viernes, 23 de abril de 2010

Drogas y la guerra de baja intensidad en américa latina

El 10 de agosto del año 2009 escribimos en esta misma columna que la instalación de 7 bases militares estadounidenses en territorio de Colombia convertía a este país en una suerte de Afganistán de América latina y en el epicentro de la guerra de baja intensidad en el continente.

Porque con sus bases instaladas en Colombia-además de otras instalaciones militares ubicadas en el resto de América latina-Estados Unidos puede vigilar a los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador y monitorear la cuenca amazónica donde están los recursos estratégicos de la economía global del siglo XXI: agua, energía, biodiversidad y tierras baratas.

Es la función que cumple Afganistán en el corazón de Asia luego de la invasión por tropas norteamericanas y de la OTAN en octubre del 2001. Desde Afganistán y países aledaños, Estados Unidos observa y espía a Rusia, Irán y China y asegura el control de las reservas de 150 millones de barriles de petróleo y de 230 trillones de pies cúbicos de gas del Mar Caspio.

La “guerra mundial contra las drogas” es un arma geopolítica. La guerra de baja intensidad sirve a este fin. Las recientes declaraciones del Secretario de Defensa, Richard Gates, metiendo en un mismo saco a las drogas y la insurgencia política y la presencia en el Perú de Arturo Valenzuela, Subsecretario de Asuntos Hemisféricos, reafirmando su visión militarista de las drogas son claras señales de que la guerra de baja intensidad puede alcanzar altas intensidades en la región.

El Perú repite el catecismo antidrogas de Washington al pie de la letra. DEVIDA, el ejecutor de la política antidrogas, se ha dedicado a la formulación de un compromiso ético contra la infiltración del narcotráfico en la política que se suscribe hoy lunes 19 de abril. ¿Logrará este pacto frenar la corrupción que infesta el país?

Corrupción que torna impotente la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo en el VRAE, el Alto Huallaga y todo el país, casi convertido en una gigantesca lavandería de dinero sucio.

En este escenario, la primera y más urgente medida es la revisión total de la política antidrogas. Pero pedirle esta decisión al presidente García es como pedirle peras al olmo. Un imposible.

Roger Rumrrill
La Primera 22 de abril del 2010