizarán, y una segunda fase en la que se desarrollarán los valores fundamentales del humanismo, la autodisciplina intelectual y la autonomía moral necesarias para la posterior especialización científica, técnica o productiva” ( Jesús Palacios, “La educación en el siglo XX”).
La educación, de otro lado, no puede estar separada de la economía. Así como es la base económica de la sociedad dada será también la superestructura sobre ella levantada, independientemente de que ésta influya sobre aquella. Dentro del régimen de producción y explotación capitalista, aún siendo estatal la educación servirá a la reproducción del mismo. En el Manifiesto Comunista Marx responde a la acusación cínica de que el comunismo sustituye la “educación doméstica por la educación social”: “Y vuestra educación, ¿no está también determinada por la sociedad, por las condiciones sociales en que educáis a vuestros hijos, por la intervención directa o indirecta de la sociedad a través de la escuela, etc.? Los comunistas no han inventado esta ingerencia de la sociedad en la educación, no hacen más que cambiar su carácter y arrancar la educación de la influencia de la clase dominante”. Este sello de clase será inevitable mientras permanezcan las clases y las contradicciones de clase. Allí donde domina el capital, como los hechos lo demuestran, una educación para todos y al servicio de todos, es una ilusión. Sólo en el socialismo, donde el interés no es la ganancia sino el servicio a la sociedad, al pueblo, la educación será una herramienta de liberación, permitiendo la emancipación de las relaciones sociales de explotación, de la enajenación, el libre desenvolvimiento personal.
El carácter clasista de la educación deriva de los intereses que están detrás de ella. En la sociedad de clases las ideas, también la educación, tienen un contenido de clase. No nada hay de sorprendente en el hecho de que las ideas de las clases dominantes sean también las ideas dominantes en cada época, y que las ideas nuevas o subordinadas deban desarrollarse en lucha contra ellas. Ocurre otro tanto en el ámbito de la educación, sobre la cual influyen además las condiciones concretas del desarrollo alcanzado por la humanidad. La educación emergente sea formal, informal o superior responde a las condiciones de su tiempo y a los intereses de las clases o fracciones de clase que aspiran a sustituir el sistema social decadente. En ese sentido debe ser parte fundamental de las fuerzas que trabajan por el cambio social, uno de sus componentes más importantes en el ámbito de las ideas. Este conflicto es expresión de la lucha de clases presente en la sociedad, demostrando con ello que la educación no asume un rol ambiguo, menos aún incoloro o amorfo.
En ese sentido la educación debe ser un factor fundamental en la lucha por el cambio social. Debe contribuir al despertar de la conciencia del pueblo sobre su necesidad, asumir un papel crítico de lo viejo, y fortalecer las tradiciones democráticas, patrióticas, solidarias, humanistas, en confrontación con las ideas conservadoras y atrasadas. La educación, en suma, está en condiciones de acompañar y acelerar ese desarrollo y ese cambio, “pero no es la encargada de desencadenarlo y hacerlo triunfar” (La educación en el siglo XX).
Las revoluciones técnicas producidas a lo largo de los dos últimos siglos, en particular la actual revolución técnica y científica, han originado cambios importantes en todos los ámbitos, incluyendo la educación. Con el ingreso a la era del conocimiento se puede decir que la ciencia y la tecnología se han convertido en la fuerza productiva primaria y los recursos humanos, es decir el personal altamente calificado, el elemento básico en la construcción de la sociedad del conocimiento. La invención y el uso del motor de vapor, patentado en 1769, condujeron a la humanidad a la edad de las maquinarias. Desde finales del siglo XIX a inicios del XX, se inventaron el generador de energía y el motor, lo que marcó la entrada de las fuerzas productivas sociales en la edad de la electricidad. Los impactos más profundos de mediados del siglo XX para la economía y la sociedad llegaron con la tecnología de la energía atómica, la computación y la investigación espacial. Hoy, la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados. La innovación científico-tecnológica se ha convertido en una fuerza dominante en el desarrollo económico y social. Esta es la razón por la cual no se puede entender la educación como un factor pasivo, sino como un recurso fundamental sin el cual las sociedades atrasadas como la nuestra no tienen futuro y están condenadas a la inviabilidad. Lo singular del mundo de hoy es que el desarrollo es conocimiento y el conocimiento, a su vez, desarrollo. Las prioridades de recursos para el desarrollo, a diferencia del pasado, se han invertido. Ya no se encentran en las riquezas naturales, sino sobre todo en el conocimiento que tengan los pueblos, por lo tanto más que en la enseñanza la escuela habrá de de ser una organización que aprende, con muchas potencialidades técnicas a su favor, y donde el conocimiento y la innovación no tienen fin.
Con la hegemonía de los sectores más conservadores y reaccionarios del capital, impulsores del neoliberalismo, la educación se convierte en mercancía barnizado de “servicio”, en privilegio para uno y en exclusión para otros, en expresión de oscurantismo e irracionalismo, trayéndose abajo incluso viejas conquistas liberales como el laicismo o la escuela pública, y con ella el abandono o la dejación de derechos fundamentales de la persona. La educación debe ser entendida como un derecho humano fundamental que el Estado está en la obligación de garantizar a toda persona: una educación universal, única, de calidad, gratuita; además, democrática, patriótica, científica y solidaria.
La conquista del pan, en feliz expresión de Mariátegui, debe ir acompañada de la conquista del espíritu, de la belleza, de las complacencias más altas del ser humano. Un pueblo culto, con elevados ideales, con fuertes raíces en su heredad histórica, abierto al mundo desde su realidad, dispuesto al cambio y la innovación, con sentido de dignidad, será el resultado de la educación entendida en su integridad. La crisis de la educación peruana, el rebajamiento de su calidad, su ausencia de horizonte, pero sobre todo el abandono de que es víctima por parte de quienes detentan el poder y asumen responsabilidades de gobierno, explican el enorme deterioro en que se encuentra.
El gran cambio económico, político y social que la sociedad peruana demanda para salir del atraso, la dependencia, la pobreza, la exclusión, tendrá en la educación un pilar fundamental. Es en ese sentido que se puede hablar de la necesidad de abrir paso a una verdadera revolución educativa, indispensable para completar aquellos objetivos. Visto así no es un frente de batalla secundario, ni se agota en la coyuntura, menos en los marcos de la lucha por reivindicaciones económicas o profesionales legítimas, pero del todo insuficientes. El largo camino hacia la emancipación del trabajo y de la realización del socialismo, siendo aparentemente distante, en realidad comienza hoy abriendo camino a las tareas del presente, en cuyo centro está la lucha por una Nueva República.
Vale la pena recoger unas expresiones recientes del Comandante Fidel Castro, cuya valoración de la educación y la cultura en estos tiempos no es exagerada: “…Después de una larga vida de luchas y experiencias y de haber visto la evolución de nuestro mundo durante casi medio siglo hasta llegar a la dramática situación de los 6500 millones de habitantes del planeta, albergo la más absoluta convicción de que solo la educación podrá salvar nuestra especie. Esta es la única que ha recibido el excepcional privilegio de una fabulosa inteligencia con capacidad de crear los más inimaginables valores y de transmitir y actuar de acuerdo con ellos, sin los cuales el ser humano no sería más que un producto ciego de las leyes de la naturaleza, lleno de instintos e impulsos, que no merecería jamás el calificativo de hombre. …Si no llegamos a ser seres humanos en el más cabal sentido de la palabra, nuestra especie no podrá sobrevivir. La tarea de ustedes, y de los que piensen como ustedes y nosotros, es consagrarnos con todas nuestras fuerzas a lograr esos objetivos. Tal propósito define el sentido de nuestra Batalla de Ideas y explica nuestros ingentes esfuerzos por crear una cultura general integral en nuestro pueblo, como algo de lo cual ninguna comunidad humana podrá prescindir”.