domingo, 27 de junio de 2010

SENDERO LUMINOSO Y LA FRUSTRACIÓN DE LA REVOLUCIÓN EN EL PERÚ


A Juan Corilloclla, dirigente magisterial
que fue asesinado por Sendero Luminoso
en Huancavelica; a
Esteban Flores,
dirigente magisterial asesinado
por el Ejército en Tingo María



José Ramos Bosmediano, miembro de la Red Social para la Escuela Pública en las Américas, ex Secretario General del SUTEP




Luego de la movilización senderista en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en otros dos lugares de Lima, una serie de opiniones y análisis se vienen difundiendo, los cuales son de tres clases: por un lado, de quienes han reaccionado con objetivos políticos de indudable carácter oportunista; por otro, los que, buscando una explicación y una perspectiva ajustadas a la sociología y la ciencia política, le sitúan en el plano de la lucha por el poder en el Perú. Y un tercer tipo de reacción es la de marcada posición fujimorista.



Ambas posiciones pueden tener coincidencias, lo fundamental está en las diferencias de enfoque y de objetivos. La coincidencia general radica en su rechazo a las manifestaciones senderistas, tanto de los acuerdistas de las movilizaciones recientes y su desesperado afán de subirse al carro electoral del momento para sobrevivir; como de los del grupo "proseguir" que actúan en las zonas rurales de la producción de narcóticos provenientes del cultivo de la coca.



El fenómeno senderista y sus acciones armadas de tipo terrorista del pasado y de hoy no puede entenderse al margen de la situación del país, de la estructura de clases y de las relaciones sociales que la formación económico –social del Perú han engendrado en el plano de la ideología y de la política.



PRIMERO, EL LUGAR DE SL EN LA HISTORIA DEL PERÚ



En el siglo XX el Perú ha sido escenario de algunos intentos y procesos de lucha revolucionaria para su transformación en una sociedad diferente a la capitalista. Cada vez que surgió un movimiento con esa perspectiva, las clases dominantes la han combatido, como es la lógica de la defensa de un sistema, con todas las armas a su servicio, incluyendo las ilegales e inhumanas, sin importar que aquellas luchas hayan sido justas o no.



Primero fue la lucha de José Carlos Mariátegui por dar al Perú un rumbo socialista. El gobierno de Leguía trató de anular su lúcida y paciente acción revolucionaria, pero el Amauta dejó uno de los legados ideológicos más importantes de América Latina.



El primer movimiento revolucionario del tipo de lucha armada urbana fue el de 1932 en Trujillo y otras zonas del entorno norteño, cuyo estallido sobrepasó la capacidad y hasta la decisión política de la máxima dirigencia aprista de aquellos momentos: fue una auténtica lucha de los de abajo que fue sangrientamente doblegada por el dictador Sánchez Cerro. El grueso de los combatientes procedía del proletariado cañero del norte, y su principal figura emblemática fue el "Búfalo" Barreto, un líder anarquista muy cercano al socialismo, circunstancialmente aprista.



Después vinieron los movimientos guerrilleros de los años 60, principalmente la comandada por Luis de la Puente Uceda como máximo dirigente del MIR. Fue el movimiento de mayor claridad revolucionaria para la toma del poder y la construcción del socialismo, pero también una lucha guerrillera que se alejaba del aventurerismo y del simple terrorismo, aplicando la concepción y los métodos de los procesos revolucionarios de otros países, principalmente de la revolución cubana que había triunfado en 1959. Su derrota constituyó un gran alivio para la vieja oligarquía conformada, fundamentalmente, por los terratenientes, y también para todos los partidos de la derecha de aquellos años, incluido el APRA, de cuyas filas salieron, precisamente, los fundadores del MIR ante el convencimiento de que "la gran transformación" de la que hablaba Haya de la Torre no significaba más que una pose demagógica.



Los otros movimientos de aquella década no tuvieron la misma fuerza ni la misma importancia, pero correspondían también a la misma tendencia de la lucha por un nuevo sistema social.



Derrotados aquellos movimientos, un sector de las clases dominantes ligado al gamonalismo, se negó a realizar, por lo menos, algunos cambios que amenguaran la opresión y la miseria de las poblaciones campesinas y urbano-marginales, pese a que la administración norteamericana bajo la orientación de la Alianza para el Progreso había trazado un plan hemisférico para América Latina consistente en una serie de reformas que redistribuyera la riqueza para hacer frente al creciente descontento de las masas y al avance del comunismo y de las revoluciones tipo la Revolución Cubana, China, Vietnamita, Angoleña, etc. De ese letargo oligárquico fueron sacudidos por el golpe militar del 3 de octubre de 1968 bajo el comando institucional de las Fuerzas Armadas y su máximo jefe, el General Juan Velasco Alvarado. Par los barones del Azúcar y los viejos banqueros y grandes exportadores, la "revolución de las Fuerzas Armadas" no era sino el comunismo, sin darse cuenta de que el Perú ingresaba a un proceso de nueva modernización basada en los intereses de la burguesía industrial-financiera. De esta miopía de clase parasitaria, sólo escaparon algunos empresarios que se acomodaron al nuevo modelo desarrollista para hacer fortuna hasta consolidar su dominio de clase. Muchos de ellos formaron parte de los denominados "12 apóstoles" que se beneficiaron largamente con los dólares que el primer gobierno del APRA (1985-1990) les entregó para generar, supuestamente, el crecimiento económico del Perú.



Por supuesto que el desarrollismo burgués de la Fuerza Armada no pudo resolver los problemas del Perú, ya que no se salía de la órbita de la hegemonía del capitalismo internacional, no obstante algunas escaramuzas con el capital norteamericano por las políticas de las nacionalizaciones realizadas por el gobierno militar de la primera fase.



Tales frustraciones de transformación del país se dieron hasta la década de los 70 del siglo pasado. Las tres primeras, de indudable raigambre popular y revolucionaria. La tercera, de raíz reformista que hubiese permitido un proceso de modernización bajo la batuta de la burguesía industrial-financiera.



La frustración reformista dio paso al resurgimiento del movimiento revolucionario en el Perú bajo la presión del nuevo movimiento obrero y popular de las grandes ciudades, las huelgas de los trabajadores del campo y la ciudad, la influencia del avance del socialismo en el mundo y los nuevos movimientos guerrilleros en América Latina, más el aumento del descontento de las masas oprimidas, tanto de los obreros como de los campesinos y de la pequeña burguesía empobrecida. Al margen de estos hechos no se puede explicar el surgimiento de nuevos partidos revolucionarios, muchos de los cuales de abierta ideología marxista-leninista orientados a tomar el poder del Estado por la vía revolucionaria con la guerra popular como forma principal de lucha. En este contexto aparece SL y su preparación para el estallido de "su" revolución. Su aparición no puede ser vista como el mero producto de una "mente criminal", la de Abimael Guzmán, aun cuando este jefe senderista haya utilizado el terror para subyugar a quienes no pensaban como él, concepción y método ajenos al de todas las luchas revolucionarias del mundo, incluida la de Mao, su pretendido modelo de inspiración. El mismo hecho que SL no haya practicado ninguna política de alianzas con otros partidos de la izquierda peruana, dice mucho de su concepción dogmática y sectaria, el violentismo (no la violencia revolucionaria) de su línea y su metafísica del endiosamiento del líder, hasta convertirlo en "presidente Gonzalo" por anticipado, una diferencia abismal de concepción con otros jefes revolucionarios que solamente fueron considerados como comandantes de la lucha.



Si las condiciones en que se desenvuelve la sociedad peruana no cambian, como lo está indicado el propio Julio Cótler, de cuya ideología liberal no se puede dudar, si las desigualdades sociales van en aumento, ni no hay un horizonte de justicia futura en el marco de la actual democracia burguesa en el Perú, nuevos movimientos surgirán, incluso similares a SL. Entonces, los ideólogos de la burguesía volverían a dar explicaciones ajenas a nuestra realidad, enfilando sus acusaciones contra "fuerzas externas", como ya lo han hecho recientemente con motivo del movimiento indígena amazónico: ignorancia e intereses de clase, juntos.



El denominado "Museo de la Memoria" no es un factor que vaya a frenar el impulso de las masas oprimidas contra un sistema que crea más desigualdades económicas y sociales. El capitalismo ya no puede seguir manteniendo su "Estado del Bienestar" ni en la propia Europa de la otrora socialdemocracia. ¿O es que se puede frenar la lucha de clases con aparatos culturales sin cambiar las condiciones que dan origen a los enfrentamientos de clase? Lo ideal es que la transformación del Perú se realice pacíficamente, sin muchos sacrificios. Pero la propia Revolución Francesa ha demostrado que, en ciertas circunstancias, los que están en el poder se niegan a admitir los consejos y las peticiones.



SEGUNDO, EL SENDERISMO HA FRACASADO



Después de su derrota militar y política, SL se debate entre proseguir la lucha armada, por un lado, y recuperar presencia política a través de métodos de lucha legal, incluyendo la defensa de sus afiliados procesados o sentenciados, la lucha electoral coyuntural, la agitación política de "amnistía", la participación de su militancia libre en los sindicatos y organizaciones populares, su lucha ideológica en las universidades y otros centros de enseñanza, incluso privados. La propia exigencia de la autorización para el matrimonio de Abimael con la Iparraguirre es parte de esa lucha política.



Con excepción de la lucha armada que desarrolla en el VRAE y en una parte del Huallaga, nadie puede negar a los senderistas su derecho a participar en la vida política del país, como se pretende hoy desde las canteras más reaccionarias de la prensa y de la política de la derecha peruana. Estos sectores son los que han avalado y siguen avalando los asesinatos que comprometieron al Estado durante los doce años que duraron los enfrentamientos en la década de los 80 y principios de los 90 del siglo XX. Tienen razón quienes están considerando una alianza aprista-fujimorista para reiniciar una represión militarizada en las universidades públicas, principalmente en la Universidad de San Marcos.



Al margen de la fuerza que hoy tiene SL, que es muy débil frente a las masas oprimidas a las cuales pretende representar, su tendencia no es al desarrollo de esa fuerza. Su fracaso no solamente está en que fuera derrotada militar y políticamente, sino en el hecho de que su ideología se ha quedado estancada en el antifeudalismo de los 60 del siglo XX. Su idealización de la violencia al margen de las condiciones concretas de la lucha de clases le ha producido un rechazo en el pueblo y en los sectores progresistas, incluyendo las fuerzas de izquierda. ¿Cómo puede avanzar un movimiento que tira lanzas contra todos? Con SL no es posible discutir estas cosas porque su pensamiento es el único que posee todas las verdades juntas. En los sindicatos reclaman democracia cuando son minoría, pero cuando asumen la dirección de un gremio no permiten que nadie discuta nada. Poniendo de barriga a los apristas, estos "demócratas" tienen un comportamiento similar, como cuando dicen que no hay la corrupción que se viene denunciado en el Perú.



Por otro lado, fuera de Abimael Guzmán, no hay ningún otro dirigente importante capaz de discutir los problemas ideológicos y políticos de SL, ni sobre los problemas del Perú. Su discurso es el mismo, con citas fuera de contexto, con frases voluntaristas como los que leemos en ciertos correos electrónicos que nos llegan. Pretender discutir con los abogados Crespo y Fajardo es perder el tiempo y otorgarles un nivel que no tienen.



Un partido que ha demostrado su impunidad moral y su falta de autocrítica por lo asesinatos cometidos, no tiene capacidad para defender los derechos de los oprimidos, ni capacidad moral para combatir a la otra parte que, desde el Estado, también ha destruido vidas inocentes y no inocentes en condiciones de impunidad. Su desgaste moral e histórico es evidente. Su moral revolucionaria, si alguna vez existió, ya no existe. Las propias contradicciones entre los senderistas es prueba de que su desorientación es evidente, como el caso de los insultos de "Feliciano" contra Abimael Guzmán.



TERCERO, DESLINDAR CON SENDERO LUMINOSO



El deslinde ideológico con SL no será significativo si proviene desde la derecha, y mucho menos desde los neoliberales. La derecha carece de autoridad para rebatir los objetivos que SL dice perseguir, pues esa derecha constituye la beneficiaria de la situación de injusticia que vive el Perú. Sus ataques a SL aparecen como la defensa de sus exclusivos intereses de clase, de sus privilegios. Solamente la pequeña burguesía acomodada, los grandes funcionarios del Estado y del sector privado pueden hacerle coro como cuando el Presidente García amenaza con invadir las universidades. Este deslinde favorece a SL, pues le pone en ventaja evidente ante los sectores oprimidos del país. El periodista Federico Salazar, desde una derecha más liberal, plantea la cuestión del deslinde en forma más inteligente que los demás periodistas de la derecha peruana, pero él es, a lo sumo, un elemento aislado en medio de la mediocridad de una clase, cuyo único intelectual de renombre, Mario Vargas Llosa, es escuchado sólo por los neoliberales "orgánicos", pero no por el pueblo.



En el extremo del deslinde de la derecha se sitúa el fujimorismo, cuyo objetivo es instrumentar el rechazo a SL a favor de un retorno del Perú a los 90 vía las elecciones del 2011. De paso, indultar su corrupto y criminal jefe con su pandilla, juntos.



El verdadero deslinde con SL sólo puede provenir de la izquierda revolucionaria, de aquella que tiene como alternativa la lucha por el socialismo, por tanto, la lucha consecuente contra el capitalismo, cuya derrota de su modelo neoliberal es condición sine qua non para avanzar hacia el objetivo estratégico.





Sin ceder al violentismo metafísico de SL, la lucha revolucionaria no puede renunciar a ninguna forma de lucha de antemano, como ha ocurrido en el Ecuador, donde las masas insurgentes han debido recurrir a la violencia para traer abajo a tres gobernantes y dar paso al proceso político que hoy vive el Ecuador.



En el proceso de deslinde con SL es posible perfilar una nueva izquierda en el Perú, que cohesione a los sectores populares en una fuerza capaz de luchar por el poder y por la construcción del socialismo. Ese deslinde tampoco debe entenderse al margen de la lucha contra el capitalismo en el Perú y en el mundo. Es un deslinde teórico y práctico.



Lima, junio 22 del 2010