140° de La Comuna de París




2011


Cuando los proletarios de París desconocieron al gobierno burgués republicano y mantuvieron sus armas y el control de la ciudad –18 de marzo de 1871 – echaron a perder una bella historia, “de cómo cayo el Segundo Imperio francés y se afianzo el Imperio Alemán”, para inaugurar en su lugar un tipo de acontecimiento inadmisible para el orden y la literatura burgueses: la revolución proletaria. Aplastada después de setenta días de combates, la división del trabajo de la burguesía internacional repartió los papeles: unos ejercieron la represión implacable sobre millares de personas, otros calumniaron a los comuneros en nombre de la libertad y la bondad humana y cubrieron la historia de la Comuna con la historia del gobierno execrable de la chusma.

Marx y Engels que por entonces dedicaban sus esfuerzos a la asociación internacional de trabajadores, no estimaban conveniente la insurgencia obrera en una Francia vencida por el ejercito prusiano, que se mantenía frente a parís; sería, pensaban asumir la ruina del Imperio sin posibilidad de resistir a los prusianos, y terminar marcados como “traidores a la patria”. Pero ante el hecho de la revolución proletaria no vacilaron en ponerse firme y activamente de su parte, y llegaron a obtener, por la pupila revolucionaria con que analizaron la experiencia de la Comuna, el enriquecimiento de su teoría de la revolución y la dictadura proletaria.
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140° Aniversario de la Comuna de París 
“Por primera vez en la historia, las calle de Paris son seguras, porque los banqueros, los recaudadores, los empresarios, los ministros, y los curas han emigrado. La ciudad es ahora habitable”
Bertold Brecht, “Los días de la Comuna”.

Este año se cumple el 140 aniversario del establecimiento de la Comuna de Paris, proclamada por el proletariado francés en marzo de 1871.

Este acontecimiento, que si bien recibe ciertas atenciones, no es colocado en el lugar que merece realmente en la historia de la humanidad y en la historia de los movimientos obreros a nivel internacional.

La burguesía de todo el mundo, teme difundir en profundidad los acontecimientos de aquellas semanas de 1871 y por todas partes se lo considera como un mero hecho puntual, coyuntural y anecdótico que apenas si merece mención en los libros de textos.

Sin embargo, para las y los revolucionarios de todo el mundo, la Comuna de Paris tiene otro significado. La Comuna, fue la primera ocasión en toda la historia de la humanidad, en la que el pueblo obrero y trabajador tomaba las riendas del poder y trataba de implantar un gobierno inspirado en los principios socialistas y revolucionarios.

Sin embargo, este gobierno, todavía inexperto no lanzarse a la toma del poder político de la Republica Francesa, que hubiera adelantado en casi 50 años el establecimiento del primer estado obrero en la historia de la humanidad, honor que recaería en los bolcheviques rusos de 1917.

La génesis de la revolución de Paris se encuentra a nivel externo en las llamadas guerras franco-prusianas, enmarcadas en los deseos imperialistas de la naciente burguesía alemana de Guillermo I y el terrateniente Otto von Bismarck, iniciada en los años 60 del siglo XIX y que tenia por objetivo, no solo unificar a los antiguos estados alemanes en una sola nación, si no en expandirse por media Europa y colocar al Imperio Alemán a la cabeza del continente. En ese contexto la guerra se extiende al Imperio Frances en 1870. En mitad de esa guerra, el emperador Frances Napoleon III cae prisionero de los alemanes y se produce un vacío de poder en Paris.

El 1 de septiembre de 1870, mientras el emperador francés Napoleón III se rindió a los prusianos en la batalla de Sedan, los republicanos de París se alzaron y proclamaron la III República tres días después, de carácter moderado y bajo la influencia de la burguesía encarnada en Adolphe Thiers. Entre tanto, las fuerzas imperialistas prusianas proclamaron el II Imperio Alemán en Versalles, en enero de 1871.

A nivel interno, las causas de la revolución obrera francesa de 1871 se tienen que buscar en la lógica de la lucha de clases imperante en todo el mundo a finales del siglo XIX. El pueblo obrero de Paris, harto y cansado de la miseria, del hambre, de la explotación y de la opresión de banqueros, industriales, burgueses y curas, estallaba ahora de indignación al ver como sus hijos morían a decenas en el frente prusiano luchando por una burguesía imperialista y por un soberano que no le suponía mas que sufrimiento y explotación. La sociedad de clases, establecida a sangre y fuego al calor de las revoluciones industriales de la era moderna y contemporánea, se había establecido con especial dureza en aquellos países que, como Francia, habían desarrollado una fuete industrialización y sentaban las bases para la hegemonía de una clase burguesa fuerte y de un sistema capitalista especialmente voraz que se manifestaba con saña en la opresión interna de su clase obrera y en la opresión externa en el imperialismo africano y asiático, esclavizando y sometiendo a miles de personas en todo el mundo.

En ese contexto de luchas y ante el vacío de poder en Paris por la captura del emperador en el frente y por la huida del recién establecido gobierno provisional burgués de la III Republica de la mano de Thiers en Versalles, para poder negociar con los alemanes, se produce la toma del poder político de la capital francesa, Paris.

Los parisinos organizaron un levantamiento contra el gobierno provisional burgués el 17 y 18 de marzo de 1871 y establecieron un gobierno del proletariado en París denominado Comité Central de la Guardia Nacional, nombrada así en honor a estas milicias populares formadas por los hijos de la clase obrera y de amplia conciencia de clase y revolucionaria, que fueron quienes se alzaron en armas contra la burguesía, y fijaron la elección de un consejo municipal para el día 26 de marzo.

Así el 28 de marzo de 1871, se proclamó la Comuna de París, enarbolando la bandera roja en reemplazo de la tricolor, formada por 92 miembros, conocidos como los communards, presidida por el socialista Louis Auguste Blanqui.

Entre las medidas adoptadas por la Comuna estuvieron;
- Disolver al Ejército regular (resquicio del orden aristocrático), sustituyéndolo por la Guardia Nacional democrática, es decir por todo el pueblo en armas.

- Creación de un sistema sanitario, que garantizara la salud del pueblo y de las tropas de la Guardia Nacional en lucha.

- Los pequeños industriales fueron respetados aunque en un nuevo marco de relaciones laborales, en la que el trabajador tenía sus derechos.

- Los alquileres empezaron a estar controlados por la municipalidad, fijándose un tope máximo y supresión de intereses por deudas.

- La educación pasó a ser laica, gratuita y obligatoria. Los programas de estudios pasaban a ser realizados por los propios profesores, los cuales garantizaban el carácter científico de las disciplinas.

- Se crearon guarderías para cuidar a los hijos de las trabajadoras

- Se creó una Formación Profesional en donde los obreros daban gratis las prácticas a los alumnos.

- Creación de la Asociación Republicana de Escuelas con el propósito de crear en las universidades un estímulo basado en el conocimiento científico.

- En el mundo del arte y cultural aparecen gran cantidad de asociaciones para la promoción del teatro y las bibliotecas.

- La abolición de la guillotina, método represivo controlado por la burguesía.

- La abolición del trabajo obrero nocturno.

- Otorgamiento de pensiones a viudas de héroes de guerra.

- Se permitió a los obreros formar cooperativas, tomando fábricas abandonadas.

- Libertad de prensa, de reunión y asociación.

- La vida religiosa fue separada de la vida civil. El estado tomó posesión de los bienes de la iglesia, y estas sólo pudieron seguir con sus actividades si ofrecían sus instalaciones para realizar en ellas reuniones políticas.

Sin embargo y a pesar de la enorme labor política de la Comuna (liderada por el “Consejo de la Comuna”), dos elementos, fruto de la falta de experiencia política de los comuneros revolucionarios fueron claves para que la burguesía, rearmada en Versalles iniciara la contraofensiva contra los revolucionarios; la falta de decisión militar contra Versalles, de forma que en vez de marchar sobre los resquicios del gobierno burgués en Versalles, aniquilar la contrarrevolución y tomar el poder en toda la nación, y ante el temor de desatar una guerra civil se ignoro al gobierno burgués de Thiers que, durante todo este tiempo se rearmo militarmente con la ayuda de la burguesía alemana de Versalles, tan interesada como la francesa en el aniquilamiento del gobierno revolucionario de la clase obrera de Paris.

Por otro lado, el Banco de Francia, lejos de ser controlado y gestionado directamente por la clase obrera se respeto, por lo que este, dirigido por la burguesa, desvío en secretos millones de francos al gobierno burgués de Thiers para rearmarse y lanzarse contra el gobierno comunero.

Ante el temor del propio Bismark a que el fenómeno de la Comuna se contagiara al resto de Europa (especialmente en Alemania, con un fuerte movimiento obrero), le devuelve al gobierno burgués de Thiers todas las tropas que todavía mantenía retenidas, para la eliminación de los comuneros.

Así el 21 de mayo de 1871 un ejército burgués de 180.000 hombres se lanza a la conquista de París calle por calle. La defensa se organizó en barricadas, defendida por la guardia nacional y por el pueblo obrero en armas, en las que luchaban tanto hombres como mujeres. La lucha fue desigual ante el poderío militar del ejército burgués, con el apoyo militar de sus aliados de la burguesía alemana a la que la unían comunes intereses de clase, sin embargo los comuneros lucharon hasta muerte.

La batalla duró una semana, hasta el 28 de mayo, cuando cae la última barricada defendida por un solo comunero por la muerte de sus compañeros. El 28 de mayo de 1871, el gobierno burgués de Thiers anunció oficialmente la liberación de París, luego de una sangrienta ofensiva, que terminó con la vida de muchos compatriotas.

Se estima que unos 30.000 obreros y simpatizantes de la Comuna fueron fusilados (entre otros lados en el famoso “Muro de los Comuneros” en pleno centro de Paris y lugar de conmemoración de los revolucionarios franceses hasta el día de hoy), a los que habría que sumar unas 40.000 personas enviadas a las colonias, con trabajos forzosos, en donde gran parte murió de enfermedades y por malos tratos. La burguesía se vengaba de la osadía del pueblo obrero ante su deseo de ser libre y ahogaba en sangre (como han hecho históricamente las clases dominantes en todo el mundo y a lo largo de la historia, desde la época de Espartaco hasta nuestros días) el deseo del pueblo obrero francés de ser libre.

Hay lecciones que debemos sacar de esta experiencia histórica; por un lado, la determinación del pueblo obrero de tomar el poder, de librarse de la opresión y la explotación y de instaurar un gobierno obrero, que demuestran el grado de evolución del movimiento obrero frente a las tendencias utopistas que resultaban hegemónicas en el movimiento obrero francés hasta ese momento. La lucha obrera y el espíritu internacionalista impregnaron cada segundo de vida de la Comuna de Paris. De hecho, de las entrañas mismas de esta experiencia histórica nacieron para la humanidad los dos grandes símbolos del movimiento obrero mundial; la bandera roja, enseña oficial de los comuneros franceses y el himno por excelencia del movimiento obrero “La Internacional”, nacido al calor de la I A.I.T. establecida por Marx y Engels unos años antes, que fue escrito por el poeta y revolucionario francés Eugène Pottier durante los dias de la Comuna.

Por otro lado, sin embargo, también se deben resaltar los errores cometidos por los comuneros. Marx, Engels, y Lenin, aunque siempre admiraron la valentía de los comuneros, pensaban que no se daban todavía las condiciones históricas y económicas para desarrollar una revolución socialista. También criticaron la debilidad organizativa, debido muchas veces a la diversidad ideológica, que hizo que en los momentos decisivos no se tomaran las decisiones más rápida y correctamente, entre ellas las ya mencionadas de no tomar militarmente los restos del gobierno burgués de Versalles o aplastar a los contrarrevolucionarios en Paris el mismo día en que se establece la Comuna o el no controlar directamente el Banco de Francia, que en secreto subvenciono la contrarrevolución burguesa.

A pesar de ello, el indudable ejemplo histórico de los comuneros franceses sirvió como base de actuación para todos los revolucionarios de todo el mundo que, en las décadas posteriores, tomarían todas las enseñanzas de los hermanos proletarios franceses para iniciar sus respectivas revoluciones. No es ningún secreto que, sin duda alguna, Lenin y los revolucionarios rusos tuvieron bien presentes las lecciones de la Comuna de Paris, sus aciertos y sus errores para poner las bases de la revolución bolchevique de 1917 y el establecimiento del primer estado obrero de la historia, la URSS.

Sin duda alguna, los revolucionarios de todo el mundo debemos estar, hoy, 140 años después, eternamente agradecidos a nuestras hermanas y hermanos de Paris que en su día dieron su vida y su sangre por la causa de la emancipación de la clase obrera internacional y cuyo ejemplo todavía hoy, bajo la opresión de la burguesía y el capitalismo, debe guiarnos firmemente en el mismo propósito que nuestros camaradas franceses de 1871; la toma del poder político por la clase obrera y el establecimiento de un gobierno revolucionario para la emancipación de la clase obrera internacional.

VIVA LA CLASE OBRERA FRANCESA.
VIVA LA COMUNA DE PARIS.
VIVA LA REVOLUCIÓN INTERNACIONAL.

Wilfo, marzo de 2011

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Carta de Marx a Ludwig Kugelman 12 de abril de 1871

Carta de Marx a Ludwig Kugelman 17 de abril de 1871



















Capítulos: III, IV yVI de  El estado y la revolución , 1917





La lucha Final

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TOMAR  EN  CUENTA  LA  EXPERIENCIA  INTERNACIONAL  DEL  PROLETARIADO  Y  EL  PAPEL  DE LAS  MASAS



Tiene indudable  importancia,  para  los  fines  aquí  tratados,  remitirnos  sucintamente  a  determinadas  experiencias  de  significación  internacional  y  a  la  actitud  de los  grandes  maestros  de la  clase obrera    al  valorar  la  "iniciativa  histórica"  de las  masas,  o  al   recoger  los  elementos  nuevos  que  aportan  al  acervo  de la  teoría  y de la  práctica  revolucionarias  del  proletariado.

Es  sabido  que  Carlos  Marx   apreció  altamente  el  significado  histórico  de  la  comuna  de París.   Vio  en  ella,  en  efecto,  pese  a  cualquier  error  de los  insurrectos,  la  proeza  más  gloriosa de los  trabajadores  franceses:  "un  gobierno  de la  clase  obrera,  fruto  de  la  lucha de la  clase  obrera,  fruto  de la  lucha  de la  clase  productora  contra  la  clase  apropiadora,  la  forma  política  al  fin  descubierta  para  llevar  a  cabo  dentro  de  ella  la  emancipación  económica  del   trabajo"  (1).  En  suma,  el  primer ejemplo  concreto e  inobjetable de la  dictadura  del  proletariado.

"¡Qué  flexibilidad,  qué  iniciativa  histórica y  qué  capacidad  de  sacrificio  tienen  estos  parisienses!" "!La  historia  no  conocía  hasta  ahora  semejante ejemplo  de  heroísmo!"   escribió  exultante  a  Kugelmann  en  abril  de  1871.

Tal   la  apreciación  de un  movimiento  revolucionario que  surgió  espontáneamente,  sin  que  nadie  la  prepara  de  antemano  ni  la  organizara  consciente  ni  sistemáticamente;  que  instauró  por  primera  vez  el  Poder  de la  clase  obrera  en  medio  de la  crisis  provocada  por  la  guerra,  el  cerco  de las  tropas  alemanas  sobre París,  la  indignación  de los  sectores populares  frente   a  la  gobernante  que  había  demostrado  su  incapacidad  absoluta  y  su   descomposición,   y la  efervescencia   revolucionaria  de  los  trabajadores.

La  revolución  del   18  de  marzo  de  1871,  emerge  como  la  síntesis  de un  período  de  crisis  muy  profundo  que  puso inesperadamente, por  decir  así,  el  poder   en  manos  de la  Guardia  Nacional  y,  a  través  de  ésta,   en  manos  de  la  clase  obrera  y la  pequeña  burguesía.

Pero  Marx  no  se  contenta  con  reconocer las  proezas  del  proletariado  parisiense  que se  "atrevió  a  tomar  el  cielo  por  asalto".  Va  hasta  el  fondo  del  problema,  lo  estudia  en  todos  sus  aspectos,  se  propone  aprender de la  gesta  heroica  de las  masas  y  extraer  de  esa  experiencia  conclusiones  teóricas  científicamente fundadas  que,  además  de  confirmar  sus  tesis  sobre  la  cuestión   del  Estado  y la  revolución  proletaria,  las  enriquezcan  y  completen.

¡Sí.   Carlos  Marx  sabía  confrontar  con la  práctica sus  conclusiones  teóricas, sabía  aprender de las  masas  con  modestia  y  extraer  de sus  luchas  consecuencias  certeras!.

A  partir  de  la  Comuna de París,  y como  adquisición de  ésta,  quedaba  plenamente confirmada  la  teoría  de la  dictadura  del  proletariado  en la  revolución  social,  dado  que  la conquista del  Poder  no  podía  limitarse  al  paso  de  una  mano  a  otra  del  aparato  burocrático  militar,  sino   que  éste  debía  ser  "demolido"  como  condición  previa  de toda   revolución  popular".

Nada  más  ilustrativo  para  considerar  en toda  su  dimensión  lo  que   esto  significa,  que  recoger   las  palabras  de  Lenin:

"En   setiembre  de  1870,  Marx  calificaba  la  insurrección  de  locura.  Pero,  cuando  las  masas  se  sublevan,  Marx   quiere  marchar  con  ellas,  aprender  al  lado de las  masas,  en  el  curso  mismo  de la  lucha,  y  no   dedicarse  a  darle  consejos  burocráticos.  Marx  comprende  que los  intentos  de  prever  de  antemano, con  toda  precisión,  las  probabilidades  de  éxito,  no  serían  más que  charlatanería  o  vacua  pedantería.  Marx  pone,  por  encima  de  todo,  el que la  clase  obrera  crea  la  historia  mundial  heroicamente,  abnegadamente  y  con  iniciativa.  Marx  consideraba a la  historia  desde  el  punto de vista de sus  creadores,  sin tener la posibilidad de prever  de antemano, de modo infalible, las  posibilidades de  éxito,  y no  desde el  punto  de vista filisteo  intelectual que viene  con la  moraleja de que  'era  fácil  prever...' " (2) .

Hoy  cuando  cunde cierto  cretinismo  electoral,  en  que el  triunfalismo comienza a  hacer  carne en ciertos círculos de la  izquierda,  en que se  desconfía de las  masas,  de su  iniciativa,  de su  radicalidad,  de su  acción "plebeya",  no  está  demás  retornar a los  grandes creadores  del  marxismo para  quienes  la  "iniciativa  histórica "  de la  clase  obrera  y el  pueblo  siempre  fue  un  asunto de  vital  importancia  en  la  revolución.

Si  la  Comuna  de  París  significó  un   salto  gigantesco  en  la  práctica  revolucionaria  del  proletariado  y  en  la  elaboración  de la  teoría  marxista del  Estado  y la  revolución,  la  aparición de los  soviets  en la  Revolución  de  1905  como  creación  espontánea  del  proletariado  ruso,  permitió  avanzar  aún  más  en  esta  dirección.   Los  sóviets  (esto  es las  asambleas  de  diputados  obreros)  tienen  un  origen  bastante  modesto.  Nacen  como  representación  de los  trabajadores,  autorizada  por  los  funcionarios  zaristas,  para  luchar  por  mejoras  económicas. Más  adelante  devienen  centro  de dirección del  movimiento  huelguístico.  El   primer  sóviet de  diputados  obreros  se  formó  el  15  de  mayo  de  1905  en  Ivánovo  Vosnesiensk,  distrito  textil  moscovita,  asumiendo  funciones de  Comité  de  Huelga,  convirtiéndose  con  enorme  rapidez  en la  primera  representación  abierta de los  intereses  de toda la  ciudad.   En  julio,  se  organizó  otro  sóviet en  Kostromá,  en  setiembre   surgieron  otros  en  diversos   gremios  de  Moscú.  Con la  insurrección  de  diciembre  los sóviet   se  expanden  a  diversos  lugares   de  Rusia  alcanzando  su  expresión  más  completa,  es  decir,  asumiendo  ya  formas  embrionarias  de un  nuevo  Poder  revolucionario,  en  Petersburgo,  donde   estuvo  en  funciones  públicas  e  ininterrumpidamente  durante  50  días,  hasta  que  fue  vencida  por la contrarrevolución  zarista. 

La  fuerza  de los  sóviet  descansaba  en la  potencia del  ascenso  revolucionario  de las  masas  trabajadoras,  en  su  insurgencia,  rompiendo  por la  vía   de los  hechos  las  trabas  impuestas  por el  zarismo;  pero  también  en la  debilidad  de éste,  en la  inseguridad  y  vacilaciones  del  gobierno,  en su  pérdida  de la  iniciativa  política  que  lo  obligó  a  dar  un   paso  atrás  para  preparar  la  ofensiva  contrarrevolucionaria.

Esta  debilidad  y  desorganización  del  aparato  gubernativo  facilitaron  las  condiciones para  que  los  sóviet  asumieran  en  el  curso  de la  revolución  atribuciones  de  poder.  Los  sóviets  fueron,  en  efecto,  en su  momento  cenital,  embriones  marcadamente definidos  de la  dictadura  del  proletariado.  La  revolución  de Febrero  de 1917  sería impensable sin  remitirse  a la  experiencia  de  1905.  La  Revolución  de  Octubre,  dirigida  por  Lenin,  encontró  en los  sóviets depurados  de sus  elementos corporativos,  la nueva  forma de  organización  estatal  del  proletariado,  de su   dictadura  de clase.

Lenin  hizo  una  valoración  completa  de la  Revolución  de  190  y  extrajo  de  ella  conclusiones  teóricas  de  extraordinaria  importancia,  sumamente  útiles  para  entender  nosotros  el  significado  y las  posibilidades  que  encierran  los  órganos  de la  democracia  directa  surgidos  en  estos  últimos  años.  En  lo  que  concierne  a la  experiencia  de los  sóviets,  escribió  una  serie  de  artículos en  el  curso  del "torbellino"  revolucionario.  Es,  sin  embargo,  en  su  folleto  "El  triunfo  de los  kadetes  y las  tareas  del  partido  obrero",  escrito  en  marzo  de  1906,  donde  nace  el   resumen  más  completo,  el  mismo  que  será  enriquecido en  una  serie  de  trabajos  posteriores,  sobre todo  luego  de la  Revolución  de  Febrero  de  1917.

Estas  conclusiones  pueden   resumirse   en  las  siguientes:

1.         En  medio  del  "torbellino" revolucionario  el  pueblo  "tomó  la libertad política,  la  puso  en  práctica,  sin  (someterse)  a  ninguna  clase   de  leyes  y  sin  restricción  alguna"; 

2.         "Los  sóviets  de  diputados  obreros,  soldados  y  campesinos... fueron   creados exclusivamente   por las  capas  revolucionarias  de la  población,  al  margen  de leyes  y  normas,  por  vía  netamente  revolucionaria,  como  expresión  de la  inventiva  del  pueblo";

3.         Los  sóviets  fueron  realmente  "órganos  del  poder,  pese  a  su   carácter embrionario,  elemental y  amorfo, pese  a  lo  impreciso de su  composición  y  funcionamiento",  pues  "este  poder  no   se conocía  ningún  otro  poder,   ninguna  ley,   ninguna  norma" (confiscaron  imprentas,  detuvieron  altos  funcionarios,  administraron  justicia,  armaron  a la  clase,  etc.).
De  allí  que  "por su   carácter  político  y  social  esto  fue,  en  embrión,  una  dictadura  de los  elementos  revolucionarios  del  pueblo".

4.         La  "fuerza  en  que  se  apoyaba  este  nuevo  poder  no  era  la  de las bayonetas... ni  la  del  destacamento  policial  ni  la   fuerza  del  dinero..."  "Se  apoyaba  en  las  masas  populares.  He  aquí  la  diferencia  fundamental -continúa  Lenin-  entre  el  nuevo  poder  y  todos los  órganos  anteriores  del  antiguo  poder";

5.         Los  sóviets  son  "un  poder  abierto a  todos,  que  actúa  a la  vista  de las masas,  accesible  a las  masas,   surgido  directamente  de las masas,  órgano  directo  de las  masas  populares  y  ejecutor  de su  voluntad",   pues se  trata  de  que   "ellas   mismas  tomen   directamente  en  sus manos  los  organismos  del  poder  del  Estado y  formen  ellas  mismas  las  instituciones  de  ese  Poder":

6.         El  nuevo   poder  "no  cae   del  cielo,  sino  que  surge  y  crece  a la  par   del antiguo poder, en  oposición a  él, en  lucha contra él",  dado  que su  objetivo es  "demoler  esa máquina  del  Estado (reaccionario) y  sustituirla  por  otra";  por la  dictadura  del  proletariado (3.).

Tales  las  enseñanzas  fundamentales que  extrae   Lenin   de la  Revolución  de  1905,   sobre   este  particular.

La  Revolución  China,  como  es  sabido,  siguió   un  curso  particular  al  mismo  tiempo  que  complejo. No   está  en  nuestro  interés  inmediato  abordarlo  en  su  conjunto,  sino  más  bien  remitirnos  a un  período  que  guarda  ciertas  similitudes  con la  experiencia  nuestra,  sobre  todo  con la  del  movimiento  campesino  peruano  de  principios   de la  década  de los  sesenta.

La  revolución  de  1925-1927  se  encontraba,  a  principios  de  este  último  año,  en  pleno  auge. La  expedición  del  Ejército  Nacional  Revolucionario  contra el  Norte,  dirigido  por el  Kuomintang con la  participación  predominante  del  Partido  Comunista,  avanzaba de  victoria  en  victoria.  Todavía  no se   había  desatado  la  contrarrevolución  del  ala  derechista  del  Kuomintang  encabezada  por  Chang  Kai-shek.  La  provincia  de  Junán  era  en  ese  período  el  centro del  movimiento  campesino de China,   donde  entre mayo  de  1926  y  enero   de  1927  crecieron   vertiginosamente  las  asociaciones  campesinas,  hasta  contar   con  dos   millones  de  afiliados  y  con  masas  de más  de 10  millones   bajo  su  inmediata  dirección.

Mao  Zedong  realizó  una  investigación  en  el   mismo  escenario   de los  hechos  durante  23   días.   El  resultado  fue  el   famoso  "Informe  sobre la  investigación  del  movimiento  campesino de  Junán"  muchas  veces  citado   entre  nosotros  pero  muy  poco   comprendido.

El  genio   de Mao  se ve en  este  documento  con  trazos  indelebles.  No  se  limita   a  constatar  el  auge  del  movimiento  campesino.   Tampoco  se  contenta  con  hacer   una  detallada  explicación  de los  hechos.  Mientras  la  dirección  oportunista  del Partido  encabezada  por Chen Tu-siu  cede  a las   presiones  de la  derecha  del  Kuomintang  y  termina  por  capitular  vergonzosamente,  condenando la  revolución  a la  derrota;  Mao  Zedong  constata  en  el   poderoso  auge   del  movimiento  campesino  una  reserva  fundamental   y  un  punto de  apoyo  básico para continuar  la  lucha  y  afirmar  la  alianza  obrero-campesina,  tanto  más  indispensable  cuanto  que la  burguesía  nacional  vacilaba  al  igual que la  pequeña  burguesía.

"Lo  fundamental   de  todo   proceso   auténticamente  revolucionario  reside   en la insurgencia  de las  masas,  en  que  éstas  toman  en  sus  manos  su  propio  destino...   y  comienzan  a  construir,   con  iniciativa,  lo  nuevo".

En   este  contexto,  ¿Cuál  es el   elemento  fundamental que  contiene  dicho  informe? ¿Cuáles  sus  conclusiones  esenciales?   A  nuestro   juicio,  las  siguientes:

1.         La   comprobación  de que el   ascenso  impetuoso  del  movimiento democrático-revolucionario  de los  campesinos  ha dado  paso  a la  “realización   en  el  campo  de una  revolución   nunca  antes  vista en la  historia”   de  China.
Una  revolución,  en  efecto,  pese  a la  espontaneidad  en que  se  desarrolla, pues  “las  asociaciones   campesinas  han  pasado  a ser  los  únicos  órganos  de  Poder”  una  vez   derrocado  el  Poder  local  de los  terratenientes, haciendo  realidad  la  consigna.  “Todo  el  poder  a  las  asociaciones  campesinas”  Poder  real  y  no   formal  ni   ficticio,  puesto   que  “ningún  asunto  se  arregla  sin la  presencia  de la  gente  de la  asociación”  y  los  “milenarios  privilegios  de los  terratenientes  feudales  caen   hechos  añicos,  y  toda  su  dignidad y  arrogancia  son  arrastrados  por el  suelo”.  La  insurgencia  de  millones  de  campesinos  ha  acabado  con la  propiedad  feudal  de la  tierra,  con   el  poder  local  de los  terratenientes,  con  sus  prerrogativas  sociales,  con sus  cadenas  ideológicas.  ¡Sí,  en  efecto,  los  campesinos,  los  oprimidos  del  campo,  “realizaron  una  revolución  nunca  vista”  hasta   ese   entonces  en  China!.

2.         Como  consecuencia  de ello  la  ola  ascendente  de  millones  de  campesinos insurrectos  trastocó  completamente  el  “orden”  hasta  entonces  dominantes,  dando  paso  a la  instalación  de un  nuevo  orden en  todas  las  esferas.  Y  no  porque  ya  existiese un  nuevo  Poder  depurado de  aditamentos  corporativos,  científicamente  fundado,  sino  pese   a  su  característica  aún  espontánea,  difusa,  embrionaria,  limitada  al   ámbito  de una  región,  pero  que  lleva  en  su  seno  las  potencialidades  propias  de  un  poder   democrático-revolucionario.  Para  que se  produjese   esta  depuración  era  indispensable  la  presencia  dirigente  de la  clase  obrera,  su  rol  hegemónico   como  clase  portadora  de la  nueva  sociedad,  desde  el  momento  en  que  la  democracia  burguesa   resultaba  siendo  insuficiente  para  contener  toda la  riqueza  y la  radicalidad  impresos  por el  movimiento  campesino  en  ascenso.

3.         Son  las  masas  campesinas  las  gestoras  de  estos   cambios  profundos,  sobre todo  sus  sectores  pobres  y  medios  de  capa  inferior,   quiénes  asumen  sus  factores  radicales  y  más  consecuentemente  revolucionarios.  Los  campesinos  no  se   contentan  con  ciertas  reformas  ni  la   consecución de  ciertas   reivindicaciones  parciales.  Derrocan   a la  clase  terrateniente  feudal,  aplastan  por  medio  de la  violencia  a  los  esbirros  armados   de  ésta.  Para  ello  recurren,  en  primer  lugar,  a la  fuerza   del  número  (millones  de  campesinos alzados  a la  lucha,  organizados  en las  asociaciones  campesinas).  En   segundo  lugar,  a  la  violencia  para  destrozar  los  aparatos  coercitivos  de  que  se   valieron  los  terratenientes  a  fin  de  conservar  y  eternizar  su  poder.  En   tercer  lugar,  apoyándose  en la  fuerza  someten   a  los  terratenientes  a  la  “dictadura  popular”,  al  mismo  tiempo  que  neutralizan  a  los  sectores  intermedios  del  campo.   La  pieza  clave  son  incuestionablemente  las  asociaciones  campesinas  que  han  dejado  de  ser  mera  organización  corporativa  o  gremial.

4.         Pero  los  campesinos  insurrectos  no  se  contentan  con  quebrarle  el  espinazo a  los  terratenientes.  Crean,  simultáneamente,  una  nueva  institucionalidad,  nuevos  hábitos  y  normas,  una  nueva  moralidad  que  ni  miles  y  miles  de  decretos  o  disposiciones  burocráticas  están  en  condiciones  de  efectivizar,  con  sencillez,  eficacia  y  profundidad.  “Allí  donde  la  asociación  campesina  es  poderosa –comprueba  Mao  Zedong-  los  juegos  de  azar  han  sido  prohibidos  y  han  desaparecido  totalmente  y,  el   bandolerismo  se  ha  eliminado.  En  algunos  lugares,  es  realmente  cierto  que  nadie  se  guarda  lo  que  encuentra  en  el   camino  y  que   no  se  trancan   las  puertas  por la  noche”  Así  de   simple.

5.         Las  asociaciones   campesinas  crean   sus   propias   milicias,  esto   es  los “destacamentos   armados  de  picas”  bajo  su  dirección.  Se  hace   realidad,  por   propia  iniciativa  de los  campesinos,  la  consigna  de  ¡Pueblo  en  armas!.

6.         Fueron   creados  los "consejos  conjuntos  de la  administración   local  y  las organizaciones  de  masas",  adoptando  un  "sistema  democrático"   en  su  esencia  como  en  su   forma.  El   proceso  de  democratización  ha  seguido  un  curso  acelerado  comprometiendo  a vastos  contingentes  campesinos,  integrando  a las  mujeres  y   a  la  juventud,  rompiendo   de  hecho viejas  ataduras  y  prejuicios  feudales,  socavando  severamente  "la  ideología  y  el  sistema  feudal  patriarcal"  basados  en  la  autoridad  política  de los  terratenientes,  de  clan,  religiosa  y  marital.

Desde  luego  que  el   movimiento  campesino  de  Junán  que  investiga  Mao  Zedong  tiene  limitaciones  importantes  y  está  lejos  de ser  una  revolución  victoriosa.  Pero  es  lo  suficientemente  significativo  y  creativo  para  hacer  evidente  que  lo  fundamental  de todo  proceso  auténticamente  revolucionario  reside  en  la  insurgencia  de las  masas,  en  que  éstas  toman  en  sus  propias  manos  su  destino,  en  que  socavan  y  destruyen  el  viejo  "orden"  y  comienzan  a  construir,  con  iniciativa,  el  nuevo.  El  problema  central  es  siempre  la  cuestión  del  Poder.  Así  fue  en  la  Comuna  de París.  Los  sóviets  no  hicieron  otra  cosa  que  ratificarlo.  Y  así  es  también  en la  experiencia,  sin  duda  más  limitada  que las  anteriores  pero  no  por  ello  menos  importante,  del  campesinado  insurgente  de  Junán,  en  China.

En  lo  que va   de  este  siglo   contamos  en   el  Perú  con  no  pocas  experiencias  que  tienen alguna   similitud.  Situaciones  distintas  y  de  diversas  magnitudes  originan,  desde  luego,  consecuencias  igualmente  diferentes.  Pero  ello  no  es  obstáculo  para  descubrir  elementos  comunes  a toda  insurgencia   popular,  tanto  más  cuanto  que  éstas  llevan  un  sello  definitivamente  revolucionario.  Basta  recordar  la  insurrección  de Trujillo  en  1932,  el  poderoso  movimiento  campesino  del  Cusco   a  principios   de los  60,  el   movimiento  campesino  de  Andahuaylas  de  mediados  de los  70  y,  más  recientemente  la  experiencia  de las  Rondas  Campesinas  de Chota  o  las  Asambleas  Populares  en  gestación  o  los  movimientos   huelguísticos  regionales  encabezados   por los  Frentes  de  Defensa.  Si   bien  estas  experiencias,  en  particular  las  últimas,  tienen  un  alcance  aún  limitado,  no  por ello  dejan  de  mostrar  sus  enormes  potencialidades,  su  insurgencia  como  órganos   de la  democracia   directa  que  prefiguran,  aún  cuando  imperfecta,  intermitente  o  débilmente,  el  Poder   popular  que  debemos,  obligatoriamente,  conquistar  y  construir. 

Una   cosa es,  definitivamente,  cierta:  toda  revolución  es la  obra  multitudinaria  de las  masas  y  de una  vanguardia  capaz  de  dirigirlas  certeramente.  Sepamos,  continuando  a  Marx.,  Lenin  y  Mao  Zedong,  asumir  la  "iniciativa  histórica"  de las  masas  de  nuestro  país,  su  enorme  creatividad,   aprendiendo  con  modestia  pero  con  rigor  científico  lo  que  aportan en  medio  de sus   combates,  en  sus  éxitos  y en sus  derrotas,  al  acervo  revolucionario   del  pueblo  peruano.

Alberto Moreno Rojas:
DEMOCRACIA DIRECTA Y ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA,
capítulo III. 


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  H Prosper-Olivier Lissagaray (1876), "Historia de la comuna". Traducción Wenceslao Roces, Editorial Estela, Barcelona, 1971






 Bertolt Brecht , "Resolución de los comuneros" , (escrita entre 1945-1950)


  Henri Lefebvre (1962), "La significación de la Comuna"