Gracias al c. Jaime Guadalupe, "En la lucha" reproduce la carta que Manuel Scorza enviara a Haya de la Torre exponiendo las razones de su renuncia al Partido Aprista. Como se ve, la traición del "partido del pueblo" tiene larga data.
Lima, diciembre de 2009
Diario El Popular, de México
Junio 7 de 1954
Señor Víctor Raúl Haya de la Torre
Jefe del Partido Aprista Peruano
Considere usted la presente carta como mi renuncia irrevocable al Partido Aprista. He aquí las razones:
En el número correspondiente al 24 de mayo de mayo, la revista LIFE (edición española) publica un relato sobre su vida en la Embajada de Colombia, en cuya parte final, usted escribe: “La historia de Occidente irá continuamente en torno de su lucha para ganar y conservar la libertad. Por tanto, justicia significa usualmente pan sin libertad para Oriente y, a veces creo yo, que el comunismo ejerce una atracción mayor en Asia que en los países occidentales. El marxismo, como doctrina política, es inconcebible sin la supresión total de la libertad. Esto no puede prevalecer por mucho tiempo en un país occidental; y en los países orientales tendrá aceptación únicamente mientras el pan valga más que la libertad. Creo que la democracia y el capitalismo brindan la solución más segura a los problemas mundiales, a pesar de que el capitalismo todavía tiene sus fallas.” (Página 44).
Esto significa la liquidación ideológica del aprismo, significa que el aprismo seguirá la política de colaboración entreguista con el imperialismo norteamericano -¿cuál otro nos amenaza más directamente?-, que llevó al Partido a la derrota de 1948. Las incógnitas han quedado, pues, aclaradas: ha caído el telón sobre el aprismo.
EL MARXISMO ANTIIMPERIALISTA / El aprismo surgió a la escena política como partido de inspiración marxista, claro contenido antiimperialista y perfecta conciencia de su papel transitorio en la revolución mundial. “La doctrina del APRA -escribió Haya de la Torre en El antiimperialismo y el APRA-, significa dentro del marxismo una nueva y metódica confrontación con los postulados que Marx formulara para Europa.” “Los apristas -dice en página 119- aceptamos marxistamente la división de la sociedad en clases y la lucha de clases como expresión del proceso de la Historia.”
Lo que el aprismo fue demuéstranlo mejor que nada estas palabras de su fundador: “Nuestra experiencia histórica en América Latina, y especialmente la muy importante y contemporánea de México, demuestran que el inmenso poder del imperialismo yanqui no puede ser afrontado sin la unidad de los pueblos latinoamericanos. Pero como contra esa unidad conspiran, ayudándose mutuamente, nuestras clases gobernantes y el imperialismo, y como éste ayuda a aquéllas y les garantiza el mantenimiento del poder político, el Estado, instrumento de opresión de una clase sobre otra, deviene arma de nuestras clases gobernantes nacionales y arma del imperialismo para explotar a nuestras clases productoras y mantiene dividido a nuestro pueblo. Consecuentemente, la lucha contra nuestras clases gobernantes es indispensable, el poder político debe ser capturado por los productores y la producción debe socializarse.” (En el artículo ¿Qué es el APRA?, publicado por Labour Montly). Esta doctrina, razón de ser histórica del APRA, ha sido totalmente negada por Haya de la Torre; y no como él pretende, en dialéctico sentido hegeliano, sino vergonzosamente traicionada.
“THE BEST BUSSINES” / Es verdad que el aprismo, como doctrina política, ya no existía desde la Segunda Guerra Mundial. Quien lo dude, que lea los libros de Haya de la Torre La defensa continental y Después de la guerra ¿qué? En sus páginas es evidente el descalabro, la ruptura total con la doctrina primigenia. Asombra, por eso, el cinismo con que Haya de la Torre responde al anatema de Diego Rivera (que lo llama ‘lacayo del imperialismo’), afirmando: “mi posición es indeclinable”. (Revista Siempre, número 48, página 33).
Yo pregunto: ¿Puede ser indeclinable la posición de un hombre que ha dicho “Yo propongo las ideas fundamentales del aprismo no como un vago ideal sino -en términos positivos- como the best bussines-el mejor negocio para los Estados Unidos.”? (SIC, en el libro Y después de la guerra ¿qué?, página 204). Más todavía, si más es necesario: El 16 de setiembre de 1946, en un discurso pronunciado en un teatro de Bogotá, Haya de la Torre dijo estas increíbles palabras: “Yo no tengo miedo al imperialismo de Wall Street, porque nos adiestra; sino al imperialismo de Hollywood, porque ese nos corrompe. Lo grave no es poderío de los pueblos grandes, como los Estados Unidos, sino nuestro complejo de inferioridad”.
Comprobar el fraude no fue fácil para quienes teníamos 16 años cuando Haya de la Torre escribía tan claudicantes palabras. Yo, como miles de jóvenes, llegué al aprismo porque creía que era sinónimo de una revolucionaria aspiración de justicia; creí, de buena fe, luchar por un ideal nacional latinoamericano, es decir, antiimperialista.
Es un hecho que la contradicción entre la dirección burguesa del APRA y el pueblo revolucionario del Perú, llevó al aprismo a la derrota. No es verdad lo que Haya de la Torre afirma en LIFE. La revolución del 3 de octubre de 1948 fue resultado del descontento de las bases populares del APRA, y apristas fueron quienes sublevaron a la armada. Notoriamente ahí se inició la división que ahora existe en el APRA.
En el destierro, el aprismo se escindió en dos sectores: el incondicional a Haya de la Torre, y el sector izquierdista, formado en su mayoría por la juventud. Por razones obvias, mientras Haya de la Torre estuvo en la Embajada de Colombia, mantuvimos oficialmente la unidad a la vez que continuábamos la batalla ideológica por los principios esenciales del aprismo.
Es evidente ahora la orientación política que seguirá el APRA: su jefe ha sido absolutamente claro. Haya de la Torre prefiere el compromiso que le abra las puertas de la Presidencia de la República al duro camino de su gloriosa juventud. Yo no puedo formar parte de un partido de termidorianos sin grandeza.
OPORTUNISMO Y DEMAGOGIA / El volteretaza de Haya de la Torre se debe únicamente a su oportunismo. Nada justifica el cambio; nada justifica que el hombre que escribió que “la primera actitud defensiva de nuestros pueblos tiene que ser la nacionalización de la riqueza arrebatada a las garras del imperialismo” (El antiimperialismo y el APRA, página 74), diga ahora que “debemos poner fin a nuestra absurda ambición de industrializarnos aun cuando nada ganemos con ello”, y afirme que “no debe acometerse una campaña de nacionalización, ni de medidas contra el capital extranjero”, y sostenga que “hay que dejar participar a los capitalistas extranjeros en la dirección de la economía nacional”, y clame: “necesitamos con urgencia una división de trabajo entre el norte productor de máquinas, y el centro y sur productores de materias primas.” (Entrevista con Haya de la Torre publicada en la revista NEW LEADER, de Nueva York, transmitida por UP y publicada por El Universal, de México, en mayo último).
TREINTA AÑOS DESPUÉS / ¿Qué ha sucedido entre1924 y 1954? ¿Qué ha sucedido que justifique tan rotunda negación? ¿Desapareció el peligro que nos acechaba en 1924? Por supuesto que no. Según los inobjetables datos de la Secretaría de Comercio de los Estados Unidos, las inversiones de capital norteamericano en América Latina llegaban, en 1897, a 300 millones de dólares; en 1919 ascendían a 2,000 millones; en 1942 alcanzaban 2,800 millones; en 1947 remontaban 4,700 millones; y en 1952 la suma era de 5,700 millones. El criterio de un niño de escuela bastaría para percibir el arrollador avance imperialista: en 22 años (1897-1919) las inversiones aumentaron en 1,700 millones de dólares; luego, en 7 años (1943-1950) superaron esa cifra: 1,900 millones de dólares; y después, en sólo 2 años (1950-1952) aumentaron 1,000 millones de dólares.
¿Cuál es la verdad sobre Indoamérica? Un escritor norteamericano, Samuel Guy Inman, da una respuesta necesariamente pública: “En nuestras vecinas Repúblicas de América Latina, que cuentan con una población total de 160 millones, más de la mitad nunca han dormido en una cama, nunca han poseído un par de zapatos, nunca han ido a la escuela, nunca han recibido atención médica. Un número excesivo sufre de enfermedades contagiosas y trabaja en condiciones feudales. La mayor parte de las industrias pertenece a extranjeros. En los Estados Unidos, el trabajador medio gana, en una hora, lo suficiente para comprar 8 kilos de pan; mientras que en Bolivia, el trabajo de una hora sólo le proporciona 350 gramos.” (Cuadernos Americanos, enero de 1952: La revolución mundial).
Y de esta América, el imperialismo saca fabulosas ganancias. Datos proporcionados por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), demuestran que en el lapso de 1945-1952, la afluencia de capitales a Latinoamérica fue de 2,090 millones de dólares, y que, durante el mismo periodo, las ganancias e intereses de las empresas extranjeras ascendieron a 5,829 millones de dólares. Se comprende que la Anaconda pueda obtener, en Chile, ganancias confesadas de 2,200 dólares por trabajador, cifra sin embargo ridícula ante las ganancias que en 1950 obtuvo, en Venezuela, la Creole Petroleum Corporation: 11,470 dólares por trabajador. (El drama de la América Latina, por T.E. Álvarez, en Cuadernos Americanos).
Creer que el hambre, la miseria, la pobreza de América pueden solucionarse mediante un compromiso, “sacando a los capitalistas de debajo de la mesa para que tomen parte en la dirección de la economía nacional”, como Haya de la Torre dice, es algo peor que una simple mentira: es una interesada estupidez.
¿Cómo ignorar tan angustiosa perspectiva? Ante ella sólo cabe una posición. El rabioso anticomunismo de Haya de la Torre coincide en forma demasiado notoria con las consignas del Departamento de Estado (State Departament) de EEUU. Sostener, como Haya de la Torre, que las grandiosas revoluciones de Asia, sostener que los Estados obreros europeos, sostener que la Unión Soviética, proyectan sombras imperialistas sobre nuestros pueblos, no sólo es mentir: es ponerse al lado del fascismo maccarthysta. Ante el porvenir de nuestros pueblos se abren dos perspectivas: o la revolución antiimperialista o la esclavitud colonial. Vivimos una revolución mundial. ¿Es posible negarlo? Esto es el fin de una época. El capitalismo se va como vino al mundo: sudando sangre y lodo por todos los poros. Pero más allá de los días sombríos de estos años, alumbra el resplandor de un Mundo nuevo. A esa aurora no conduce el camino de la claudicación oportunista.
Si Haya de la Torre no lo cree, ya no hablemos el mismo lenguaje. Eso es todo. No hay razón tampoco para desesperarse. El fracaso de Haya de la Torre es el fracaso de un hombre, no de un pueblo.
Aquí se separan los caminos. Ha llegado, pues, el momento de despedirse: ¡Good bye, mister Haya!
Manuel Scorza