jueves, 31 de enero de 2008

Ataque a la Universidad Pública

Se nos remitió el siguiente mensaje que reproducimos:
El pasado viernes 26 de Octubre [2007] el consejo de ministros aprobó un Real Decreto que acaba con el modelo universitario de Diplomaturas y Licenciaturas tal y como las conocemos. El nuevo esquema que establece el Gobierno, según dicen, para responder a las necesidades de la sociedad y economía del conocimiento se compone básicamente de Grado y Máster. Pero, ¿qué supone esto en la práctica?

El Grado

1. Según define el RD en su Art.9: “El grado tiene como finalidad la obtención por parte del estudiante de una formación general orientada al ejercicio de actividades profesionales”. Es decir, lo que hasta la fecha conocíamos como FP.

2. Para alcanzar este objetivo el grado se reduce a 4 años, 240 créditos. ¿Cómo se distribuyen éstos?: 60 serán de formación básica, 60 directamente en práctica en empresa (por supuesto no pagadas) y entre 6 y 30 para el trabajo de fin de grado, ¿no se parece eso a una práctica en empresas?, restarían tan sólo ¡90 créditos (año y medio) de formación relacionada con la titulación en concreto!

3. Las atribuciones profesionales que actualmente se garantizan con las Licenciaturas y Diplomaturas desaparecen, arquitectos que no pueden firmar proyectos, filólogos sin idioma, licenciados en derecho ¿penal, civil, administrativo?, ¡NINGUNO! Obviamente la posibilidad de acceder al mercado laboral ¡SE REDUCE!
Ya que tu título no servirá de nada, serás un mero graduado en generalidades en tanto no te “especialices” con el posgrado.

4. El grado por tanto consiste en una “formación general”, básica y poco especializada dirigida a la creación de una bolsa de trabajadores precarios y dóciles.

El Posgrado

1. Si quieres obtener atribuciones tendrás que pagarte un Máster. Es decir, la educación de calidad El Postgrado queda reservada para los pocos que puedan pagar precios entre 3 y 6 veces más de los actuales.

2. Y he aquí el gran problema: la Educación Superior y el conocimiento provocan gastos. Y la genial idea de nuestros políticos no es otra que promover la inversión privada en el conocimiento. Tendremos Máster en ingeniería mecánica (Toyota), en telecomunicaciones (Telefónica), en informática (IBM), en minería (Repsol),… Pero, ¿y el máster en lengua antigua?, ¿y en historia medieval?, ¿y en arte precolombino?... ¿Qué empresa financiará este “conocimiento tan poco productivo”?

3. Es la ANECA, un organismo no universitario donde se encuentran representadas las empresas de forma directa, quien evalúa y determina los Planes de Estudio (el contenido) de las distintas titulaciones de Grados, Máster y Doctorado. Es la ANECA, un grupo de empresarios, quien decidirá qué debemos y qué no debemos estudiar (Art.25 del RD).

4. Al respecto de las altas tasas de matrícula del posgrado, no hay que preocuparse, ya vivimos la sustitución de las tradicionales y “poco eficientes” becas por la beca-préstamo (que ya hoy nos ofrece el BSCH), y que, se devuelven a un futuro, para obligarte a aceptar las condiciones laborales sin chistar por miedo a perder tu casa… ¡pasaremos a salir hipotecados de la Universidad!

5. Finalmente para evitar que la Universidad siga siendo un “gasto” para el Estado la Ley de Financiación de Universidades de la Junta de Andalucía resuelve: “Universidades deben financiarse más por lo que hacen que por lo que son”. Es decir, ese nuevo modelo de financiación tendrá en cuenta la participación de profesores en programas internacionales, el bilingüismo de los alumnos, y sobre todo, cuanto tardan los licenciados en encontrar trabajo de su especialidad, y cuantos titulados crean empresas propias en los tres años siguientes a su graduación. Por lo tanto, con este modelo no se financia la transmisión y producción de conocimiento, lo cual hace pensar que aquellas titulaciones relacionadas con las Humanidades que no cumplen con los requisitos para financiarse estén destinadas a desaparecer (filologías…).

Conclusiones

1. La universidad se convierte en una fábrica de precarios, el Eurocrédito (1 crédito ECTS = 30 horas) clarifica y abunda en esta función, nuestra matrícula de 60 créditos supondrá una media de 35 horas semanales de permanencia obligatoria (una jornada laboral no remunerada sino pagada) en la universidad, de las cuales ¡sólo 10 horas serán lectivas!, el resto tendremos seminarios, biblioteca, trabajo en grupo, etc. Por otra parte, a aquellos estudiantes que necesiten trabajar les será imposible compaginar los estudios con el trabajo.

2. Aquellos que cursáis estudios “a la antigua” sufriréis la homologación con las nuevas titulaciones devaluadas. Vuestro título, en la calle, se convertirá en grado.

3. Este Real Decreto representa un paso más en la aplicación de la LOU. La misma LOU que aprobó Aznar y contra la que se movilizó toda la comunidad universitaria, con ZP en las cabeceras de las manifestaciones prometiendo su derogación si llegaba al gobierno. Sin embargo, Zapatero, una vez en el gobierno, faltando a sus promesas y con el acuerdo de la supuesta izquierda política y sindical, mantuvo y profundizó la LOU ajustándola aún más a la Declaración de Bolonia y al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). FRENTE A TODO ESTO ES NECESARIO: Promover una gran campaña de información y debata abierta a toda la comunidad universitaria (estudiantes, profesores y trabajadores).

Exigir a nuestros representantes de las Delegaciones de Alumnos que nos informen, se posicionen y movilicen contra la LOU y los Reales Decretos que atentan contra la Educación Pública.Denunciar al Gobierno ZP por avanzar hacia la privatización de la Educación.
Y finalmente,¡EXIGIR LA DEROGACIÓN DE ESTE DECRETO!

(Por favor, si eres estudiante pásalo para que todos estén al tanto de todo, y si no lo eres hazlo también por todos los que si lo somos. GRACIAS)



Transmitimos este mensaje porque grafica como se esta llevando a cabo el plan neoliberal para acabar con el sistema universitario e imponer un sistema totalmente al servicio de la empresa privada. Así como en un momento se remataron las empresas estatales por consejo del FMI y del BM para que el capital transnacional lo comprara y se hiciera de grandes ganancias al prestar servicios que por derecho conquistado los pueblos le exigían a sus Estados (para el neoliberalismo la mínima intervención del Estado es una frase que indica la dedicación exclusiva del Estado a garantizar sus "inversiones" y a reprimir la protesta social).

Se esta cocinando una nueva Ley Universitaria que no escapa de los dictámenes neoliberales, en el país el APRA ya ha demostrado la astucia que tiene para hacerse del poder en las universidades estatales (en el momento actual el partido aprista debe estar buscando una correlación favorable que le permita aprobar su ley en un escenario favorable). El proceso privatizador de las universidades comenzó con Fujimori y se extiende hasta el día de hoy por ello es una irresponsabilidad criminal creer que será posible afrontar esta nueva embestida contra la Universidad Pública sin fortalecer los gremios estudiantiles con nuevos métodos de más democráticos y organizar políticamente al estudiantado para que sea capaz de proponer y sostener un programa alternativo al que se pretende implementar.

Agregamos por ello un enlace a un artículo publicado en EL PAÍS.com que expone claramente el discurso neoliberal :
http://www.elpais.com/articulo/economia/Suspenso/economia/conocimiento/elpepueconeg/20070325elpnegeco_1/TesY agregamos también un enlace a un articulo de CAOS EN LA RED que expone como se implementa el plan Bolonia en España: http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=50605

miércoles, 23 de enero de 2008

Mayo `68: El año en que cambió el mundo





El movimiento de mayo ´68 tuvo mucho significado para los estudiantes universitarios porque les brindo la oportunidad de apreciar de cerca la construcción de una situación revolucionaria basada en la democracia directa, la lucha en las calles y antagonismo pleno con toda forma conservadora que para entonces significaba burguesa. El papel de los partidos políticos en la Universidad también se hizo relevante, es necesario pues sacar lecciones al respecto, para que se cometan los mismos errores de aquellas épocas, teniendo siempre en cuenta que en Latinoamérica las luchas estudiantiles son de mayor data, con la limitación que el programa de reforma enarbolado los aísla del movimiento proletario y social.








El año en que cambió el mundo / Vicente Verdú




En 2008 se cumple el 40º aniversario de un momento clave del siglo XX. París, San Francisco, Praga, Vietnam. Muchas mechas prendieron a la vez y una generación de jóvenes se rebeló contra el modelo de sociedad burguesa. Su moral represiva se combatía con la liberación sexual, el placer inmediato de las drogas, el ‘rock and roll’. Aquellos chicos, lejos de avergonzarse de su inmadurez, sacaron pecho. Se gritaba “la imaginación al poder”. Pero, ¿qué imaginación?, ¿y qué poder? Aliados de la lucha obrera, los ‘sesentayochistas’ pertenecían en su mayoría a las clases acomodadas. Negaron el consumo y acabaron siendo sus máximos aliados. Promovieron la revolución social desde el superindividualismo. Las contradicciones del 68 son numerosas. Pero de cada una de ellas saltó una chispa. Y entre todas forman una luz que sigue iluminando el mundo cuarenta años después.

"Desear la realidad está bien, realizar los deseos está mejor”. La consigna no dejaba lugar a dudas, puesto que a la revolución de 1968 dejaba olisquear desde lejos los tufos que caracterizan a la orgía. La misma significación medular se encerraba en el “ser realistas, pedir lo imposible”, o, lo que es lo mismo, que todo lo soñado se cumpliera y que cualquier bien llegara a las manos con el simple derecho de existir. No podía, pues, considerarse extraño que los detractores observaran el movimiento como una pataleta de hijos mimados. Y obscenos.

El talante dionisiaco del 68 se oponía al orden sexual que reinaba en la sociedad burguesa, y ello constituyó el núcleo basal de la revuelta. Una revuelta generada no por fuerzas masónicas ni porque hubiera subido el precio del trigo al modo de la revolución de 1789, sino por la potencia del orgón.

Todas las críticas a los fuegos de artificio político del 68 no tienen en cuenta su hoguera fundamental, encendida desde el sexo, y gracias, decisivamente, al movimiento de liberación de la mujer. Sin el concurso de la liberación femenina no habría sido posible llegar a nada, pero con su complicidad saltaron los tabiques del tinglado tradicional.




El capitalismo, sin embargo, se mantuvo airosamente en pie. Más aún: el odiado capitalismo mutó su antigua piel por un satén de irisados colores, y con ello obtuvo capacidad para respirar mejor y desarrollarse como una verbena de consumo agregada a la fiesta del orgasmo, el antiautoritarismo, la aventura y el amor a la revolución.



Daniel Bell presagiaba en Las contradicciones culturales del capitalismo el conflicto que podría crearse cuando la ética del trabajo, derivada del ascetismo protestante, fuera asaltada por un modo de vida basado en el goce inmediato y el placer consumista. Pero el conflicto no creó jamás parálisis, sino, por el contrario, un efecto acelerador. Así, el libro más citado y célebre de Bell ha ido convirtiéndose en su obra más acertada si se lee, aproximadamente, en sentido inverso. Contradicciones en el sistema, sí; pero en lugar de romper el mecanismo, como creían Bell y los del ’68, se registró un superaccidente de cuya energía el capitalismo salió tan rejuvenecido como por un exfoliante de Clarins.



Los años sesenta constituyen la década crucial en que el conspicuo capitalismo de producción, oscuro, austero y represor, empezó a girar hacia el cromatismo musical del capitalismo de consumo. Mayo del ’68 significó, para los analistas sociopolíticos, la cristalización conjunta del malestar obrero, el malestar estudiantil en la universidad y la explosión del reino juvenil que estaba cociéndose desde los años ’20.



En 1925, Ortega y Gasset repetía en La deshumanización del arte su constatación, entonces asombrosa, de que los muchachos, en lugar de avergonzarse por su inmadurez y esforzarse en adoptar hechuras de viejo para ganar reputación, empezaban a sentirse ufanos de su apariencia.
¿Qué significaba esta traslación al look? Tenía que ver con que el viejo había perdido liderazgo.
Mayo del ’68 fue el éxito de la cohorte juvenil que cabalgó sobre la cresta de los espasmos ideológicos, artísticos y económicos, mientras ganaba la relevancia que sus mayores dilapidaron con el fracaso humano de las dos guerras mundiales. El creciente valor de la materia joven significó un vuelco en la jerarquía de todos los valores. El prototipo burgués basaba su moral en tres virtudes capitales: el ahorro, la utilidad y la finalidad. Mayo del ’68 y su máximo motor emocional refutaba cada uno de esos principios. Frente al ahorro y la contención sexual, propugnaba el gasto orgasmático (la energía del orgón que teorizó Wilhelm Reich); frente a la renuncia, el placer sin espera.



El ahorro se reveló entonces equivalente a la represión (el ahorro de sexo femenino hasta la boda), y la utilidad o la finalidad se manifestaron como la marca desencantada del proyecto y de la acción. Mayo del ‘68, encarnado en la orgía, empujaba en la otra dirección. Frente al ahorro represivo, el gasto; contra la calculada utilidad, la inmediatez, y frente a la finalidad, la aventura. La reunión de estos tres elementos dibuja el triángulo de la cultura de consumo. Maldecir ahora la sociedad de consumo resulta tan pesado como rancio, pero entonces era una manera joven y anticapitalista de ser. Para José Luis Aranguren (Cuadernos para el Diálogo), el consumismo era “un reduccionismo economicista de la vida”, y para Jean Baudrillard, “constituía un sistema que se hallaba en trance de destruir las bases del ser humano” (La societé de consommation, Denoël, 1970). Esta era la doctrina central. Y la paradoja, por tanto, era ésta: los presupuestos de la revolución sesentayochista procedían de la sociedad de consumo que crecía bajo sus pies, pero sus líderes repudiaban con vehemencia el consumismo, siendo ellos, por excelencia, grandes consumistas: del tiempo, del sexo, de los derechos, de los mass media.



De hecho, tanto Mayo del ’68 como el sistema de consumo son inconcebibles sin la gigantesca explosión de los mass media. La comunicación de masas y el consumo de masas, la fiesta y el contagio sesentayochistas fueron cruzándose en una copulación reproductora. De ahí que la revuelta fuera, de una parte, muy amplia, a la manera de una endemia, y de otra, muy efímera. Los media difundieron la nueva visión de la sociedad, la universidad, la psiquiatría, la familia, la escuela, la relación intersexual, los derechos de la mujer, y recrearon, con su ejercicio, la composición de una estampa nueva. Cuarenta años después no vale la pena calificar de éxito o fracaso aquella subversión porque sus vindicaciones se han inscripto en el alma social como un bordado del mismo hilo.



Sin la mujer, en suma, no habría sido factible la fiesta del ’68, y gracias a su vigoroso movimiento de liberación se emanciparon dos o tres sexos a la vez. El suyo, que funcionaba como gran policía de las buenas costumbres, y el sexo masculino, que obtuvo la inesperada franquicia para intercambiar sus deseos con los de sus parejas. Aquella renuncia a llevar sujetador fue literalmente la pérdida del sujetador.



No hubo tiempo para culminar la gran idea sexualista, pero ¿quién duda de que se consumaron muchos cortejos? Buena parte de la guerra de generaciones de entonces procedía no tanto del choque maoísta con los progenitores como de la incompatiblidad entre sus dictámenes sobre el sexo y el matrimonio y la teorética del amor libre. Muchas o todas las comunas fracasaron, y prácticamente cualquier intento de tríos a la manera de Jules et Jim provocaron neurosis; pero tanto Truffaut como nosotros, sus coetáneos, no desperdiciamos la oportunidad para ensayar.
De ahí aquello tan conocido de “la imaginación al poder”. ¿Qué imaginación? ¿Qué poder? Todo aquello que procedía de inaugurar excitadamente una transgresora, soñada y revolucionaria realidad sexual. El LSD, la marihuana, el hachís, la droga en general aureolaba la juerga, y si fue, de un lado, una complacencia en el placer individual, fue, de otro, un signo de oro para señalar el nuevo momento del valor.



Con la droga se obtenía gozo inmediato, sin esperas. Al igual que sucedía con las adquisiciones a plazos o con las hipotecas después. Primeramente se accedía al bien, y más tarde llegaban los efectos secundarios. Todo lo contrario a la ecuación de las generaciones precedentes al ’68, que primero ponían la abnegación, el ahorro, la espera, y más tarde optaban a la debida compensación.



La inversión de este enunciado canónico, proyectado en casi todos los ámbitos de la realidad, decidió el rumbo de la cultura. Los sesentayochistas fueron los grandes promotores del consumo, negando, sin embargo, el consumo. Grandes promotores de la revolución social siendo superindividualistas. Formidables aliados de las protestas de la clase baja cuando, en su mayoría, procedían de la clase alta o media alta.

Las contradicciones de Mayo del ‘68 son tantas que hacen aún más brillante su memoria. De cada contradicción brota una chispa, y de todas ellas, una luminaria que, si fracasó en sus objetivos políticos explícitos, ha triunfado rotundamente en el deslizamiento de sus intuiciones y emociones sustanciales. Gran éxito de la feminidad, sin duda.

De: El País de Madrid.

COMUNISTA ANTONIO GRAMSCI y los traidores de Avanti


Siempre consideramos que la mejor manera de homenajear a un revolucionario es continuar con la lucha denodada contra el capitalismo, aprender de su ejemplo tanto como de sus libros. Antonio Gramsci nos revela en este informe los aspectos objetivos y subjetivos de la expresion de la lucha de clases concreta, entre sus distintos aspectos notamos el papel traidor del grupo Avanti.

EL MOVIMIENTO TURINENSE DE LOS CONSEJOS DE FÁBRICA


(Informe enviado, en julio de 1920, al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista)[1]

Uno de los miembros de la delegación italiana, llegado poco ha de la Rusia soviética, refirió a los trabajadores turineses que la tribuna destinada a la delegación a Kronstadt estaba adornada con la siguiente inscripción: "Viva la huelga general turinesa de abril 1920".

Los obreros acogieron esta noticia con sumo placer y con gran satisfacción. La mayor parte de los componentes de la delegación italiana que había ido a Rusia habían sido contrarios a la huelga general de abril. Estos sostenían, en sus artículos contra la huelga, que los obreros turineses habían sido víctimas de una ilusión y habían sobrestimado la importancia de la huelga.
Los trabajadores turineses acogieron, sin embargo, con sumo gusto del acto de simpatía de los compañeros de Kronstadt, diciendo: "Nuestros compañeros comunistas rusos han comprendido y valorado la importancia de la huelga de abril mejor que los oportunistas italianos, dando con ello una buena lección a estos últimos".

La huelga de abril [2]

El movimiento turinés de abril constituyó, en efecto, un grandioso acontecimiento en la historia, no sólo del proletariado italiano, sino del europeo, y aun podemos decir en la historia del proletariado de todo el mundo.
Por vez primera en la historia, se dio el caso de un proletariado que emprende la lucha por él con­trol de la producción, sin haber sido impelido a la acción por el hambre ni por el paro. Además, no fue sólo una minoría, una vanguardia de la clase trabajadora la que emprendió la lucha, sino que en­tró en la liza la masa entera de los trabajadores de Turín, sin preocuparse de las privaciones ni de los sacrificios y permaneciendo en pie de guerra hasta el fin.
Los huelguistas del metal mantuvieron el paro por espacio de un mes; las demás categorías, diez días. La huelga general de los últimos diez días se ex­tendió a todo el Piamonte, movilizando a cerca de medio millón de obreros industriales y agrícolas e involucrando por consiguiente a cerca de cuatro millones de habitantes.

Los capitalistas italianos pusieron en tensión todas sus fuerzas para sofocar el movimiento obrero turinés; todos los medios del Estado burgués fueron puestos a su disposición, mientras que los obreros sostuvieron la lucha sin ninguna ayuda por parte de la dirección del Partido Socialista ni de la Confederación General del Trabajo. Así, los dirigentes del Partido y de la Confederación escarnecieron a los trabajadores turineses e hicieron todo lo posible para disuadir a los trabajadores y campesinos italianos de llevar a cabo cualquier acción revolucio­naria tendente a manifestar su solidaridad con sus hermanos de Turín y a prestarles así una eficaz ayuda.
Mas los obreros turineses no perdieron por eso los ánimos. Soportaron valientemente todo el peso de la reacción capitalista, observaron la disciplina hasta el último momento y permanecieron fieles a la bandera del comunismo y de la revolución mundial hasta después de la derrota.

Anarquistas y sindicalistas

La propaganda de los anarquistas y sindicalistas contra la disciplina de partido y de la dictadura del proletariado no ejerció ninguna influencia sobre las masas, aun cuando, a causa de la traición de los dirigentes, la huelga terminara con la derrota. Los trabajadores turineses se juramentaron, pues, para intensificar la lucha revolucionaria y proyectarla sobre dos frentes: contra la burguesía victoriosa, por una parte, y por la otra contra los jefes traidores.

La conciencia y la disciplina revolucionarias, de las que las masas turinesas han dado pruebas, tienen su base histórica en las condiciones económicas y políticas a través de las que se ha desarrollado la lucha de clases en Turín.

Turín es un centro de carácter eminentemente industrial. Casi las tres cuartas partes de la población, que cuenta medio millón de habitantes, está compuesta de obreros. Los elementos pequeño-burgueses constituyen una muy pequeña proporción del censo En Turín existe, además, una compacta masa de empleados y técnicos, quienes están organizados en los sindicatos adheridos a la Cámara del Trabajo. Estos estuvieron a lo largo de todas las grandes huelgas siempre al lado de los obreros, y, si no todos ellos, por lo menos la mayor parte, han adquirido la mentalidad del verdadero proletario, en la lucha contra el capital, por la revolución y el comunismo.

La producción industrial

La producción turinesa está, vista desde fuera, perfectamente centralizada y es totalmente homogénea. La industria metalúrgica, con cerca de cincuenta mil obreros y diez mil empleados y técnicos, ocupa el primer lugar. Sólo en las fábricas Fiat trabajan treinta y cinco mil obreros, empleados y técnicos; en las principales fábricas de dicha empresa están trabajando dieciséis mil obreros en la construcción de automóviles de todo tipo, de acuerdo con los sistemas más modernos y perfeccionados. La producción de automóviles constituye la característica de la industria metalúrgica turinesa. La mayor parte de las maestranzas está integrada por obreros calificados y por técnicos, que no tienen, empero, la mentalidad pequeño-burguesa de los obreros calificados de los demás países, especialmente de Inglaterra.

La producción automovilística, que ocupa el primer puesto en la industria metalúrgica, mantiene supeditadas otras ramas de la producción, tales como la industria de la madera y la de la goma.

Los metalúrgicos forman la vanguardia del proletariado turinés. Dadas las particularidades de esta industria, todo movimiento iniciado por sus obreros se convierte en un movimiento general de masas y adquiere un carácter político y revolucionario, aunque al iniciarse no persiga sino objetivos meramente sindicales, es decir, económicos.

Turín posee una sola organización sindical importante, fuerte de noventa mil adherentes, la Cámara del Trabajo. Los grupos anarquistas y sindicalistas existentes no poseen casi ninguna influencia sobre la masa obrera, que está, firme y decididamente, del lado de las secciones del Partido Socialista y se halla integrada, en su mayor parte, por obreros comunistas.
El movimiento comunista dispone de las siguientes organizaciones de combate: la sección del Par­tido, con 1,500 inscritos, veintiocho círculos, con diez mil socios, y veintitrés organizaciones juveniles, con dos mil socios.

En todas las empresas existe un grupo comunista permanente, con una dirección propia. Los grupos aislados se unen, según la situación topográfica de su empresa, formando grupos de barriada, los cuales tienen a su frente un comité directivo en el seno de la sección del Partido, quien concentra en su mano todo el movimiento comunista de la ciudad así como la dirección de la masa obrera.

Turín, capital de Italia

Antes de la revolución burguesa, que creó el actual orden burgués en Italia, Turín era la capital de un pequeño Estado, que comprendía el Piamonte, la Liguria y Cerdeña. En aquella época, predominaba en Turín la pequeña industria y el comercio.
Tras la unificación del reino de Italia y el traslado de la capital a Roma, parecía que Turín debía correr el peligro de perder su importancia. Pero la ciudad superó en breve tiempo la crisis económica, y se convirtió en uno de los centros industriales más importantes de Italia. Puede decirse que este país cuenta con tres capitales: Roma, como centro administrativo del Estado burgués, Milán, como centro comercial y financiero del país (todos los bancos, oficinas comerciales e instituciones financieras están concentrados en Milán), y, finalmente, Turín, como centro industrial, en el que la producción ha alcanzado el máximo grado de desarrollo. Con el traslado de la capital a Roma, emigró de Turín toda la pequeña y media burguesía intelectual, que administró al nuevo Estado burgués el personal administrativo necesario para su funcionamiento. El desarrollo de la gran industria atrajo, en cambio, a Turín la flor de la clase obrera italiana. El proceso de desarrollo de esta ciudad es, desde el punto de vista de la historia italiana y de la revolución proletaria de Italia, interesantísimo.

El proletariado turinés se convierte así en el dirigente espiritual de las masas obreras italianas vinculadas a esta ciudad por muchas relaciones: parentela, tradición, historia y otras ligaciones de índole espiritual (el ideal de todo obrero italiano es hoy el de poder trabajar en Turín).

Todo eso explica el porqué las masas obreras de toda Italia estaban deseosas —oponiéndose a veces a la voluntad de los jefes— de manifestar su solidaridad con la huelga general de Turín. Dichas masas ven en esta ciudad el centro, la capital de la revolución comunista, el Petrogrado de la revolución proletaria de Italia.

Dos insurrecciones armadas

Durante la guerra imperialista de 1914-18, Turín vivió dos insurrecciones armadas: la primera, que estalló en mayo de 1915, tenía por objetivo impedir la intervención de Italia en la guerra contra Alemania (en dicha ocasión fue saqueada la Casa del pueblo); la segunda, en agosto de 1917, tomó el carácter de lucha revolucionaria armada en gran escala.
La noticia de la Revolución de marzo
[3] en Rusia fue acogida en Turín con indescriptible júbilo. Los obreros lloraban de emoción al enterarse de aquel acontecimiento en que el poder del zar había sido derrocado por los obreros de Petrogrado. Pero los trabajadores turineses no se dejaron engatusar por la fraseología demagógica de Kerenski y de los mencheviques. Cuando, en julio de 1917, llegó a Turín la misión enviada a la Europa occidental por el Soviet de Petrogrado, los delegados Smirnov y Goldemberg, que se presentaron ante una muchedumbre de cincuenta mil obreros, fueron saludados con ensordecedores gritos de: "¡Viva Lenin! ¡Vivan los bolcheviques!"

Goldemberg no se explicaba esta calurosa acogida. No llegaba a comprender cómo el compañero Lenin fuera tan popular entre los obreros turineses. Porque no hay que olvidar que este episodio tuvo lugar después de la represión de la insurrección bolchevique del mes de julio, con motivo de la cual la prensa burguesa italiana se despachó a su gusto insultando a Lenin y a los bolcheviques llamándoles bandidos, intrigantes, agentes y espías del imperialismo germánico.

Desde el inicio de la guerra italiana (24 mayo 1915), el proletariado turinés no había realizado ninguna manifestación de masas.

Barricadas, trincheras, alambradas

El imponente comicio organizado en honor de los delegados del Soviet petrogradense marcó el comienzo de un nuevo periodo de movimientos de masas. Todavía no había transcurrido un mes cuando los trabajadores turinenses se levantaron en armas contra el imperialismo y el militarismo italianos. La insurrección estalló el 23 de agosto de 1917. Por espacio de cinco días los obreros combatieron en las calles de la ciudad. Los insurgentes, que disponían de fusiles, granadas y ametralladoras, lograron ocupar hasta algunos barrios de la ciudad e intentaron tres o cuatro veces adueñarse del centro, en donde se encuentran las instituciones gubernativas y los mandos militares.

Pero los dos años de guerra y de reacción habían debilitado la ya fuerte organización del proletaria­do, y los obreros, faltos de armamento adecuado, fueron vencidos. En vano esperaron el apoyo por parte de los soldados, los cuales se dejaron engañar por la insinuación de que el levantamiento había sido inspirado por los alemanes.

El pueblo levantó barricadas, cavó trincheras, rodeó algunos barrios con alambradas dotadas de corriente eléctrica y rechazó por espacio de cinco días todos los ataques de las tropas y de la policía. Cayeron más de 500 obreros, y más de 2.000 fueron gravemente heridos. Tras la derrota, los mejores elementos fueron arrestados y deportados, y el movimiento proletario perdió empuje revolucionario. Mas los sentimientos del proletariado turinés permanecieron inmutables.

Una prueba de ello la encontramos en el siguiente episodio: poco tiempo después de la insurrección de agosto tuvieron lugar las elecciones para el Consejo administrativo de la Alianza cooperativa turinesa, inmensa organización que abastece a una cuarta parte de la población de Turín.

La Alianza cooperativa

La A.C.T. (Alianza Cooperativa Turinesa) se compone de la Cooperativa ferroviaria y de la Asociación general de los obreros. Desde hacía muchos años la sección socialista venía ocupando el Consejo de administración, pero ahora la sección no estaba en disposición de llevar a efecto una activa agita­ción en el seno de las masas obreras.

El capital de la Alianza estaba en su mayor parte constituido por acciones de la cooperativa ferroviaria perteneciente a los ferroviarios y a sus familias. El desarrollo adquirido por la Alianza había aumentado el valor de las acciones desde 50 a 700 liras. El Partido consiguió persuadir a los accionistas de que una cooperativa obrera tiene como objetivo no la ganancia de los particulares, sino el reforzamiento de los medios de lucha revolucionaria, y los accionistas se conformaron con un dividendo del tres y medio por ciento sobre el valor nominal de 50 liras mejor que sobre el valor real de 700. Después de la insurrección de agosto, se formó, con el apoyo de la policía y de la prensa burguesa y reformista, un comité de ferroviarios que se propuso quitar al Partido Socialista el predominio en el consejo administrativo. A los accionistas se les prometió la liquidación inmediata de la diferencia 650 liras entre el valor nominal y el corriente de todas las acciones; a los ferroviarios se les prometieron diversas prerrogativas en la distribución de los géneros alimenticios. Los reformistas traidores y la »prensa burguesa pusieron en acción todos los medios de propaganda y de agitación al objeto de transformar la cooperativa de organización obrera en empresa comercial de carácter pequeño-burgués. La clase obrera estaba expuesta a persecuciones de todo género. La censura apagó la voz de la sección socialista. Pero pese a todas las persecuciones y a todas las violencias, los socialistas, que ni por un solo instante habían abandonado su punto de vista de que la cooperativa obrera era un medio de la lucha de clases, obtuvieron de nuevo la mayoría en la dirección de la Alianza cooperativa.

El Partido socialista obtuvo 700 votos sobre un total de 800, aun cuando la mayoría de los electores eran empleados ferroviarios, de quienes se esperaba que, después de la derrota de la insurrección de agosto, manifestarían una cierta vacilación y aun quizá cierta tendencia reaccionaria.

En la postguerra

Después del fin de la guerra imperialista el movimiento proletario hizo rápidos progresos. La masa obrera dé Turín comprendió que el periodo histórico abierto por la guerra era muy diferente de la época que precedió al conflicto. La clase obrera turinesa intuyó al instante que la III Internacional es una organización del proletariado mundial para la dirección de la guerra civil, para la conquista del poder político, para la instauración de la dictadura proletaria, para la creación de un nuevo orden en las relaciones económicas y sociales.
Los problemas de la revolución, económicos y políticos, fueron objeto de discusión en todas las asambleas de los obreros. Las mejores fuerzas de la vanguardia obrera se reunieron para difundir un semanario de orientación comunista, el "Ordine Nuovo". En las columnas de este semanario se trataron los varios problemas de la revolución; -la organización revolucionaria de las masas que debían conquistar los sindicatos para la causa del comunismo; el traslado de la lucha sindical desde el campo mezquinamente corporativista y reformista al terreno de la lucha revolucionaria, del control sobre la producción y de la dictadura del proletariado. Igualmente fue puesta en el orden del día la cuestión de los Consejos de fábrica.

En las empresas turinesas existían ya de antes comités obreros, reconocidos por los capitalistas, y algunos de dichos comités habían ya emprendido la lucha contra el funcionarismo, contra el espíritu reformista y las tendencias constitucionales de los sindicatos.

Mas la mayor parte de esos comités no eran sino criaturas de los sindicatos; las listas de los candidatos .para tales comités (comisiones internas) eran propuestas por las organizaciones sindicales, las cuales escogían a los obreros de tendencia oportunista que no causaran disgustos a los patronos y que sofocaran desde el principio toda acción de masas. Los partidarios de "Ordine Nuovo" propugnaron en la primera línea de su propaganda la transformación de las comisiones internas y el principio de que la formación de las listas de los candidatos procediera del seno de la masa obrera y no de las cimas de la burocracia sindical. Las tareas que tales partidarios asignaron a los Consejos de fábrica fueron el control sobre la producción, el armamento y la preparación militar de las masas, así como la educación política y técnica. Esos Consejos debían dejar de ser los viejos perros guardianes de los intereses de las clases dominantes, así como tenían que abstenerse de frenar a las masas en sus acciones contra el régimen capitalista.

El entusiasmo por los Consejos

La propaganda pro-Consejos de fábrica fue acogida con entusiasmo por las masas; en el curso de medio año fueron constituidos Consejos en todas las fábricas y talleres metalúrgicos, y los comunistas conquistaron la mayoría en el sindicato del metal; el principio de los Consejos de fábrica y del control sobre la producción fue aprobado y aceptado por la mayoría del congreso y por la mayor parte de los sindicatos pertenecientes a la Cámara del Trabajo.

La organización de los Consejos de fábrica se basa sobre los siguientes principios: en toda fábrica, en todo taller hay un organismo constituido sobre la basé de la representación (y no sobre la antigua base del sistema burocrático), el cual vela por la fuerza del proletariado, lucha contra el orden capitalista o ejerce el control sobre la producción, educando a toda la masa obrera para la lucha revolucionaria y por la creación del Estado obrero. El Consejo de fábrica debe estar formado de acuerdo con el principio de la organización por industria, y debe representar para la clase obrera el modelo de la sociedad comunista, a la que se llegará a través de la dictadura del proletariado.

En esta sociedad no existirán divisiones de clases, todas las relaciones sociales serán reguladas de conformidad con las exigencias técnicas de la producción y de la organización correspondiente y no estarán subordinadas a un poder estatal organizado. La clase obrera debe comprender toda la belleza y nobleza del ideal por el que lucha y se sacrifica; debe darse cuenta que para alcanzar tal ideal es necesario pasar a través de determinadas etapas; debe reconocer la necesidad de la disciplina revolucionaria y de la dictadura. Toda empresa se subdivide en secciones, cada sección en brigadas de oficio. Toda brigada ejecuta una parte determinada del trabajo, y los obreros de toda escuadra eligen a uno de ellos con mandato imperativo y condicionado. La asamblea de los delegados de toda la empresa forma un Consejo, quien elige de su seno un comité ejecutivo. La asamblea de los secretarios políticos de los comités ejecutivos forma un comité central de los Consejos, quien elige de su seno un comité local de estudio
[4] para la organización de la propaganda, la elaboración de los planes de trabajo, para la aprobación de los proyectos y de las propuestas de cada una de las empresas y asimismo de las de cada uno de los obreros, y finalmente para la dirección general de todo el movimiento.

Consejos y comisiones internas durante las huelgas

Algunas tareas de los Consejos de fábrica tienen carácter puramente técnico así como industrial, como por ejemplo, el control del personal técnico, el licenciamiento de los subordinados que se muestran enemigos de la clase obrera, la lucha con la dirección por la conquista de derechos y de libertades; el control de la producción de la empresa y de las operaciones financieras.

Los Consejos de fábrica echaron pronto raíces. Las masas acogieron voluntariamente esta forma de organización comunista, formaron en torno a los comités ejecutivos y apoyaron enérgicamente la lucha contra la autocracia capitalista. Pese a que ni los industriales, ni la burocracia sindical quisieron reconocer los Consejos ni los comités, éstos obtuvieron, con todo, notables éxitos: aplastaron a los agentes y a los espías de los capitalistas, establecieron relaciones con los empleados y con los técnicos con objeto de conseguir informaciones de índole financiera e industrial; en cuanto a los asuntos de la empresa, concentraron en sus manos el poder disciplinario y demostraron a las masas desunidas y disgregadas lo que significa la gestión directa de los obreros en la fábrica.

La actividad de los Consejos y de las comisiones internas se manifestó con el máximo de claridad durante las huelgas. Estas huelgas perdieron su carácter impulsivo, fortuito, y se convirtieron en la expresión de la actividad consciente de las masas revolucionarias. La organización técnica de los Consejos y de las comisiones internas, su capacidad de acción se perfeccionó hasta el extremo de ser posible conseguir en cinco minutos la suspensión del trabajo en 42 secciones de la Fiat. El 3 de diciembre de 1919 los Consejos de fábrica dieron una prueba fehaciente de su capacidad en la dirección de movimientos de masas en gran estilo; de acuerdo con las órdenes de la sección socialista, que concentraba en sus manos todo el mecanismo del movimiento de masa, los Consejos de fábrica movilizaron sin ninguna preparación previa, en el curso de una hora, ciento veinte mil obreros, encuadrados por empresas. Una hora después se precipitó el ejército proletario como una avalancha hasta el centro de la ciudad y limpió las calles y plazas de toda la faramalla nacionalista y militarista.
Al frente del movimiento por la constitución de los Consejos de fábrica estuvieron los comunistas pertenecientes a la sección socialista y a las organizaciones sindicales; tomaron también parte en la tarea los anarquistas, quienes intentaron oponerse con su ampulosa fraseología al lenguaje claro y preciso de los comunistas marxistas.

El movimiento se encontró, empero, con la encarnizada resistencia de los funcionarios sindicales, de la dirección del Partido Socialista y de "Avanti". La polémica de esa gente se basaba en la diferencia entre el concepto de Consejo de fábrica y el de Soviet. Sus conclusiones tenían un carácter puramente teórico, abstracto, burocrático. Detrás de sus altisonantes frases se escondía el deseo de evitar la participación directa de las masas en la lucha revolucionaria, el deseo de conservar la tutela de las organizaciones sindicales sobre las masas. Los componentes de la dirección del Partido se negaron siempre a tomar la iniciativa de una acción revolucionaria antes de que fuera trazado un plan de acción coordinada, pero sin hacer nunca nada para preparar y elaborar dicho plan.
Con todo, el movimiento turinés no consiguió salir del ámbito local, debido a que todo el mecanismo burocrático de los sindicatos fue puesto en movimiento para impedir que las masas obreras de las demás partes de Italia siguieran el ejemplo de Turín. Los aludidos elementos lanzaron una bien orquestada campaña de mofas, escarnios, calumnias y críticas omnímodas contra el movimiento turinés.
Las acerbas críticas de los organismos sindicales y de la dirección del Partido Socialista tuvieron la virtud de envalentonar nuevamente a los capitalistas, los cuales emprendieron una desenfrenada lucha contra el proletariado turinés y contra los Consejos de fábrica. La conferencia de los industriales, celebrada en marzo de 1920 en Milán, elaboró un plan de ataque; mas los "tutores de la clase obrera", las organizaciones económicas y políticas no se preocuparon en lo más mínimo de tal hecho. Abandonado de todos, el proletariado turinés se vio constreñido a afrontar solo, confiando solamente en sus propias fuerzas, al capitalismo nacional y al poder del Estado. Turín se vio invadido por un ejército de policías; en torno de la ciudad se emplazaron, en puntos estratégicos, cañones y ametralladoras. Y cuando todo este aparato militar estuvo a punto, los capitalistas empezaron a provocar al proletariado. Es verdad que frente a estas gravísimas condiciones de lucha el proletariado vaciló en aceptar el reto; pero cuando se vio que el encuentro era inevitable, la clase obrera salió valientemente de sus posiciones de reserva y quiso que la lucha fuera llevada hasta su fin victorioso.
Los metalúrgicos estuvieron en huelga durante un mes enteró, y las demás categorías diez días; todas las fábricas y talleres de la provincia estaban cerradas y las comunicaciones paralizadas. El proletariado turinés estuvo, empero, aislado del resto de Italia; los organismos de dirección central no hicieron nada por acudir en su ayuda; ni siquiera se dignaron publicar un manifiesto para explicar al pueblo italiano la importancia de la lucha emprendida por los trabajadores turineses; el "¡Avanti!" se negó a insertar el manifiesto de la sección turinesa del Partido. Los compañeros turineses se atrajeron de todos lados los epítetos de anarquistas y aventureros. En aquellos días debía celebrarse en Turín el Consejo nacional del Partido; pero tal convención fue trasladada a Milán, porque una ciudad "presa de una huelga general" parecía poco adecuada a servir de teatro a las discusiones socialistas.
En aquella ocasión se puso de manifiesto toda la impotencia de los hombres llamados a dirigir el Partido; mientras la masa turinesa defendía en Turín, valientemente, los Consejos de fábrica, primera organización basada en la democracia obrera, encarnación del poder proletario, en Milán se chachareaba en torno a proyectos y métodos teóricos para la formación de Consejos como forma del pode político a conquistar por el proletariado; se discutía acerca del modo de sistematizar las conquistas no realizadas y se abandonaba al proletariado turinés a su destino, se dejaba a la burguesía la posibilidad de destruir el poder obrero ya conquistado.

Las masas proletarias italianas manifestaron su solidaridad con los compañeros turineses de varias formas; los ferroviarios de Pisa, Liorna y Florencia se negaron a transportar las tropas destinadas a Turín, y los trabajadores del puerto y los marineros de Liorna y Génova sabotearon el movimiento en los puertos; el proletariado de muchas ciudades se lanzó a la huelga en contra de las órdenes de los sindicatos.

La huelga general de Turín y del Piamonte chocó contra el sabotaje y la resistencia de las organizaciones sindicales y del Partido mismo. Y, con todo, resultó de gran importancia educativa porque demostró que la unión práctica de los obreros y campesinos es posible, y puso de manifiesto la urgente necesidad de luchar contra todo el mecanismo burocrático de las organizaciones sindicales, que son el más sólido apoyo para la labor oportunista de los parlamentarios y de los reformistas, labor tendente a la sofocación de todo movimiento revolucionario de las masas trabajadoras.


[1] Circulan dos traducciones de esta comunicación enviada por Antonio Gramsci a la Internacional; una tomada de la Antología de Gramsci, editada por Siglo XXI Editores, México, 1970, (y reproducida en Consejos Obreros y Democracia Socialista, numero 33 de los Cuadernos de Pasado y Presente; igualmente en la versión digital que se encuentra en la pagina de Gramsci com en la siguiente url: http://www.gramsci.org.ar/ ; la otra versión , que es la que reproducimos aquí es la que se encuentra en Consejos de Fabrica y Estado de la Clase Obrera, una antología de A. Gramsci editada por Ediciones Roca S.A., también de México, en 1973 con las traducciones hechas por Guillermo Galla Nicolau.La versión que hemos colgado es distinta en algunas palabras, no contiene notas de redacción, y omite los subtítulos: La lucha contra los consejos y El consejo socialista nacional de Milán. Por lo tanto hemos procedido así: respetamos la traducción tal cual aparece con las omisiones señaladas, para quienes quieran hacer una comparación o aquellos que deseen realizar su propia versión, pero añadimos las notas de redacción que aparecen en la edición de Siglo XXI Editores, para que nuestros lectores tengan aquellas referencias sin necesidad de remitirse a otra página.

[2] En los meses de febrero y marzo se había producido en Turín un conflicto entre obreros y patronos por cuestiones de horario. Los obreros ocuparon algunas fábricas, de las que fueron desalojados por la policía. Con un arranque de significación tan reducida corno es una cuestión de horario (hora solar u hora oficial), la cuestión que en realidad iba a abrirse era la del poder obrero en la fábrica. Los industriales italianos, que a principios de marzo se habían coligado en la Confindustria (hoy subsistente con ese mismo nombre), decidieron provocar un choque que llevara a la disolución de los consejos de fábrica. El 28 de marzo cerraron las fábricas, contando con una fuerza de 50.000 soldados. El 3 de abril se declaró la huelga general, que llegó a ser cumplida por 500.000 trabajadores piamonteses de Turín y provincia, pero no se generalizó por toda Italia. El grupo de L.0.N., inspirador de la doctrina --y parcialmente director de la práctica-- de los consejos obreros, discutió con la dirección del P.S.I., reunida en el Consejo Nacional de Milán por aquellos días, la situación creada. La dirección del P.S.I., no deseosa de cargar con responsabilidades, se inhibió, dejando en manos de la sección turinesa la responsabilidad del ulterior desarrollo. Togliatti y Terracini, que eran los delegados turineses, tras fracasar en el intento de mover todo el partido, tuvieron que reconocer que Turín sola no podía continuar la lucha. Esta terminó el 24 de abril con un acuerdo, bajo los auspicios del Gobierno, que reconocía a las comisiones obreras autonomía en su constitución (por comisarios de sección, según el programa de L.0.N.), pero que sancionaba de todos modos con una derrota la cuestión del poder en la fábrica.
[3] La Revolución de febrero
[4] Ese comité de estudio, presidido por Palmiro Togliatti, fue uno de los canales de influencia del grupo de L.0.N. en el movimiento de los consejos de fábrica. El comité fue uno de los firmantes del manifiesto Por el Congreso de los consejos de fábrica, publicado por L.0.N. durante las huelgas de abril.

viernes, 18 de enero de 2008

LAS PROMESAS DE LA IZQUIERDA NACIONAL


LAS PROMESAS DE LA IZQUIERDA NACIONAL [1]
TOMADO DEL PERIÓDICO PATRIA ROJA [2]


Está aún fresca la tinta usada para dar fundamento teórico a lo que en su momento se llamó “nueva izquierda”, cuyos portavoces declaraban su insurgencia para subvertir a la izquierda “dogmática”, estalinista”, “sectaria”, etc., supuesta causante de todos los males, de todas las frustraciones de la revolución en el Perú. Pese a su grandilocuencia, quizás por eso mismo, no pasó de ser estrella fugaz con pretensiones de relámpago que no logró sobrevivir a sus propias ilusiones.

Ahora, en otras circunstancias, con el entusiasmo de quien ha descubierto la pólvora insurge la llamada “izquierda nacional” como corriente renovadora y sustitutoria nada menos que del también “osificado”, “dogmatismo” y “stalinista” marxismo oficial. Si aquella “nueva izquierda” arras­traba tufillos velasquistas, esta otra izquierda,” mas sofisticada y teorizante se arrima demagógicamente bajo las frondas de la herencia mariateguista.

La “forja de una izquierda nacional —dicen los redactores de Amauta” simple y sencillamente significa liberarse de las ataduras de la dependencia de los centros externos... como única manera de limpiar el camino para el desarrollo de una izquierda con reales posibilidades de poder”. Carlos Urrutia, por su parte, concluye qué la “izquierda nacional... sólo puede ser socialista y proletaria”.

Es decir, la “izquierda nacional” vendría a ser algo así como una izquierda marxista autóctona, típico producto nacional... Eso es el “cholocomunista” tan del gusto del Ingeniero Malpica.

¿QUE SE DISCUTE?

Aparentemente el problema en debate entre los ideólogos del “cholocomunismo” y lo que ellos califican de marxismo “dogmático” y “stalinista”, tiene implicancias sólo secundarias. Que, en todo caso, el problema se reduce a que unos (los cholo-comunistas) parten de una posición autónoma, independiente, nacional, para enjuiciar los problemas de la revolución peruana, en tanto que los otros (los “dogmáticos” y “stalinistas”) se hallan sujetos a ataduras dependientes respecto de centros de poder extranjeros y que, en lugar de pensar con la cabeza propia lo hacen con cabeza prestada.

Viendo bien las cosas el problema es mucho más complejo y tiene que ver cues­tiones cardinales de la revolución peruana En realidad son dos maneras diametralmente opuestas de entenderla. El supuesto carácter nacional de unos y el carácter dependiente de otros no pasa de ser pretexto bajo cuya cobertura se encubren diferencias ideológicas, teóricas y políticas que no pueden menos que llevar a conclusiones divergentes, incluso opuestas, respecto de los diversos problemas, básicos de la revolución peruana y respecto del marxismo-leninismo.

No es casual, por ejemplo, que algún os voceros de la llamada “izquierda nacional” hayan comenzado a cuestionar la dictadura del proletariado o que reclamen la “subversión de los partidos revolucionarios siguiendo las huellas del viejo anarquismo. Tampoco es circunstancial la forma cómo idealizan la democracia quitándole su sello clasista y su carácter históricamente determinado. No en vano se trata de sustituir el carácter internacional de la ideología del proletariado con el nacionalismo pequeño burgués, al mismo tiempo que se arrecian los ataques contra la Internacional Comunista fundada por Lenin, exagerando hasta el extremo ciertos errores reales. Finalmente, tampoco es producto de la casualidad que se levante la figura del Amauta J.C. Mariátegui mellando su sello revolucionario proletario, internacionalista; integrador genuino del marxismo-leninismo o las condiciones concretas de a revolución peruana.

UNA IZQUIERDA -NACIONAL AMBIGUA

No cabe duda que los promotores de la llamada “izquierda nacional” buscan proyectarse como alternativa viable de dirección revolucionaria. Pues no hay otra manera de “limpiar el camino” para el desarrollo de una izquierda con reales posibilidades dé poder”. Si la izquierda “dogmática”, “stalinista”, ha dejado de ser una alternativa de dirección revolucionaria y se ha convertido más bien en un obstáculo para su desarrollo, en tanto y en cuanto negación de la herencia mariateguista, por tanto, del carácter nacional de la revolución peruana, si, en consecuencia, el factor básico del estancamiento y de las derrotas de la revolución radica en la crisis de dirección existente; entonces, no cabe duda, el problema decisivo se traslada a la solución de esta crisis de dirección, por lo tanto a la sustitución de las direcciones que han fracasado por otra nueva. Esta nueva dirección superadora de la precedente, capaz de sacar la revolución del atolladero en que se encuentra, no puede ser otra que la, “izquierda nacional”

La autoproclamada “izquierda nacional” deviene así un intento de dar respuesta integral a la crisis de dirección existente y de proponer un proyecto global para la realización del socialismo en el Perú. Si esto no está dicho nítidamente todo autoriza a pensar qué avanzan en esa dirección. Y sin embargo siguen un camino ambiguo, sinuoso, como es el mismo rótulo “izquierda nacional”.

Bajo ese membrete pueden caber diversos tipos de organización, pasando de la izquierda marxista-leninista a la izquierda democrática en boga hoy. ¿Que es, en efecto, desde el punto de vista de clase y de la composición de clase de sus integrantes, tal “izquierda nacional”? El proletariado no necesita revestirse de “izquierda nacio­nal” para adquirir su propia organización política y afirmar su independencia; No fue Mariátegui quien preconizó la conformación de una “izquierda nacional” porque siempre lo creyó una ilusión pequeño burguesa Su polémica con Haya de la Torre tuvo en esta cuestión uno de los puntos decisivos. Mariátegui abogó por un partido de clase; Haya de la Torre por un partido pluriclasista, es decir por una versión más clara, definida y menos vergonzante que la “izquierda nacional” que hoy se ofrece al proletariado como adquisición novísima y original.

No es que Mariátegui evitara la unidad más amplia de las fuerzas democráticas y revolucionarias susceptibles de ser organizadas. O que se opusiera a ella. Sino qué diferenciaba con claridad el partido de clase y el frente único, por tanto defendía ardorosamente la independencia política e ideoló­gica del proletariado como clase de vanguardia.

La “izquierda- nacional” de nuestros días, no importa que vaya membretada de “marxista-leninista”, no deja de ser uña ilusión pequeño burguesa, respecto de la cual podemos decir, parafraseando a Mariátegui, qué hasta el momento no pasa de ser un plan, un proyecto, algunas tendencias individuales, pero que no ha condensando en. una doctrina, ni en una organización, menos aún en un partido.

EL DEBATE ESTA ABIERTO

Con todo sería políticamente erróneo e ideológicamente perjudicial, no tomar en cuenta las cuestiones planteadas al debate. Y si bien los ideólogos de la llamada “izquierda nacional” no han culminado aun la elaboración de sus tesis centrales tanto en lo teórico como en lo programático, ello no debe ser obstáculo para poner al desnudo sus contrabandos seudo-marxistas. Repitiendo una vez más a Mariátegui, desde el momento en que existe como tendencia confusionista .y demagógica, y por lo mismo ambigua, es preciso esclarecer la posición proletaria” aun a riesgo de ser víctima de sus iras “anti-dogmáticas”.

Es clásica la afirmación de Carlos Marx en el Manifiesto Comunista de que “por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional”. Y que, en consecuencia, “es natural que el proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía.

De este modo defendía con extraordinaria precisión el carácter internacional efe la ideología del proletariado como expresión concentrada de una clase social que no tiene fronteras nacionales, precisando al mismo tiempo el carácter particular, si se •„ quiere nacional de las revoluciones, “acabar con la burguesía de cada país” como tarea prioritaria del proletariado, no anula ni reniega del internacionalismo proletario ni menoscaba la vigencia universal del marxismo-leninismo.

Lo internacional y lo nacional en las revoluciones dirigidas por el proletariado son una unidad dialéctica indisoluble. Esta relación dialéctica de contenido y forma nunca le han entendido los ideólogos de la pequeña burguesía Sea en su vertiente trotskista que exclusiviza el carácter internacional sea en su vertiente nacionalista burguesa que sobrevalora lo particular y las formas nacionales de la revolución a costa de renunciar u oponerse a las leyes generales de la revolución proletaria que se antoja “dogmática”.

Pero esa unidad contradictoria no equivale a reconocer que lo internacional y nacional tengan un peso y significado similares. Las luchas revolucionarias del proletariado y de los pueblos atraviesan diversas fases y tienen rasgos o leyes particulares y formas específicas que le son propios.
Sin embargo ninguna de ellas escapa a las leyes generales del desarrollo de la historia universal. De donde se desprende la obligatoriedad para los comunistas de integrar la verdad universal del marxismo-leninismo a la práctica concreta de la revolución en cada país. Sin esta unidad de teoría y práctica ninguna revolución puede producirse.

Los errores de Dogmatismo habidos en la historia del Partido reflejaron precisamente la disociación de teoría y práctica, la traslación mecánica de la experiencia internacional del proletariado y la incapacidad para entender las condiciones peculiares de la revolución peruana. El mérito fundamental de Mariátegui reside, justamente en que partiendo de las premisas teóricas marxista-leninistas ausculto la realidad del país y dio respuesta a los problemas planteada por ella. Esa tradición creadora es la que hay que rescatar en toda-su pureza. Ella continúa siendo una tarea irresuelta y, al mismo tiempo, un reto sin cuya solución la revolución no se realizará pese a la madurez de las condiciones objetivas ni el partido del proletariado podrá plasmarse como un auténtico partido marxista-leninista de masas.

NACIONALISMO EN LUGAR DE INTERNACIONALISMO

Ahora bien; ¿Qué plantean a este respecto los ideólogos de la “izquierda nacional”? La aceptación formal, si se quiere lírica del b carácter internacional de la clase obrera y de la base clasista de su ideología, y su sustitución real por una variedad nacionalista pequeño burguesa, chovinista, que lleva directamente a oponer la forma nacional al contenido internacional de la revolución proletaria y a sostener una alternativa pluriclasista en lugar de la hegemonía de la clase obrera en la revolución.

Uno de los argumentos a que recurren es la necesaria independencia política que deben tener los partidos revolucionarios dé todo centro de poder extranjero. Por lo que al Partido Comunista del Perú respecta siempre hemos sostenido la necesidad y la obligatoriedad de tal independencia de la autonomía de cada partido para definir su línea de acción. Esto es un pre-requisito básico. Sin embargo, la necesaria independencia de los partidos marxista-leninistas nada tiene que ver con la pretendida autonomía de la “izquierda nacional”. Aquella es una política independiente dentro de un objetivo y una base ideológica comunes a los partidos marxista-leninistas, ésta un modo vergonzante de proponer la autonomía que necesita el pequeño burgués para socavar la hegemonía de la clase obrera en la revolución y afirmar la suya.

A los partidos comunistas les basta definir partidos clasistas del proletariado, por­que son eso en efecto. No necesitan recubrirse como el membrete “izquierda” o ''nacional” para afirmar su carácter revolucionario y su particularidad nacional en el sentido de que recogen lo avanzado y revolucionario de las tradiciones históricas del pueblo peruano y expresan sus aspiraciones profundas y su porvenir.

La “izquierda nacional” necesita recu­rrir a la ambigüedad, a la utilización opor­tunista del sentimiento nacionalista de las masas y a los prejuicios chovinistas, para justificarse y para querer, afirmarse como una alternativa sustitutoria de la clase obrera y su base teórica, el marxismo-leninismo.

El concepto “izquierda nacional” es demasiado genérico para .expresar nada concreto ni definido. Una “izquierda nacional” no pasa de ser un rótulo en cuyo trasfondo caben todas las disquisiciones y todos los símbolos. En países con las peculiaridades del Perú tienen allí cabida todos aquellos que afirman una declarada posición democrática y antiimperialista y los que se proclaman socialistas. Es decir sectores sociales disímiles que van desde el proletariado revolucionario hasta sectores democráticos de la burguesía media.
Que al rotulo de “izquierda nacional” se le adicione la palabra “revolucionario” no modifica en nada la cosa. A lo sumo define el carácter revolucionario de esa “izquierda nacional” en lugar de su ambigüedad. Aquí también se olvida que los conceptos “izquierda”, “revolucionario” o incluso izquierda nacional” son términos políticos concretos que definen rasgos específicos de comportamiento respecto de la derecha, el reformismo, o de subordinación externa. Pero de ninguna manera sintetiza ni expresa a cabalidad una alternativa ideológica y política proletaria.

La afirmación mariateguista de la revolución en el Perú no será calco ni copia sino creación heroica del pueblo peruano ratifica los postulados básicos del marxismo-leninismo y desmiente la argumentación de los impulsores de la “izquierda nacional”. La fundación de la CGTP y más tarde del Partido del proletariado por el Amauta testifican un hecho concreto de enorme importancia que sólo la clase obrera erigiéndose en la fuerza dirigente está en capacidad de resolver no sólo las tareas de la revolución social, sino también las tareas democráticas y nacionales pendientes que la burguesía ya no está en condiciones de hegemonizarla. No impulsó la organización de una “izquierda Nacional” como si lo hizo Haya de la Torre, en su lugar propagandizó, organizó y creó el partido de la clase obrera peruana sin perder por ello, su espíritu creador ni renunciar al carácter profundamente nacional de la revolución peruana que él definió magistralmente.

Ser marxista-leninista es ser también revolucionario adentrado en la esencia nacional, sin que ello signifique perderse en los vericuetos del chovinismo nacional. Somos mariateguistas porque somos marxista-leninistas y porque entendemos la revolución peruana en su peculiaridad histórica férreamente entrelazada a la revolución proletaria.

Es un aserto indiscutible el reconocimiento de que las condiciones objetivas que hacen necesaria la revolución en el Perú, están maduras. La revolución antiimperialista, democrática y popular ha devenido “una necesidad práctica, concrete, una exigencia que espera solución. A esa realidad no corresponde sin embargo el desarrollo y la maduración del factor subjetivo, consciente, organizado de la revolución, no obstante los avances logrados a lo largo de estas dos décadas últimas.

Esta contradicción sigue siendo una de las cuestiones fundamentales a resolver, que explícita-hasta cierto punto los reveses sufridos o la incapacidad para explotar debidamente el conjunto de las contradicciones sociales que día a día se tornan más explosivos, aproximando las condiciones de una situación revolucionaria.

Esto es un hecho. Un hecho objetivo que está en la base de la dispersión de las fuerzas revolucionarias y. de las dificultades para articular una respuesta unitaria frente a la ofensiva de la dictadura y la derecha contra el pueblo.

La subsistencia de problemas o errores reales tampoco puede llevarnos a renegar de la experiencia acumulada, o peor aun so pretexto de la “originalidad nacional” renunciar a los principios básicos; del marxismo-leninismo. No hay que olvidar que el viejo revisionismo insurgió en nombre de la lucha contra los “dogmas” marxistas y en nombre de los “nuevos datos sobre el desarrollo económico”. El revisionismo contemporáneo, jruschovista, repite los procedimientos so capa de la “actualización” del marxismo-leninismo, a cuya sombra ataca en realidad lo esencial de la doctrina de Marx y Lenin, sobre todo su teoría y táctica acerca de la revolución proletaria y la dictadura del proletariado.

Desde el momento de su surgimiento como corriente oportunista el revisionismo criollo se ha deslizado por la pendiente reformista de adaptación a la ideología burguesa. Al parecer, si nos atenemos a las declaraciones públicas dé algunos de sus representantes ideológicos, la llamada “izquierda nacional” ha comenzado a rodar por la misma pendiente.


RECUSANDO EL LENINISMO

Sintetizando tesis básicas que el nacionalismo pequeño-burgués opone a los “dogmas” marxista-leninistas, Sinesio López escribe en Amauta 249 una virtual requisitoria contra la “concepción del internacionalismo proletario” que encarnó la III Internacional fundada por Lenin, y contra la “concepción del partido leninista” anterior a 1905 de supuesto origen kautskiano.

Por razones obvias aquí nos interesa el último punto.
En efecto. Lo que aquí se comienza a cuestionar no es el comportamiento de los partidos políticos que tuvieron que ver con ARI, sino un determinado tipo de concepción de partido. Y no cualquier tipo de concepción de partido, sino la concepción leninista, aquella que está resumida en textos clásicos como “¿Qué Hacer?” o “Un paso adelante, dos pasos atrás”, que sentaron las bases ideológicas y organizativas del Partido del proletariado.

Sinesio López llega a afirmar que la “concepción de partido que la división de ARI ha puesto en cuestión (?) es la concepción del partido káutskiana y leninista de la primera hora y no la concepción formulada por el mismo Lenin luego de las experiencias de 1905 y de 1917”. Una “izquierda nacional” supuestamente marxista-leninista que se erigiera sobre esta base, que fundara sus lineamientos ideológicos y organizativos en la repulsa de lo substancial del leninismo en lo que concierne ala construcción del partido, identificando a Lenin nada menos que con el Kautskismo sería cualquier cosa menos una izquierda nacional con base marxista-leninista.

Satanizar las tesis leninistas sobre partido anteriores a la revolución de 1905, o peor aún contraponerlas artificialmente con el Lenin posterior a 1905, no pasa de ser un ardid que lleva directamente al cuestionamiento integral de la concepción leninista del Partido, aperturando las condiciones para su sustitución por otra de base pequeño burguesa, liberal, si se quiere reformista. La revisión del leninismo es pues evidente. Revisión que va hasta el mismo cuestionamiento de la III Internacional fundada por Lenin y la concepción leninista del internacionalismo proletario, maximizando errores reales o bien planteando el problema fuera del contexto histórico.

LA PRUEBA DE LA PRÁCTICA

Toda la experiencia de la revolución anterior y posterior a la Revolución de 1905 ha ratificado las justezas de las tesis leninistas relacionadas con la construcción del partido del proletariado. Sin enterrar las fuentes ideológicas del oportunismo en ese entonces representado por el economicismo y el ala derecha de la social-democracia rusa, demostrando que aquel consiste, ante todo, en la postración ^ ante la espontaneidad del movimiento obrero y en el rebajamiento del papel dé la conciencia socialista en el movimiento proletario, no habría sido posible en Rusia construir un auténtico destacamento revolucionario como fue el partido bolchevique fundado y dirigido por Lenin. Este es, entre otros, el mérito histórico de “¿Qué Hacer?”. Allí mismo y en sus textos inmediatamente posteriores, Lenin traza, por primera vez en la historia del marxismo, la teoría sobre el partido como organización dirigente del proletariado y como arma fundamental de éste, sin la cual es imposible triunfar en la lucha por la dictadura del proletariado.

Las tesis fundamentales elaboradas por Lenin antes de 1905 no han perdido vigencia. Continúan siendo la piedra angular para la construcción de un auténtico partido marxista-leninista; Ello no significa, sin embargo, desconocer las condiciones particulares o las formas peculiares que tiene que asumir él trabajó organizativo en cada una; de las situaciones” de flujo p reflujo de la revolución, de predominio policiaco o de márgenes determinados de democracia de ofensiva o repliegue, aparte de considerar la situación concreta de la correlación de fuerzas y de la situación de la clase obrera y demás sectores populares. Las formas organizativas se desarrollan, perfeccionan y se adaptan a las condiciones concreta de la correlación de fuerzas y de la situación de la clase obrera y demás sectores populares. Las formas organizativas se desarrollan, perfeccionan y se adaptan alas condiciones concretas de la lucha revolucionaria, sin que ello signifique negar principios básicos extraídos de la misma realidad.


ENTENDER LA REALIDAD CONCRETA

Lenin acertó cuando antes de la revolución de 1905 exigía un partido altamente centralizado, rigurosamente disciplinado selecto en su composición social y apto para el combate en condiciones de ilegalidad y clandestinidad. En tales condiciones no podía plantearse otro tipo de partido que no fuera el que diseñó Lenin. Y no puede decirse que no obstante esta situación, el bolchevismo ruso fue un partido de masas y con vínculos sólidos en el seno dé la clase obrera. Acertó también cuando a su retorno a Rusia en noviembre de 1905 plantea la reorganización del Partido desde el momento en que las condiciones en que debía desarrollar su actividad se había “modificado considerablemente”, pues “ha sido, conquistada la libertad de reunión, de asociación, de prensa''. Al mismo tiempo que reconocía la importancia cíe estos cambios y de su utilización revolucionaria, insistía también en la precariedad de estos derechos y llamaba a evitar toda confianza en tales libertades pues ello “sería una locura, sino un crimen”. En las nuevas condiciones existentes Lenin planteó con audacia un viraje en el trabajo organizativo y de asimilación de nuevos militantes, pues había que “organizarse de manera nueva”, “someter a discusión los nuevos métodos” y trazarse de manera audaz y decisiva el “nuevo curso”.

El realismo leninista no significó, sin embargo, renunciar a sus postulados primigenios, negar los principios organizativos anteriores a 1905. Todo lo contrario. La experiencia práctica las había confirmado, al misino tiempo que aportaba nuevos datos y nuevas formas y métodos. Estos principios que ahora la “izquierda nacional” trata de enterrar no son otros que: el centralismo democrático, la disciplina interna; el reconocimiento del partido como una suma de organizaciones y no de individuos, por tanto la militancia obligatoria en organismos de base; la unidad indisoluble de unidad y practica; la lucha irreconciliable contra toda variedad de oportunismo; el reconocimiento del partido marxista-leninista como el destacamento de vanguardia de la clase obrera.

Está claro que las formas organizativas se desarrollan y perfeccionan de continuo. Seria un simple absurdo pensar la construcción del partido del proletariado como un todo uniforme, sometido a reglas fijas e inmutables, a manera de una secta, a sabiendas de las condiciones cambiantes de la lucha. Pero también, es cierto que en nombre de las necesidades concretas, de las peculiaridades nacionales, no se puede ni se debe renunciar a determinados principios básicos, cuya renuncia lleva inevitablemente a la carencia de principios y al terreno fangoso del oportunismo y el liberalismo tan de gusto de la intelectualidad que se resiste a organizarse y que por el contrario introduce sus tendencias anárquicas y disolventes.

Aquellos ''innovadores” de gabinete continúen construyendo sus castillos de arena. La vida es más fuerte que los sueños de verano y la revolución reclama contingentemente continuar la batalla. Nosotros, comunistas, optamos y nos quedamos con Lenin y el leninismo. Y estamos seguros que la clase obrera nos seguirá en este combate.


[1] LAS PROMESAS DE LA IZQUIERDA NACIONAL, es tomado del folleto EL DEBATE SOBRE LA IZQUIERDA NACIONAL, Ediciones Guillermo Lobatón, en cuya presentación firmada por los editores el 4 de septiembre de 1980 se afirma que se trata de una publicación de artículos relativos al debate MARIÁTEGUI Y LA IZQUIERDA PERUANA el cual se desarrollo entre diciembre de 1979 y abril de 1980 entre quienes defienden la tesis de la Izquierda Nacional (Carlos Iván Degregori, Carlos Urrutia, Sinesio López, Alberto Flores Galindo y la revista Amauta) y quienes se oponen a ella ( Manuel Dammert, Gustavo Espinoza y el Periódico Patria Roja)

[2] Esta referencia aparece como un supertitulo, avisamos que los editores advierten que algunos títulos originales no han sido respetados y en otros casos los artículos han sido recortados

martes, 15 de enero de 2008

II CONFERENCIA EDUCACIONAL DEL PARTIDO



El último fin de semana, con la presencia de delegados provenientes de todas las regiones del país, se realizó la II Conferencia Nacional del Trabajo Educacional de nuestro Partido. Este evento ha sido la culminación de una intensa movilización, donde el conjunto del Partido se abocó al estudio de los documentos propuestos, a realizar mejoras y aportes, en un ambiente donde reinó la fraternidad y el espíritu de colaboración. Una vez aprobados los documentos ingresamos en una nueva fase que va a significar un serio esfuerzo por llevar a la práctica los acuerdos arribados. En los documentos, partiendo de la concepción marxista de la educación, se hace un estudio del proceso de la educación peruana, las contradicciones a resolver en el presente, la propuesta de una nueva educación articulada al proyecto nacional y orientada al socialismo, el papel que deben cumplir los comunistas en el ámbito educativo, y la necesidad de asumir un viraje en la conducción gremial en base a una actualización de los principios del sindicalismo clasista. En las próximas semanas estaremos haciendo público el documento final de la II Conferencia. A continuación publicamos un capítulo que es la base y la puerta de entrada de todo el documento.

NUESTRA CONCEPCIÓN DE LA EDUCACIÓN
La II Conferencia Educacional del Partido se propone reubicar el pensamiento y la actividad práctica del Partido en el ámbito de la educación, de la relación del Partido con los maestros y los educandos, la definición de la línea específica para el sector entendiéndola como un sistema integrado, en lugar de la visión estamental y fragmentada (separación de la educación formal, no formal, superior) hasta ahora subsistente, para colocarlos en la órbita del marxismo leninismo, de la línea general, y en el marco de sus tareas revolucionarias. La Primera Conferencia significó un avance importante, pero no fue suficiente para llevar a cabo la rectificación del trabajo del Partido en el sector. Recogiendo sus elementos positivos y los avances que representó, corresponde dar un paso adelante, partiendo de una posición crítica de lo actuado, pero sobre todo del reconocimiento del nuevo escenario que se abre hacia delante, de los retos que ello implica, de las tareas que nos corresponde asumir como partido revolucionario y transformador en las nuevas condiciones.

El VII Congreso del Partido sintetiza el andamiaje teórico y programático en el que se sustenta y desarrolla la II Conferencia Educacional. El socialismo es la meta histórica que nos proponemos alcanzar a través de fases y etapas secuentes (el Nuevo Curso, la Revolución Democrática y Antiimperialista) de manera ininterrumpida. Se propone “emancipar las fuerzas productivas y desarrollarlas incesantemente, liquidar toda forma de explotación del hombre por el hombre y de opresión de un pueblo por otro, eliminar la polarización social entre ricos y pobres y alcanzar la prosperidad común, garantizar la libertad, la democracia, junto a un elevado desarrollo cultural y espiritual y una nueva ética fundada en el servicio al pueblo…” Tal concepción del socialismo “coloca al ser humano en el centro de todo y convierte, por primera vez, al hombre en el único dueño de la sociedad” en íntima convivencia con el medio ambiente. Por consiguiente, no le corresponde ni es propósito de la IICE discutir los acuerdos congresales, sino más bien, partiendo de ellos, realizar desarrollos concretos y dar respuesta a los problemas planteados.

El marxismo cuenta con una concepción de la educación integral, que no se agota en las respuestas necesarias en el presente, tal por ejemplo el proyecto educativo nacional, ni en los límites que le impone el capitalismo. Nos referimos a la concepción socialista de la educación que incorpora en un todo: la escuela única que integra trabajo e instrucción, instrucción y educación, capacidad de dirigir y de producir, pensamiento y acción, teoría y práctica. En “Principios de comunismo”, Engels concebía la educación como derecho “de todos los niños del país…en establecimientos nacionales y a cargo de la nación”, que desterrará el “carácter unilateral y limitado que el régimen de división del trabajo imprime hoy al individuo”, promoviendo en su lugar “hombres íntegros, cuyas capacidades estén cultivadas en todos los aspectos”. Esta síntesis genial será desarrollada más tarde en el Manifiesto Comunista y otros textos de Carlos Marx y en la experiencia internacional del proletariado.

En el Manifiesto comunista se proclama “la educación pública y gratuita”, la “abolición del trabajo de éstos en las fábricas” y un “régimen de educación combinado con la producción material”. Más adelante, en El Capital, Cap. XIII, Marx escribe: “Del sistema fabril, que podernos seguir en detalle leyendo a Roberto Owen, brota el germen de la educación del porvenir, en la que se combinará para todos los chicos a partir de cierta edad el trabajo productivo con la enseñanza y la gimnasia, no sólo como método para intensificar la producción social, sino también como el único método que permite producir hombres plenamente desarrollados”. En otros términos, para ser plena la educación debe dejar atrás la división del trabajo que separa el trabajo físico del intelectual, cuya esencia consiste en la explotación capitalista y en la producción de plusvalía, entrando en contradicción la fuerza de trabajo, la situación social y la conciencia, pues la división del trabajo en las condiciones señaladas obstaculiza el desarrollo pleno del ser humano puesto que contrapone actividades espirituales y materiales, goce y trabajo, producción y consumo”.

En la sociedad socialista, acota Engels en el Anti Duhring, “el trabajo y la educación van unidos para asegurar una formación técnica multilateral y un fundamento práctico de la instrucción científica”. Esta integralidad permite que la educación vincule el trabajo productivo con la educación mental y física, además de la estética, y debe ser además laica, universal, gratuita, única, de exclusiva responsabilidad del Estado, que brinde oportunidades iguales a todos. Una concepción tal de la educación y de la escuela, debe necesariamente transformarse de escuela libresca en una escuela de trabajo y de la producción, indispensable para la plena realización de la persona.

.- Esta escuela realmente nueva no puede desarrollarse sino en lucha con la escuela engendrada por el capitalismo basada en la división del trabajo, la separación del trabajo manual e intelectual, la fragmentación del conocimiento, la exclusión, y ahora su mercantilización con el neoliberalismo, que arraiga el individualismo, el autoritarismo, la deshumanización. Esta escuela única deberá tener, si nos atenemos a los postulados de Gramsci, “dos fases: una de carácter humanístico, formativo, de cultura general en las que las capacidades del trabajo intelectual y manual se armonizarán, y una segunda fase en la que se desarrollarán los valores fundamentales del humanismo, la autodisciplina intelectual y la autonomía moral necesarias para la posterior especialización científica, técnica o productiva” ( Jesús Palacios, “La educación en el siglo XX”).

La educación, de otro lado, no puede estar separada de la economía. Así como es la base económica de la sociedad dada será también la superestructura sobre ella levantada, independientemente de que ésta influya sobre aquella. Dentro del régimen de producción y explotación capitalista, aún siendo estatal la educación servirá a la reproducción del mismo. En el Manifiesto Comunista Marx responde a la acusación cínica de que el comunismo sustituye la “educación doméstica por la educación social”: “Y vuestra educación, ¿no está también determinada por la sociedad, por las condiciones sociales en que educáis a vuestros hijos, por la intervención directa o indirecta de la sociedad a través de la escuela, etc.? Los comunistas no han inventado esta ingerencia de la sociedad en la educación, no hacen más que cambiar su carácter y arrancar la educación de la influencia de la clase dominante”. Este sello de clase será inevitable mientras permanezcan las clases y las contradicciones de clase. Allí donde domina el capital, como los hechos lo demuestran, una educación para todos y al servicio de todos, es una ilusión. Sólo en el socialismo, donde el interés no es la ganancia sino el servicio a la sociedad, al pueblo, la educación será una herramienta de liberación, permitiendo la emancipación de las relaciones sociales de explotación, de la enajenación, el libre desenvolvimiento personal.

El carácter clasista de la educación deriva de los intereses que están detrás de ella. En la sociedad de clases las ideas, también la educación, tienen un contenido de clase. No nada hay de sorprendente en el hecho de que las ideas de las clases dominantes sean también las ideas dominantes en cada época, y que las ideas nuevas o subordinadas deban desarrollarse en lucha contra ellas. Ocurre otro tanto en el ámbito de la educación, sobre la cual influyen además las condiciones concretas del desarrollo alcanzado por la humanidad. La educación emergente sea formal, informal o superior responde a las condiciones de su tiempo y a los intereses de las clases o fracciones de clase que aspiran a sustituir el sistema social decadente. En ese sentido debe ser parte fundamental de las fuerzas que trabajan por el cambio social, uno de sus componentes más importantes en el ámbito de las ideas. Este conflicto es expresión de la lucha de clases presente en la sociedad, demostrando con ello que la educación no asume un rol ambiguo, menos aún incoloro o amorfo.

En ese sentido la educación debe ser un factor fundamental en la lucha por el cambio social. Debe contribuir al despertar de la conciencia del pueblo sobre su necesidad, asumir un papel crítico de lo viejo, y fortalecer las tradiciones democráticas, patrióticas, solidarias, humanistas, en confrontación con las ideas conservadoras y atrasadas. La educación, en suma, está en condiciones de acompañar y acelerar ese desarrollo y ese cambio, “pero no es la encargada de desencadenarlo y hacerlo triunfar” (La educación en el siglo XX).

Las revoluciones técnicas producidas a lo largo de los dos últimos siglos, en particular la actual revolución técnica y científica, han originado cambios importantes en todos los ámbitos, incluyendo la educación. Con el ingreso a la era del conocimiento se puede decir que la ciencia y la tecnología se han convertido en la fuerza productiva primaria y los recursos humanos, es decir el personal altamente calificado, el elemento básico en la construcción de la sociedad del conocimiento. La invención y el uso del motor de vapor, patentado en 1769, condujeron a la humanidad a la edad de las maquinarias. Desde finales del siglo XIX a inicios del XX, se inventaron el generador de energía y el motor, lo que marcó la entrada de las fuerzas productivas sociales en la edad de la electricidad. Los impactos más profundos de mediados del siglo XX para la economía y la sociedad llegaron con la tecnología de la energía atómica, la computación y la investigación espacial. Hoy, la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados. La innovación científico-tecnológica se ha convertido en una fuerza dominante en el desarrollo económico y social. Esta es la razón por la cual no se puede entender la educación como un factor pasivo, sino como un recurso fundamental sin el cual las sociedades atrasadas como la nuestra no tienen futuro y están condenadas a la inviabilidad. Lo singular del mundo de hoy es que el desarrollo es conocimiento y el conocimiento, a su vez, desarrollo. Las prioridades de recursos para el desarrollo, a diferencia del pasado, se han invertido. Ya no se encentran en las riquezas naturales, sino sobre todo en el conocimiento que tengan los pueblos, por lo tanto más que en la enseñanza la escuela habrá de de ser una organización que aprende, con muchas potencialidades técnicas a su favor, y donde el conocimiento y la innovación no tienen fin.

Con la hegemonía de los sectores más conservadores y reaccionarios del capital, impulsores del neoliberalismo, la educación se convierte en mercancía barnizado de “servicio”, en privilegio para uno y en exclusión para otros, en expresión de oscurantismo e irracionalismo, trayéndose abajo incluso viejas conquistas liberales como el laicismo o la escuela pública, y con ella el abandono o la dejación de derechos fundamentales de la persona. La educación debe ser entendida como un derecho humano fundamental que el Estado está en la obligación de garantizar a toda persona: una educación universal, única, de calidad, gratuita; además, democrática, patriótica, científica y solidaria.

La conquista del pan, en feliz expresión de Mariátegui, debe ir acompañada de la conquista del espíritu, de la belleza, de las complacencias más altas del ser humano. Un pueblo culto, con elevados ideales, con fuertes raíces en su heredad histórica, abierto al mundo desde su realidad, dispuesto al cambio y la innovación, con sentido de dignidad, será el resultado de la educación entendida en su integridad. La crisis de la educación peruana, el rebajamiento de su calidad, su ausencia de horizonte, pero sobre todo el abandono de que es víctima por parte de quienes detentan el poder y asumen responsabilidades de gobierno, explican el enorme deterioro en que se encuentra.

El gran cambio económico, político y social que la sociedad peruana demanda para salir del atraso, la dependencia, la pobreza, la exclusión, tendrá en la educación un pilar fundamental. Es en ese sentido que se puede hablar de la necesidad de abrir paso a una verdadera revolución educativa, indispensable para completar aquellos objetivos. Visto así no es un frente de batalla secundario, ni se agota en la coyuntura, menos en los marcos de la lucha por reivindicaciones económicas o profesionales legítimas, pero del todo insuficientes. El largo camino hacia la emancipación del trabajo y de la realización del socialismo, siendo aparentemente distante, en realidad comienza hoy abriendo camino a las tareas del presente, en cuyo centro está la lucha por una Nueva República.

Vale la pena recoger unas expresiones recientes del Comandante Fidel Castro, cuya valoración de la educación y la cultura en estos tiempos no es exagerada: “…Después de una larga vida de luchas y experiencias y de haber visto la evolución de nuestro mundo durante casi medio siglo hasta llegar a la dramática situación de los 6500 millones de habitantes del planeta, albergo la más absoluta convicción de que solo la educación podrá salvar nuestra especie. Esta es la única que ha recibido el excepcional privilegio de una fabulosa inteligencia con capacidad de crear los más inimaginables valores y de transmitir y actuar de acuerdo con ellos, sin los cuales el ser humano no sería más que un producto ciego de las leyes de la naturaleza, lleno de instintos e impulsos, que no merecería jamás el calificativo de hombre. …Si no llegamos a ser seres humanos en el más cabal sentido de la palabra, nuestra especie no podrá sobrevivir. La tarea de ustedes, y de los que piensen como ustedes y nosotros, es consagrarnos con todas nuestras fuerzas a lograr esos objetivos. Tal propósito define el sentido de nuestra Batalla de Ideas y explica nuestros ingentes esfuerzos por crear una cultura general integral en nuestro pueblo, como algo de lo cual ninguna comunidad humana podrá prescindir”.

viernes, 11 de enero de 2008

Primer comunicado de las FARC tras la liberación de Clara y Consuelo

Enero 10 de 2007
Comunicado de las FARC Sobre la liberación de Clara y Consuelo

1. Honrando la palabra y el compromiso, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC, entregan hoy al Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, a la senadora Piedad Córdoba y a la comunidad internacional, a Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo. Si el niño Emmanuel no está en brazos de su madre, es porque el Presidente Uribe Vélez lo tiene secuestrado en Bogotá. Que lo libere para que podamos celebrar todos, este suceso.

2. Esta liberación humanitaria y unilateral, se da a pesar de los palos atravesados en la rueda por el propio Presidente Uribe, enemigo jurado del canje de prisioneros y enemigo de la paz con justicia social, siguiendo los lineamientos de Washington. Por encima de las intensas operaciones bélicas del Plan Patriota, de la incautación de las pruebas de supervivencia, de la captura de los correos humanitarios que las portaban, del secuestro del pequeño Emmanuel en Bogotá, y de la absurda pretensión de excluir de la facilitación a la comisión humanitaria internacional, hemos dado este primer paso esperanzador que invita a pensar en la posibilidad de la paz en Colombia.
3. Los esfuerzos deben dirigirse ahora a lograr el despeje militar de Pradera y Florida como escenario del diálogo gobierno-FARC para el acuerdo y la materialización del canje que haga posible la liberación de todos los prisioneros en poder de las fuerzas contendientes, de los cautivos en la montaña y de los guerrilleros presos en las cárceles del régimen, incluidos Sonia y Simón. Nuestra voluntad es incuestionable. Sin olvidar que en el pasado reciente liberamos unilateralmente a 304 militares y policías, capturados en combate, esta entrega que hoy hacemos de Clara y Consuelo, reafirma nuestra disposición.
4. En realidad, somos una fuerza beligerante a la espera de ser reconocida por los gobiernos del mundo. Este paso allanaría el tortuoso camino del pueblo de Colombia en busca de la paz. Nuestra lucha es legítima. Se sustenta en el derecho universal que asiste a todos los pueblos del mundo a alzarse contra la opresión. Nuestro padre, el Libertador Simón Bolívar nos enseña que, cuando el poder es opresor la virtud tiene derecho a anonadarlo , y que el hombre virtuoso se levanta contra la autoridad opresora e inaguantable para sustituirla por otra respetada y amable. Y este es, precisamente, el empeño de las FARC.
5. Presidente Chávez, muchas gracias. El mundo no duda que su inmenso corazón, palpita sinceramente, por la paz de Colombia y por la redención de los pueblos. Agradecemos también a los gobiernos y personalidades del mundo que lo han rodeado sin reserva en este noble esfuerzo. Y sobre todo, gracias al bravo pueblo de Venezuela por su apoyo y hermandad. A los familiares de los prisioneros y a los amigos del canje humanitario nuestro llamado a persistir. Lograremos el canje.

Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC
Montañas de Colombia, enero 10 de 2008