martes, 29 de junio de 2010

La resistencia hondureña, viva a pesar de la fuerte represión

Marchan por una Asamblea constituyente

Arturo Cano
Enviado





Tegucigalpa, 28 de junio.
Hace un año los militares lanzaban gases y tiros en las inmediaciones de la casa presidencial. Hoy, todos los accesos están fuertemente custodiados, pero los soldados, unos con armas largas y otros con garrotes y escudos, se mantienen en sus sitios mientras miles de miembros de la resistencia les gritan “¡asesinos, asesinos!” Los militares no se mueven. Aguantan ahí. La segunda fila con armas largas, pero la primera con garrotes y escudos que revelan que no han comenzado a fluir los 20 millones de dólares prometidos por Estados Unidos a las fuerzas armadas de este país. Los escudos antimotines de varios están hechos de trozos de barriles de plástico. Les echaron una manita de pintura, pero a fuerza de tanto uso durante el último año ya sólo les quedan rastros.

La marcha es la más grande que el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) ha logrado convocar en meses. “Esto es una prueba de que estamos vivos, de que a pesar de todos los ataques, de la represión, no han podido parar a este pueblo”, expresa el dirigente campesino Rafael Alegría, recién desempacado de Detroit, adonde asistió a las sesiones del Foro Social Mundial.

Los escudos de barril son sólo una imagen que ilustra un país que vive de emergencia en emergencia. Si no son las lluvias es la inseguridad pública, el índice de asesinatos, por ejemplo, que está entre los más altos del mundo. Y si no es el semanal aumento a la gasolina, sin que el salario mínimo se haya movido desde que Zelaya fue echado del poder, es la epidemia de dengue. “Este año la campaña de prevención brilló por su ausencia”, dice una trabajadora de la salud, mientras toma aire luego de cansarse de gritar: “¡Estudiar, aprender, para chepo nunca ser!”
La columna hace una escala en el auditorio donde se instala una comisión internacional que indagará sobre las violaciones a los derechos humanos desde el golpe de Estado. Luego las banderas, los tambores y las mantas se van a los bajos del Congreso, donde un grupo de profesores despedidos cumple 33 días en huelga de hambre.

Rasel Tomé, uno de los “liberales en resistencia”, se encarga de leer un mensaje que el ex presidente José Manuel Zelaya envía desde República Dominicana: “Todo indica que el golpe fue planificado en la base militar de Palmerola por el comando sur de Estados Unidos y ejecutado torpemente por malos hondureños”.

Los marchistas lanzan vivas a cada frase. “Los autores intelectuales de este crimen obedecen a una asociación ilícita de los viejos halcones de Washington con hondureños, propietarios de capitales y sus socios de subsidiarias norteamericanas y agencias financieras”.

“Ésta es mi lucha.” Zelaya conecta con su base: “Nunca me rindo y la única salida para Honduras es una nueva concertación para el diálogo político, para que el pueblo convoque a la constituyente”.

Rasel Tomé lo dice de este modo a La Jornada: “Tenemos tres objetivos: el retorno de Manuel Zelaya, la asamblea nacional constituyente y la toma del poder”. Y no se le saca de ahí, aunque se le pregunte con qué instrumento, y si Zelaya y sus seguidores liberales se ven todavía en el Partido Liberal que, hasta ahora, encabeza todavía Roberto Micheletti.

Sin la carga de ser dirigente política, pero muy activa y conocida en la resistencia, la cantante Karla Lara lo pone de otro modo: “La constituyente es el horizonte, algo allá lejos. En los primeros meses tras el golpe todo era muy claro: el rechazo al golpe de Estado. Pero estos tiempos son muy difíciles para la resistencia, aunque todo esto ha servido para que la gente se organice. Antes del golpe aquí no se podía hablar de tendencia de izquierda. ¿Qué era eso? La cultura política se reducía a ser liberal o nacionalista. Ahora, por lo menos, ya se acepta la palabra izquierda”.

Difícil la palabra izquierda, sí. La anécdota la cuenta un productor de televisión que estuvo con Zelaya la noche anterior al golpe de Estado. Por ahí, en el estudio, se apareció la canciller Patricia Rodas y comenzó a opinar sobre lo que había que poner en la pantalla. Zelaya la paró y aprovechó para reclamarle: “Te dije que invitaras gente destacada de todo el mundo (a la consulta de la cuarta urna) y me trajiste una bola de ñángaras”.

La palabra, acuñada según la leyenda por un dictador militar de los muchos que tuvo Honduras, se usa para referirse despectivamente a los militantes de izquierda. Hasta Zelaya la usaba, vaya.
Así que probablemente sí hay avance.

Sigan orando

En varias ocasiones, Porfirio Lobo ha hablado de un eventual retorno de Manuel Zelaya, siempre con el resultado de que las fuerzas golpistas se le van encima. “Al presidente lo acusan de blandengue, de no confrontar a Mel ni a la resistencia. En realidad ellos piensan que para consolidar el golpe deben cambiar a Pepe (Lobo)”, señala el diputado Marvin Ponce, vicepresidente del Congreso.

“Lo tienen enjaulado”, sigue Ponce. “Está completamente solo”, coincide el dirigente campesino Rafael Alegría. Ambos se refieren a las conspiraciones, denunciadas por el mismo Lobo, de miembros de su propio partido y de los golpistas, que desconfían del presidente, agricultor, olanchano y populista, igual que Zelaya.
“Además Lobo no tiene valor para hacer las reformas”, cierra Ponce.

Sin duda en el exterior se identifica a Honduras con la gigantona y sombreruda figura de Manuel Zelaya. Pero aquí, merced a la censura, el cierre de medios y el juego de los empresarios mediáticos, Zelaya ha sido un personaje secundario: aunque siempre se refieran a él o sea un fantasma en los noticiarios, su imagen ha salido muy poco, sobre todo si no se trata de ligarlo a una corrupción sin freno o combinar su imagen con las de hechos violentos en la calle.

Por eso no extraña que a un año del golpe de Estado no sean ni Zelaya ni el presidente Lobo los convocados al programa estrella de opinión. La entrevista de más de una hora de duración es, señoras y señores, para Roberto Micheletti Baín, el hombre que según los congresistas estadunidenses era “un tonto sin sentido común” (pregunten en la oficina de John Kerry), pero que terminó viéndole la cara a todos quienes dijeron negociar con él “de buena fe” y regañando en público a los cancilleres de varios países (incluida la mexicana).

Micheletti se extiende en sus explicaciones y sin ningún doblez le dice al presidente Lobo que si pretende hacer reformas que permitan un plebiscito, el cual a su vez abra la puerta a la Asamblea Nacional Constituyente, estaría violando la constitución.

Micheletti, quien se dice al margen de la política activa, está muy activo: repite que está preocupado porque Honduras no ha recuperado la armonía, llama “terroristas” a los miembros de la resistencia, dice que Zelaya no puede regresar al país sin enfrentar a la justicia, acusa a Lobo de “tener un poco de temor” y lo acusa de haber dudado, por su imagen, de apoyar el aumento al salario mínimo, cosa que él le ofrecía durante su mandato de facto. Como siempre, se despide con un mensaje a todos los hondureños: “Sigan orando por este lindo país”.

El triunfo del “estúpido sin sentido común”

Los militares hondureños están “enojados debido a que los civiles los dejan llevar la carga del golpe de Estado”. Eso decía un texto elaborado por los asesores de los senadores demócratas en Washington, que se conoció aquí un mes después del golpe de Estado. Los militares ya fueron exonerados y, contra lo que preveían en Estados Unidos, recibieron recompensas. Dirigen ahora áreas antes reservadas a los civiles, como Hondutel, Migración, la Aeronáutica Civil y la Marina Mercante.

El análisis del Senado estadunidense también decía que Micheletti era “un estúpido sin sentido común” que pretendía crear la imagen de que “existe un caos” en la administración del presidente Barack Obama sobre el tema de Honduras. Casi todas las previsiones de aquel documento fallaron, excepto la que ahora suscribiría, dadas sus recientes declaraciones, Roberto Micheletti: “Honduras se hundirá en una crisis prolongada con implicaciones severas”.




Periódico La Jornada
Martes 29 de junio de 2010