El pueblo ecuatoriano tiene una nueva Constitución política; se dio así mismo una Carta magna que encierra elementos conceptuales, jurídicos, políticos nuevos de claro contenido progresista, que seguramente le convierten en una de las constituciones más avanzadas del continente. Alumbró con el referéndum del 28 de septiembre y es resultado de un proceso político que va mucho más allá de los ocho meses de labores de la Asamblea Nacional Constituyente, e inclusive de lo que va del gobierno de Rafael Correa.

Lo anterior apenas recoge algunos ejemplos, pero podríamos hablar de los derechos de la mujer, de los jóvenes, la seguridad alimentaria, la participación popular y un largo etcétera. En definitiva, esta Constitución ha sido concebida y escrita por el pueblo con su acción.
Contar con un instrumento político-jurídico de esa índole es muy importante, constituye una gran victoria para los trabajadores y pueblos del Ecuador, y explica la nueva situación que se vive en el país.
Es importante, pero aún insuficiente. Todo ese articulado no es en sí el cambio por el que nuestro pueblo ha peleado; apenas es el instrumento que delimita los contornos de lo que puede ser el Ecuador de los próximos años... si se lo aplica a plenitud.
Así como la movilización popular desembocó en la instauración de la Asamblea Constituyente, orilló a los asambleístas al recogimiento de varios aspectos que no querían hacerlo y llevó al triunfo del Sí, esa misma movilización debe ser el eje transversal del accionar de las masas para que los preceptos constitucionales, los derechos políticos y sociales, etc. se conviertan en realidad y materialicen la aspiración popular de conquistar la patria nueva.
Los adversarios a ello no tardarán en aparecer, la derecha no dará su brazo a torcer y buscará la forma de impedir que el proceso político avance; inclusive, no faltarán timoratos que, desde la esfera gubernamental y de la tendencia progresista, dubiten en la cabal aplicación de lo que la Constitución establece, a pretexto de no provocar la reacción de la burguesía, o simplemente porque no están de acuerdo con algunos aspectos.
Si nuestro pueblo aspira que se cumpla con el cambio -como efectivamente así lo desea-, debe predisponerse a una constante presión política por sus derechos y en contra de los enemigos de la transformación. No hay que olvidar que son las masas quienes llevan adelante los procesos políticos.