viernes, 2 de enero de 2009

REVOLUCION CUBANA

Un pueblo digno frente a una potencia devastadora

TeleSUR _ 27/12/2008

"Todo era desidia, nuestro país estaba en manos extranjeras, mujeres perdidas, familias en la miseria, y nuestras riquezas aprovechadas por terceros. Así fue la Cuba de Fulgencio (Batista), hasta que el mismo pueblo, con su lucha permanente obtuvo justicia, aquel día del juicio, cuando llegó nuestra atesorada revolución cubana", así se expresó Hortencia Velásquez, una señora de 78 años de edad, que vivió las épocas del derrumbe del fascismo cubano y vivió la bonanza que significó el movimiento liderado por el Comandante Fidel Castro.


Con motivo de cumplirse 50 años de aquel 1 de enero de 1959, en el que el pueblo cubano junto al líder Fidel Castro, el Ché Guevara y otros importantes personajes, derrotó al dictador Fulgencio Batista, e instaló en la nación la revolución de esperanza para América Latina. El equipo Web de TeleSUR, obtuvo testimonios que dan constancia del denominado por cubanos, "el momento del cambio, del renacimiento, del despertar".


Ante la pregunta, ¿qué significado tiene para usted la revolución cubana?, el director adjunto de TeleSUR y representante de Cuba en la junta directiva del canal, Ovidio Cabrera, manifestó: "Hemos resistido siendo un país pequeño, ahora tenemos once millones de habitantes, pero cuando la revolución triunfó tenía cinco millones y tanto, un país muy pequeño, sin recursos, sin grandes armamentos, pero con un valor, una voluntad, y un deseo de defender su nación, de defender su revolución porque la ha creido justa".

Así como en esta opinión, la propia Constitución de la República de Cuba, evoca el valor del ciudadano y la importancia de la unión social, desde donde parte y se hace posible, toda meta del hombre. Una vez que se inicia la revolución cubana, ésta, sin proponerse ser un ejemplo, logra serlo por la capacidad de resistencia que demuestran los cubanos.



"En la República de Cuba la soberanía reside en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado. (...)Todos los ciudadanos tienen el derecho de combatir, por todos los medios, incluyendo la lucha armada cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta Constitución", indica la Carta Magna en su artículo número tres.


De esta manera, se hace consistente la firmeza de los que administran e integran a la nación, quienes además, jamás se desligan del legado de sus intelectuales. "nuestra voluntad de que la ley de leyes de la República este presidida por este profundo anhelo al fin logrado de José Martí: Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".


Panorama cubano previo a la revolución

En los años anteriores a la revolución, innumerables situaciones explotaban a los pobladores cubanos, reglas impuestas injustamente, tierra cedida para la supuesta conservación de la independencia y un pueblo con ansias de liberación que, de no reaccionar, terminaría en una colonia más del neocolonizador, Estados Unidos (EE.UU.).


"Si algo ha tenido Cuba en estos cincuenta años de revolución es su dignidad y su capacidad de resistencia ante la potencia más grande del mundo EE.UU."En manos del dictador Fulgencio Batista, convertido en el nuevo hombre de confianza de EE.UU., el pueblo cubano era además gobernado ilegalmente por medio de una ordenanza que figuraba dentro de la constitución como la Enmienda Platt.

El citado instrumento permitía a EE.UU. hacer uso de sus fuerzas terrestres y marítimas para ejecutar las resoluciones de la Enmienda Platt, mediante la que se definían las futuras relaciones entre Cuba y los EE.UU.

Dentro del instrumento, se estableció por ejemplo que "para su propia defensa, el Gobierno de Cuba debe vender o arrendar a los EE.UU. las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el Presidente de los EE.UU.".

Esta especie de subterfugio legal, tenía como principal objetivo mostrar las ventajas que ejercía Estados Unidos sobre la Isla de Cuba. Según datos estadísticos oficiales, hacia 1952, las empresas norteamericanas controlaban el 47,4 por ciento de la producción azucarera y el 90 por ciento de la producción de electricidad y de las redes telefónicas, entre otros importantes sectores del país.


Antes que la sumisión, el exterminio

Una de la primeras acciones en contra de la dictadura se dio en 1952, cuando en aquel entonces el abogado Fidel Castro Ruz, presentó una denuncia contra el presidente Fulgencio Batista ante el Alto Tribunal de Cuba, por violación de la Constitución de 1940, mediante la que exige el restablecimiento de las garantías constitucionales. Este hecho no fue tomado en cuenta por las instituciones judiciales de la época.


Posteriormente, como parte de las acciones rebeldes, el 26 de julio de 1953, un centenar de jóvenes pertenecientes a los sectores medios y obreros, comandados por Fidel Castro, intentaron tomar el cuartel Moncada, la segunda base militar del país. Con este hecho se inició un proceso de luchas que finalmente logrará el objetivo: Derrocar al dictador Fulgencio Batista.

Luego de muchos intentos fallidos, el ejército rebelde comienzó a salir de su aislamiento y a encontrar nuevas adhesiones. Se sumaron importantes contingentes de jóvenes que fueron conducidos por líderes como Camilo Cienfuegos, el mítico cubano - argentino Ernesto "Che" Guevara y Fidel Castro.


Para el 31 de diciembre de 1958, el dictador Batista cede el poder a una junta militar, abandona Cuba y se refugia en la República Dominicana. Fidel Castro rechaza esta junta, llama a una huelga general a la población y ordena a las columnas del "Che" y de Cienfuegos que se trasladen a La Habana.

El primero de enero de 1959, triunfa la huelga, entran en la capital las tropas del "Che" y de Cienfuegos y cesa la junta militar. Con ello, la lucha antidictatorial por el retorno a las formas democráticas de gobierno, pronto se transforman en una verdadera revolución social.

Una vez en el poder, se adoptaron un conjunto de medidas que modificaron de raíz el orden social en Cuba. El ejército de la dictadura fue reemplazado por el "ejército rebelde", los cargos de gobierno fueron asumidos por los jefes revolucionarios y se da inició la tarea de transformar a la sociedad cubana.


Vuelco favorable de una nación


Para modificar las enormes desigualdades económicas que caracterizaban a la sociedad cubana, el gobierno revolucionario comienza, liderado por Fidel Castro, a aplicar una Reforma Agraria. Una primera ley de 1959 establecía que serán expropiadas todas aquellas tierras que excedieran las 400 hectáreas, con lo que se respete la propiedad de pequeños y medianos productores.

Con ello, la mayor parte de las tierras fueron distribuidas entre los campesinos que carecían de empleo y el resto pasa a formar parte de las haciendas estatales, las cuales ofrecieron trabajo a los desocupados de las zonas rurales. La política económica llevada adelante por el gobierno revolucionario afecta, desde un primer momento, los intereses de Estados Unidos en Cuba.


"Debemos ir con afán investigativo, y con espíritu humilde, a aprender en la gran fuente de sabiduría que es el pueblo" El Ché. (Foto:Archivo)Se iniciaron campañas masivas de alfabetización, se crearon nuevas escuelas y universidades, con lo que creció de forma notable el número de alumnos y maestros. En materia de salud se implementa una red sanitaria para garantizar de forma gratuita la asistencia a toda la población, se crearon nuevos hospitales y clínicas, así como también, institutos de investigaciones médicas.


El gigante ataca con el bloqueo económico


No se puede hacer referencia a la revolución cubana, sin mencionar el bloqueo que le impuso a la nación la mayor potencia del mundo, EE.UU. En 1960, el gobierno estadounidense deja de comprar azúcar. Esto condujo a que el gobierno cubano, buscase como principal aliado a la Unión Sovíetica (U.R.S.S.).

En este sentido, Ovidio Cabrera, manifestó: que "Cuba no ha sido nunca un país que haya agredido a Estados Unidos, al contrario. Su papel es ser un país defensivo, en defensa de sus intereses, de su nacionalidad. La gran campaña de Estados Unidos, la gran venganza de EE.UU, es precisamente tratar de que el ejemplo cubano no se siga, cosa que no han podido evitar".


La revolución, que había mantenido durante mucho tiempo una estrategia económica basada en gran medida en las relaciones con el gran Estado multi-nacional que era la Unión Soviética, al desintegrarse ésta deja a la isla sin su principal socio comercial, con un extraordinario prejuicio para su comercio.

Ante ello, el representante de Cuba en TeleSUR, Ovidio Cabrera, refirió que "ellos (Estados Unidos) prácticamente nos han obligado con su gran bloqueo a que nosotros nos protejamos, a defendernos con nuestros propios medios".

Pero a pesar de estos principales inconvenientes que sufre actualmente la Mayor de las Antillas, el Estado ha conseguido contrarrestar esa estrategia con las armas a su alcance. Comenzaron a exportar azúcar, níquel, pescado, mariscos, ron, café, tabaco y mármoles. También se desarrollaron en materia de medicina, varias vacunas y tratamientos provienen de Cuba y se exportan al resto del mundo, como es el caso de la vacuna antimeningocóccica y otra contra la hepatitis B.


Antes de la revolución el porcentaje de analfabetos en la nación se ubicaba en un 25, 6 por ciento, desde 1988, ese porcentaje está por debajo de 1,5 por ciento y toda la población recibe asistencia social y educativa de enorme calidad.



Revolución cubana en Latinoamérica


La solidaridad del pueblo cubano se ha extendido por toda Latinoamérica. Muestra de ello es la aplicación en Venezuela, Nicaragua y Bolivia del método Yo sí puedo para alfabetizar a la población; estrategia que también será utilizada por Paraguay en el 2009, según lo anunció el presidente Fernando Lugo.


De igual manera, dio inició junto con el gobierno venezolano a un proyecto humanitario denominado Misión Milagro que tiene el propósito de ayudar a aquellas personas con bajos recursos para que puedan ser operadas de distintos problemas oculares.

También participó en el conflicto armado de Angola, iniciado en 1975, para obtener la independencia de la nación, guerra de la que Cuba "se trajo sólo sus muertos", tal como lo indicó en una oportunidad el presidente cubano.


La Cuba de hoy en continua marcha hacia el progreso



La nación, en la actualidad refleja diferentes avances en distintos ámbitos sociales, logrados bajo la premisa que establece la constitución cubana en su artículo número uno, "Cuba es un Estado socialista de trabajadores, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos, como República unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana".



A pesar de los desastres naturales, huracanes, ciclones, y el brutal bloqueo económico, los ciudadanos resisten. "Si algo ha tenido Cuba en estos cincuenta años de revolución es su dignidad y su capacidad de resistencia ante la potencia más grande del mundo EE.UU.", dijo Ovidio Cabrera, representante de Cuba en la junta directiva de TeleSUR.


"Nosotros en este año que estamos concluyendo, nos afectaron tres ciclones devastadores, muy devasatadores, que dejaron más de 10 mil millones de dólares en pérdidas. Sin embargo, de acuerdo a informaciones del parlamento, Cuba creció pese a todo eso, en un 4, 3 por ciento en nuestro Producto Interno Bruto en el año", agregó Cabrera.

En este sentido, el ministro de economía cubano, José Luis Rodríguez, ratificó el crecimiento que registró la nación, en declaraciones que realizó en la reunión de fin de año de la Asamblea Nacional (parlamento cubano).

Por su parte, Raúl de la Nuez, ministro de Comercio Exterior, informó que el intercambio comercial cubano creció este año 2008 un 33 por ciento en relación con el de 2007. El canciller Felipe Pérez Roque destacó a su vez que Cuba derrotó con su resistencia todos los intentos de aislar a la Revolución perpetrados por el gobierno de Estados Unidos.


Como expresión de ese fracaso, Pérez Roque puntualizó que este país tiene actualmente relaciones diplomáticas plenas con 181 de las 192 naciones representadas en la Organización de Naciones Unidas.

Por tanto, la revolución cubana es una muestra viva de los pensamientos del Ché Guevara, "Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están henchidos de sacrificio".




Luinés Daniela Sánchez

DISCURSO DE RAUL CASTRO POR LOS 50 AÑOS DE LA REVOLUCION

¡Jamás regresará el dolor al corazónde las madres ni la vergüenza al alma de cada cubano honesto!


• Discurso pronunciado por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz, en el acto por el aniversario 50 del triunfo de la Revolución, efectuado en Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 2009, “Año del 50 aniversario del triunfo de la Revolución”.


Santiagueras y santiagueros;


Orientales;


Combatientes del Ejército Rebelde, la lucha clandestina y de cada combate en defensa de la Revolución durante estos 50 años;


Compatriotas:


El primer pensamiento, un día como hoy, para los caídos en esta larga lucha. Ellos son paradigma y símbolo del esfuerzo y el sacrificio de millones de cubanos. En estrecha unión, empuñando las poderosas armas que han significado la dirección, las enseñanzas y el ejemplo de Fidel, aprendimos en el rigor de la lucha a transformar sueños en realidades; a no perder la calma y la confianza frente a peligros y amenazas; a levantar el ánimo tras los grandes reveses; a convertir en victoria cada reto y a superar las adversidades, por insuperables que pudieran parecer.


Los que hemos tenido el privilegio de vivir con toda intensidad esta etapa de nuestra historia, sabemos bien cuán cierta ha resultado la alerta que nos hizo aquel 8 de enero de 1959, en su primer discurso al entrar a la capital:


“La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”, concluyó.


Por primera vez el pueblo cubano alcanzaba el poder político. En esta ocasión, junto a Fidel, los mambises sí entraron a Santiago de Cuba. Atrás quedaban 60 años exactos de dominación absoluta del naciente imperialismo norteamericano, que no tardaría en mostrar sus verdaderos propósitos, al impedir la entrada a esta ciudad del Ejército Libertador.


Atrás quedaron también la gran confusión y sobre todo la frustración enorme que generó la intervención norteamericana. Sin embargo se mantuvo en vilo, más allá de su disolución formal, la voluntad de lucha del Ejército Mambí y el pensamiento que guió las armas de Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo y tantos otros próceres y combatientes por la independencia.


Vivimos algo más de cinco décadas de gobiernos corruptos, de nuevas intervenciones norteamericanas; la tiranía machadista y la revolución frustrada que la derrocó. Más tarde, en 1952, el golpe de Estado, con el apoyo del gobierno norteamericano, instauró nuevamente la dictadura, fórmula aplicada en esos años para asegurar su dominio en América Latina.


Para nosotros quedó claro que la lucha armada era la única vía. A los revolucionarios se nos planteaba nuevamente, como a Martí antes, el dilema de la guerra necesaria por la independencia que quedó trunca en 1898.


El Ejército Rebelde retomó las armas mambisas y después del triunfo se transformó para siempre en las invictas Fuerzas Armadas Revolucionarias.


La Generación del Centenario, que en 1953 asaltó los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, contó con el importante legado de Martí, con su visión global humanística que va más allá de la consecución de la liberación nacional.


En términos históricos, fue breve el tiempo que medió entre la frustración del sueño mambí y el triunfo en la Guerra de Liberación. A comienzos de este período, Mella, uno de los fundadores de nuestro primer partido comunista y creador de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), se convierte en heredero legítimo y puente que une el pensamiento martiano y las ideas más avanzadas.


Fueron años de maduración de la conciencia y la acción de obreros y campesinos, y de formación de una intelectualidad genuina, valiente y patriota que los ha acompañado hasta el presente.


El magisterio cubano, fiel depositario de las tradiciones de lucha de sus predecesores, las sembró en lo mejor de las nuevas generaciones.


Desde el mismo momento del triunfo, se hizo evidente para cada hombre y mujer humilde que la Revolución era un justiciero cataclismo social que tocó todas las puertas, desde los palacetes de la Quinta Avenida en la capital, hasta el más misérrimo y apartado bohío de nuestros campos y montañas.


Las leyes revolucionarias no sólo dieron cumplimiento al programa del Moncada, lo superaron con creces en la lógica evolución del proceso. Además sentaron un precedente para los pueblos de nuestra América que hace 200 años iniciaron el movimiento emancipador del colonialismo.


En Cuba, la historia americana tomó rumbos diferentes. Nada moralmente valioso ha sido ajeno al torbellino que aun antes del primero de enero de 1959, comenzó a barrer oprobios e inequidades, a la vez que abrió paso al gigantesco esfuerzo de todo un pueblo, decidido a darse a sí mismo cuanto merece y ha logrado levantar con su sangre y su sudor.


Millones de cubanas y cubanos han sido trabajadores, estudiantes, soldados, o simultáneamente las tres cosas, cuantas veces las circunstancias lo han exigido.


La síntesis magistral de Nicolás Guillén resumió el significado para el pueblo del triunfo de enero de 1959: “Tengo lo que tenía que tener”, dice uno de sus versos, refiriéndose no a riquezas materiales, sino a ser dueños de nuestro destino.


Es una victoria doblemente meritoria, porque ha sido alcanzada a pesar del odio enfermizo y vengativo del poderoso vecino.


El fomento y apoyo al sabotaje y el bandidismo; la invasión de Playa Girón; el bloqueo y demás agresiones económicas, políticas y diplomáticas; la permanente campaña de mentiras dirigida a denigrar a la Revolución y sus líderes; la Crisis de Octubre, los secuestros y ataques a embarcaciones y aeronaves civiles; el terrorismo de Estado, con su terrible saldo de 3 478 muertos y 2 099 incapacitados; los planes de atentados a Fidel y otros dirigentes; los asesinatos de obreros, campesinos, pescadores, estudiantes, diplomáticos y combatientes cubanos. Esos y otros muchos crímenes dan fe del tozudo empeño de apagar a cualquier precio la luz de justicia y decoro que significó la alborada del Primero de Enero.


Una tras otra, todas las administraciones norteamericanas no han cesado de intentar forzar un cambio de régimen en Cuba, empleando una u otra vía, con mayor o menor agresividad.


Resistir ha sido la palabra de orden y la clave de cada una de nuestras victorias, durante este medio siglo de ininterrumpido batallar, en que hemos partido invariablemente de jugarnos nuestra propia piel, sin dejar de reconocer la amplia y decisiva solidaridad recibida.


Desde hace muchos años, los revolucionarios cubanos nos atenemos a la máxima martiana: “La libertad cuesta muy cara, y es necesario o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio”.


En esta plaza, en el 30 aniversario del triunfo, Fidel nos dijo: “Aquí estamos porque hemos podido resistir”. Una década después, en 1999, desde este mismo balcón, afirmó que el período especial constituía “la más extraordinaria página de gloria y firmeza patriótica y revolucionaria, (…) cuando nos quedamos absolutamente solos en medio de Occidente a 90 millas de Estados Unidos y decidimos seguir adelante”. Fin de la cita. Así lo repetimos hoy.


Ha sido una resistencia firme, ajena a fanatismos, basada en sólidas convicciones y en la decisión de todo un pueblo de defenderlas al precio que sea necesario. Ejemplo vivo de ello en estos momentos es la inconmovible firmeza de nuestros gloriosos Cinco Héroes (Aplausos y exclamaciones de: “¡Viva!”) .


Hoy no estamos solos frente al imperio en este lado del océano, como ocurrió en los años sesenta, cuando los Estados Unidos impusieron el absurdo de expulsar de la OEA, en enero de 1962, a Cuba, el país que poco antes había sido víctima de una invasión organizada por el gobierno norteamericano y escoltada hasta nuestras costas por sus buques de guerra. Precisamente, como se ha demostrado, esa expulsión era el preludio de una intervención militar directa, impedida sólo por el despliegue de los cohetes nucleares soviéticos que desembocó en la Crisis de Octubre, conocida mundialmente como la crisis de los mísiles.


Hoy la Revolución es más fuerte que nunca y jamás ha cedido un milímetro en sus principios, ni en los momentos más difíciles. No cambia en lo más mínimo esa verdad que algunos pocos se cansen y hasta renieguen de su historia, olvidándose de que la vida es un eterno batallar.


¿Significa que han disminuido los peligros? No, no nos hagamos ilusiones. Cuando conmemoramos este medio siglo de victorias, se impone la reflexión sobre el futuro, sobre los próximos cincuenta años que serán también de permanente lucha.


Observando las actuales turbulencias del mundo contemporáneo, no podemos pensar que serán más fáciles, lo digo no para asustar a nadie, es la pura realidad.


También debemos tener muy presente lo que Fidel nos dijo a todos, pero especialmente a los jóvenes, en la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre del 2005: “Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”, sentenció.


Ante esta posibilidad, me pregunto: ¿cuál es la garantía de que no ocurra algo tan terrible para nuestro pueblo?


¿Cómo evitar un golpe tan anonadante que necesitaríamos mucho tiempo para recuperarnos y alcanzar de nuevo la victoria?


Hablo en nombre de todos los que hemos luchado, desde los primeros disparos en los muros del Moncada, hace 55 años, hasta los que cumplieron heroicas misiones internacionalistas.


Hablo, por supuesto, también en nombre de los que cayeron en las guerras de independencia y más recientemente en la Guerra de Liberación. En representación de todos ellos, hablo en nombre de Abel y José Antonio, de Camilo y Che, cuando afirmo, en primer lugar, que ello exige de los dirigentes del mañana que no olviden nunca que esta es la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes (Aplausos); que no se reblandezcan con los cantos de sirena del enemigo y tengan conciencia de que por su esencia, nunca dejará de ser agresivo, dominante y traicionero; que no se aparten jamás de nuestros obreros, campesinos y el resto del pueblo; que la militancia impida que destruyan al Partido. Aprendamos de la historia.


Si actúan así, contarán siempre con el apoyo del pueblo, incluso cuando se equivoquen en cuestiones que no violen principios esenciales. Pero si sus actos no estuvieran en consonancia con esa conducta, no contarán siquiera con la fuerza necesaria ni la oportunidad para rectificar, pues les faltará la autoridad moral que sólo otorgan las masas a quienes no ceden en la lucha. Pudieran terminar siendo impotentes ante los peligros externos e internos, e incapaces de preservar la obra fruto de la sangre y el sacrificio de muchas generaciones de cubanos.


Si ello llegara a suceder, nadie lo dude, nuestro pueblo sabrá dar la pelea, y en la primera línea estarán los mambises de hoy, que no se desarmarán ideológicamente ni dejarán caer la espada (Aplausos y exclamaciones).


Corresponde a la dirección histórica de la Revolución preparar a las nuevas generaciones para asumir la enorme responsabilidad de continuar adelante con el proceso revolucionario.


Esta heroica ciudad de Santiago, y Cuba entera, fue testigo del sacrificio de miles de compatriotas; de la ira acumulada ante tanta vida tronchada por el crimen; del dolor infinito de nuestras madres y del valor sublime de sus hijas e hijos.


Aquí nació un joven revolucionario, de sólo 22 años al caer asesinado, que simboliza esa disposición al sacrificio, pureza, valentía, serenidad y amor a la patria de nuestro pueblo: Frank País García.


En esta tierra oriental nació la Revolución. Aquí fue la clarinada de La Demajagua y el 26 de Julio; aquí desembarcamos en el Granma e iniciamos el combate en montañas y llanos, que luego se extendió a toda la isla. Como dijo Fidel en La Historia me Absolverá, aquí “cada día parece que va a ser otra vez el de Yara o el de Baire”.


¡Nunca más volverán la miseria, la ignominia, el abuso y la injusticia a nuestra tierra!


¡Jamás regresará el dolor al corazón de las madres ni la vergüenza al alma de cada cubano honesto!


Es la firme decisión de una nación en pie de lucha, consciente de su deber y orgullosa de su historia (Aplausos).


Nuestro pueblo conoce cada imperfección de la obra que él mismo ha levantado con sus brazos y defendido a riesgo de su vida. Los revolucionarios somos nuestros principales críticos. No hemos dudado en dilucidar deficiencias y errores públicamente. Sobran los ejemplos pasados y recientes.


Desde el 10 de octubre de 1868, la desunión fue causa fundamental de nuestras derrotas. A partir del primero de enero de 1959, la unidad, forjada por Fidel, ha sido garantía de nuestras victorias. Nuestro pueblo logró mantenerla frente a todos los avatares e intentos divisionistas y ha sabido situar los anhelos comunes por encima de las diferencias, derrotar mezquindades a fuerza de colectivismo y generosidad.


Las revoluciones sólo avanzan y perduran cuando las lleva adelante el pueblo. Haber comprendido esa verdad y actuado invariablemente en consecuencia con ella, ha sido factor decisivo de la victoria de la Revolución cubana frente a enemigos, dificultades y retos en apariencia invencibles.


Al arribar al primer medio siglo de Revolución triunfante, llegue el principal tributo a nuestro maravilloso pueblo; a su ejemplar decisión, valor, fidelidad, vocación solidaria e internacionalista; a su extraordinaria demostración de voluntad, espíritu de sacrificio y confianza en la victoria, en el Partido, en su máximo líder y sobre todo en sí mismo (Aplausos).


Sé que expreso el sentir de mis compatriotas y de muchos revolucionarios en el mundo, al rendir homenaje en esta hora al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz (Aplausos y exclamaciones).


Un individuo no hace la historia, lo sabemos, pero hay hombres imprescindibles capaces de influir en su curso de manera decisiva. Fidel es uno de ellos, nadie lo duda, ni aun sus enemigos más acérrimos.


Desde muy joven hizo suyo un pensamiento martiano: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. Lo convirtió en escudo contra lo fatuo y lo pasajero, en su principal arma para transformar halagos y honores, por merecidos que fueran, en mayor modestia, honradez, voluntad de lucha y amor por la verdad, que invariablemente ha situado por encima de todo.


A estas ideas se refirió, en esta misma plaza, hace 50 años. Sus palabras de aquella noche mantienen absoluta vigencia.


En este especial momento que nos hace meditar en el camino recorrido y sobre todo en el aún más largo que está por delante, cuando ratificamos nuevamente el compromiso con el pueblo y nuestros mártires, permítanme concluir repitiendo la alerta premonitoria y el llamado al combate que nos hiciera el Comandante en Jefe en este histórico lugar, el primero de enero de 1959, cuando señaló:


“No creemos que todos los problemas se vayan a resolver fácilmente, sabemos que el camino está trillado de obstáculos, pero nosotros somos hombres de fe, que nos enfrentamos siempre a las grandes dificultades. Podrá estar seguro el pueblo de una cosa, que es que podemos equivocarnos una y muchas veces, lo único que no podrá decir jamás de nosotros es que robamos, que traicionamos”.


Y agregó:


“Nunca nos dejaremos arrastrar por la vanidad ni por la ambición, (…) no hay satisfacción ni premio más grande que cumplir con el deber”, concluyó.


En una fecha de tanto significado y simbolismo, reflexionemos sobre estas ideas que constituyen guía para el revolucionario verdadero. Hagámoslo con la satisfacción de haber cumplido el deber hasta el presente; con el aval de haber vivido con dignidad el más intenso y fecundo medio siglo de historia patria y con el firme compromiso de que en esta tierra siempre podremos exclamar con orgullo:


¡Gloria a nuestros héroes y mártires! (Exclamaciones de: “¡Gloria!”)


¡Viva Fidel! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)


¡Viva la Revolución! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)


¡Viva Cuba libre! (Exclamaciones de: “¡Viva!”)


(Ovación).

50 AÑOS DE LA REVOLUCION CUBANA







Somos cultura de la vivencia revolucionaria *

Alfredo Guevara • La Habana





Cuando Yeyé me llamó eufórica para decirme que el tirano había partido y que Fidel comenzaba a dar instrucciones a nuestro pueblo me hizo saltar de un estado de profunda depresión a exaltada alegría. Una nueva época comenzaba. Y para mí sería, creía entonces, mi realización de sueños interrumpidos, la realización como cineasta. Desde Matanzas, camino de La Habana, Fidel me envió señales; cuando pude encontrarle la emoción no fue menor aunque me tocó uno de esos jarrazos de agua fría que honran y paralizan, que lo transforman todo en un instante. Ese Fidel era el mismo y distinto, porque sabía desde ya que aquel entusiasmo pasional que le rodeaba no podía aplazar el diseño y rápida puesta en práctica de la sociedad soñada y a la que tanto sacrificio y martirologio había ofrendado nuestro pueblo. "No pienses en cine por ahora, tienes otra tarea", fueron sus palabras, y continuó, "Tenemos que destruir esta sociedad injusta de tal modo que no haya cómo reconstruirla y así dar inicio a otra vida".



Tal vez estas últimas palabras no sean las exactas, pero las imágenes de que se sirvió para explicarme la tarea, y que no describiré ahora, no las olvidaré nunca. Debí desde ese instante coordinar un grupo de trabajo no-público que, con Che, Vilma y Núñez Jiménez y bajo su control, redactaría la primera ley radicalmente, a lo martiano, desde la raíz, revolucionaria, la Ley de Reforma Agraria. Y me encargó al mismo tiempo, con indicaciones precisas, dónde buscar apoyos técnicos, asesoría. Pero Fidel, tenía ya esa visión de largo alcance que tienen los jugadores de ajedrez que saben planear más de una jugada, dos tres, muchas, y esta vez lo diré aceptando una observación muy de él, supo planearlas, realizarlas y ganar la partida. Él ha sabido ganarlas.



Eran los días del máximo entusiasmo, de exaltación que llenaba el alma, la cotidiana vida de cada ciudadano y por tanto de todos, entonces masiva exaltación. Pero Fidel no perdía en su brújula el norte necesario. Quería que ya supiésemos qué era un Banco, porque si no se sabía qué era un Banco no se podía dirigir un país. Y planeaba y planeaba; en su diseño iba entrando cada rasgo de la nueva sociedad y eso explica cuánta atención democratizadora, ésa es la fundamentación real de la democracia real, se puso el mayor énfasis en la alfabetización. La alfabetización como paso primero y fundamental en aquellos mismos días; y casi al mismo tiempo, se abordan situaciones menos generales, como la superación de las jóvenes campesinas discriminadas como mujeres y como mujeres del campo. Alfabetizar ante todo, más tarde el seguimiento…, sexto y noveno grado… etcétera, etcétera. Y así entrar realmente en la vida. Así entrar en la vida real.


No debo desviar el tema de mi intervención, pero no puedo dejar de situarla en este marco. Para ser libres, ser cultos; para mencionar siquiera la palabra democracia, primero, y ante todo, respetar la dignidad y la inteligencia y la sensibilidad de la persona, de cada persona, una a una, y solo entonces, la de todas; y respetar la dignidad y la inteligencia y la sensibilidad de la persona, de cada persona, una a una, de todas, del pueblo todo, es entregar las armas para ejercer sus posibilidades de comprender, analizar y expresar criterio, su criterio como participante activo en la vida social. Fidel tuvo esa visión de conjunto para abrir el camino a la construcción, a la posibilidad de que fuese una sociedad mejor, más justa, de seres que despliegan sus cualidades en plenitud, la sociedad que surgiera de las ruinas de la injusticia, el privilegio, la discriminación racial y sexual, y de esa otra discriminación que se enmascara en la división humillante que divide entre sabedores e ignorantes. La sociedad que él quería, por la que hemos luchado y seguimos luchando, es aquella en que la ignorancia no tendrá lugar, porque la ignorancia que impone y a la que condena el capitalismo a una parte de la población no es tan solo condición que sirve a justificar y posibilita la explotación, es también cuando permanece y se refuerza o retro-alimenta en virtud del mal uso de los Medios que debieran contribuir y hasta estar destinados a erradicarles, es, subrayo, remarco, repito sin tregua, es el principal enemigo de la revolución, de su espíritu, de su naturaleza, de sus objetivos. De ahí tanto énfasis, tanta pasión revolucionaria, tanta revolucionaria lucidez en el empeño permanente de nuestro Comandante en promover de mil modos en las legiones de revolucionarios militantes la conciencia de que, para realizar los objetivos de la revolución, la primera revolución a realizar tiene por ámbito cada conciencia y debe erradicar de sí, y en lo más hondo, la rutina y la cristalización, riesgo mayor y también debo subrayarlo, debe subrayarse, de toda ideología. La muerte siempre acecha: reside en primer término en el simplismo y la rutina.


Y vuelvo al tema que me ha sido sugerido y que probaré que no he abandonado en instante alguno. Seguía aquel Grupo inicialmente mencionado redactando la que fuese poco después nuestra Ley primera, la de la Reforma Agraria. Y aquel Grupo debió recibir cada noche, lección tras lección del pensar, la inquietud, el desbordamiento principista, la imaginación, el plantear de opciones varias, escenarios diversos, el cálculo de consecuencias, la mirada larga, abarcadora y al mismo tiempo precisa, de quien nos orientaba y buscaba las mejores formas viables para destruir con el latifundio la esclavitud enmascarada y con uno y otra la dominación imperial a partir de la tierra monocultivada y monoposeída.


Y un día, el echador inesperado y siempre sorprendente de algún que otro jarrazo de agua fría, nos dio la sorpresa; ya estábamos impregnados, y creo que eso fue decisivo, de esa visión global que escapa a las especializaciones, vocaciones y etcétera, etcétera. Debemos echar a andar el proyecto de una cinematografía cubana que sea parte y acompañe a la revolución desde esta fase. Siempre en martiano. Martí dice que la revolución no tenía lugar solo en la manigua, y no logro ahora decirlo textualmente, sino que habría que ponerla en práctica igualmente en la República soñada. A nosotros tras este entrenamiento nos tocaría, en tanto que cineastas, hacer todo el cine que la imaginación joven y en libertad pudiera realizar, enriqueciendo con su poesía, si la lograba, la realidad espiritual, cultural cubana, pero, y no pero, igualmente es mejor expresión, no menor atención tendríamos que dar a recoger en imágenes esos tiempos que vivíamos, que día a día se hacían pasado, siembra, germinación, y al mismo tiempo alba de futuro. Responsabilidad mayor. La historia ya no la escriben tan solo los que reseñan en papel, los que recogen el hecho y la anécdota, los que interpretan y esclarecen (u oscurecen), en fin, historiadores y sociólogos, politólogos y etcétera; llegó el cine, llegó la imagen. Llegaron los noticieros; llegamos nosotros. Acompañados de malas compañías. La cámara honesta, el cineasta revolucionario ve a su vera, más lejos o más cerca, a mercenarios de la imagen que rápidamente imitan a los que mercan en los otros Medios. Eso explica que para prevenir la intrusión previsible de los que ya habían surgido con esos rasgos en la sociedad y sistema que habíamos vencido, la Ley que promulgada el 24 de marzo de 1959, la primera Ley de la revolución en el campo de la cultura artística, llevase como primer Por cuanto, verdadero emblema, declaración de principios, la frase "El cine es un arte". Para nosotros verdad de perogrullo, para otros, peligrosos otros, un insulto. No olvidamos el lema de mister Hearst "el comercio sigue al film", más que frase al aire, reducción de un medio de expresión artística a la condición de instrumento de penetración imperial. Mister Hearst era voz del imperio.


Este cine que surge como proyecto con la Ley y la fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, nacía con dos objetivos precisos y entrelazados, hacer posible el surgimiento de un movimiento cinematográfico en tiempos de revolución, creando la infraestructura necesaria al trabajo de los jóvenes creadores y formar un público educado artísticamente, capaz de apreciar esta manifestación del espíritu y de la época en marcos de variedad ilímite.


Otra vez, siempre, el diseño revolucionario abrió la posibilidad a la persona, cada persona, una a una, todas las personas, y solo entonces válida y no sumisamente masa, de apreciar obras, enriquecer su acervo, descubrir nuevos mundos, ser realmente, realmente ser, existir realmente, realmente existir. De ahí que prefiera decir hoy, aquí, ahora, tras varios decenios, cuando ya somos algo más que cine cubano, parte activa del Nuevo Cine Latinoamericano, decir hoy que no somos cine o cultura o expresión de resistencia, somos cine y cultura de la vivencia, de la vivencia revolucionaria; de la revolución que ha encabezado y encabeza el pensamiento fidelista que aquí nos convoca y reúne.

Muchas gracias.




* Intervención en el Panel Cuba: La cultura de la resistencia, del anticolonialismo y la emancipación. Coloquio Memoria y futuro: Cuba y Fidel. Palacio de las Convenciones, 30 de noviembre, 2006