lunes, 20 de octubre de 2008

Lenin: Carta a la redacción de “Iskra”


El articulo ¿Qué no hacer?[1] plantea problemas de nuestra vida de partido tan importantes y esenciales, precisamente en la actualidad, que es difícil resistir el deseo de responder sin demora a la amable invitación de la Redacción de abrir hospitalariamente las paginas de su órgano; es difícil, sobretodo, a un colaborador permanente de Iskra, es singularmente difícil en un momento en el que retrasarse una semana en hacerse oír la propia voz, significaría, quizá, renunciar por completo a hacerla oír.

Y yo quisiera hacer oír mi voz consultiva para evitar algunas incomprensiones, posibles y poco menos que inevitables.


Diré, ante todo, que el autor del artículo tiene mil veces razón, a mi juicio, cuando insiste en la necesidad de proteger la unidad del partido y eludir nuevas divisiones, especialmente por divergencias que no pueden ser calificadas de considerables. El llamamiento a la paz, la suavidad y la condescendencia hecho por un dirigente es, en general, sumamente laudable y, en particular, en un momento como éste. Anatematizar o expulsar del partido no solo a los ex economistas, sino también a los grupitos de socialdemócratas que padecen de “cierta inconsecuencia” sería, sin duda, insensato; insensato hasta tal punto que comprendemos perfectamente el tono irritado del autor del artículo con respecto a quienes él se imagina Sobakévich[2] rectilíneos, tozudos y estúpidos, capaces de propugnar la expulsión. Es mas a nuestro juicio , cuando tengamos un programa de partido y una organización de partido, deberemos abrir hospitalariamente las páginas del órgano del partido para sostener intercambios de opiniones, sino brindar la posibilidad de exponer sistemáticamente sus discrepancias, aunque sean insignificantes, a los grupos o, según la expresión del autor, grupitos que debido a su inconsecuencia defienden algunos dogmas del revisionismo, y que insisten, por unas u otras causas, en su especificidad e individualidad de grupo. Precisamente para no ser demasiados rectilíneos y bruscos , a lo Sobakévich, con el “individualismo anarquista”, es necesario a nuestro juicio, hacer todo lo posible – llegando incluso a ciertos apartamientos de los bellos esquemas del centralismo y del sometimiento incondicional a la disciplina— a fin de conceder a estos grupitos la libertad de manifestarse y dar a todo el partido la posibilidad de sopesar la profundidad o insignificancia de las discrepancias, de determinar dónde , en qué , y en quién precisamente se observa inconsecuencia.

Es hora ya, en efecto de arrojar resueltamente por la borda las tradiciones del sectario espíritu de circulo y lanzar – en un partido que se apoye en las masas – una consigna categórica: más luz, que el partido lo conozca todo, que se le entregue todo, absolutamente todo el material para valorar todas y cada una de las discrepancias, todos y cada uno de los retornos al revisionismo, de las infracciones de la disciplina, etc. Mayor confianza en el juicio independiente en toda la masa de cuadros del partido: ellos y solo ellos, sabrán moderar el excesivo acaloramiento de los grupitos inclinados a la escisión; sabrán inculcarles con su influjo lento e imperceptible, pero perseverante, “buena voluntad” hacia la observancia de la disciplina del partido; sabrán enfriar el ardor del individualismo anarquista ; sabrán documentar mostrar y demostrar con el solo hecho de su indiferencia la importancia insignificante de las discrepancias, exageradas por los elementos que tienden a la escisión.


A la presente pregunta de “¿Qué no hacer?”— qué no hacer en general y que no hacer para provocar la escisión – yo contestaría ante todo: no ocultar al partido los motivos de la escisión, que surgen y se acrecientan, no ocultar nada de las circunstancias y sucesos que constituyen esos motivos. Mas aún no ocultarlo no sólo al partido, sino tampoco, en la medida de lo posible, a los extraños. Digo “en la medida de lo posible” teniendo en cuenta lo que es imprescindible ocultar en virtud de las exigencias de la clandestinidad; pero las circunstancias de este genero desempeñan el papel mas insignificante en nuestras escisiones. Amplia publicidad: tal es el medio más justo, y el único seguro para evitar las escisiones que pueden ser evitadas y para reducir al mínimo el daño de las que se han hecho ya inevitables.

En efecto, reflexionad sobre las obligaciones que impone al partido la circunstancia de que trata ya con las masas, y no con los círculos. Para ser el partido de masas no solo de palabra, debemos conseguir que participen en todos los asuntos del partido masas cada día mas vastas, elevándolas sin cesar del indiferentismo político a la protesta y la lucha; del espíritu general de protesta, a la aceptación conciente de las concepciones socialdemócratas; de la aceptación de estas concepciones al apoyo al movimiento, y del apoyo al movimiento, a la participación en la organización del partido. ¿Se puede lograr este resultado sin dar la mayor publicidad a los asuntos de cuya solución depende uno u otro influjo de las masas? Los obreros – dice el autor, y con toda razón— dejaran de comprendernos y nos abandonaran, como a un Estado Mayor sin ejercito, en el caso de que se produzcan escisiones por discrepancias insignificantes. Y para que los obreros no puedan dejar de comprendernos, para que su experiencia de lucha y su instinto proletario nos enseñen también algo a nosotros, “los dirigentes” ; para eso es necesario que los obreros organizados aprendan a estar al corriente de los motivos que surgen para la escisión ( tales motivos han existido siempre y volverán a existir siempre en todo partido de masas) , a adoptar una actitud conciente frente a esos motivos y valorar desde el punto de vista de los intereses de todo el partido, de los intereses de todo el movimiento en su conjunto , los sucesos que puedan ocurrir en cualquier Poshejonie[3] ruso o extranjero.

El autor tiene tres veces razón al subrayar que a nuestro centro se le confiará mucho y se le exigirá mucho. Así es. Y precisamente por eso, es necesario que todo el partido eduque para sí de manera sistemática gradual y constante hombres adecuados en el centro, que vea ante, sí como en la palma de la mano, toda la actividad de cada candidato a este elevado puesto; que conozca incluso sus peculiaridades individuales, sus puntos fuertes y débiles, sus victorias y sus “derrotas”. El autor hace observaciones sutiles, y, evidentemente, basadas en una rica experiencia acerca de algunas causas de semejantes derrotas. Y justamente porque estas observaciones son tan sutiles, es preciso que las aproveche todo el partido, que éste vea siempre la “derrota”, aunque sea parcial, de tal o cual de sus “dirigentes”. Ningún político ha hecho carrera sin tales o cuales derrotas, y si hablamos en serio de influir en las masas, de ganarnos su “buena voluntad”, debemos tratar con todas las fuerzas de que esas derrotas no se oculten en la atmósfera cargada de los círculos y los grupitos, sino que sean sometidas al juicio de todos. Esto parece violento a primera vista, eso deberá a veces parecer “ofensivo” a este o a aquel dirigente; pero tenemos la obligación de vencer ese falso sentido de violencia: es nuestro deber ante el partido y ante la clase obrera. Así, y sólo así, daremos a toda la masa de cuadros influyentes del partido (y no a la selección casual de un circulo o grupito) de conocer a sus guías y colocar a cada uno de ellos en el anaquel correspondiente. Sólo la vasta publicidad encauza todas las desviaciones rectilíneas, unilaterales y caprichosas; solo ella transforma “los contras”, a veces absurdos y ridículos, de “los grupitos” en material útil y necesario para la autoeducación del partido.

¡Luz, mayor cantidad de luz! Necesitamos un concierto inmenso; necesitamos adquirir experiencia para distribuir acertadamente los papeles en él; para encomendar a uno un violín sentimental, para dar a otro un contrabajo furioso y entregar a un tercero la batuta de director. ¡Que se haga realidad este magnifico llamamiento del autor a la hospitalidad para todas las opiniones en las paginas del órgano del partido y de todas las publicaciones del partido! ¡Que todos y cada uno juzguen nuestras “disputas y sandeces” por culpa de una “nota”, demasiado alta según unos, falsa a juicio de otros y frustrada en opinión de unos terceros! Sólo con una serie de discusiones publicas así puede formarse entre nosotros una comunidad de dirigentes verdaderamente armónica; solo con esa condición, los obreros serán colocados en tal situación que no puedan dejar de comprendernos; sólo entonces nuestro “Estado Mayor” se apoyara de veras en la voluntad buena y conciente del ejercito que sigue al Estado Mayor y, al mismo tiempo orienta a su Estado Mayor.


Lenin



Publicada el 25 de noviembre de 1903

en el numero 53 de “Iskra”


Notas
[1] El autor del articulo ¿ Qué no hacer? Era J. Plejanov , que poco después del II congreso del POSDR se hizo menchevique. A partir del numero 52, en el articulo mencionado, Iskra paso a ser órgano de los mencheviques. (N. de la Edit.)
[2] Sobakévich: personaje de la obra de N. Mogol Las almas muertas, prototipo del terrateniente obtuso y grosero. (N. de la Edit.)
[3] Poshejonie: Pequeña ciudad distrital de la Rusia zarista. Esta palabra se hizo sinónimo de apartad lugar provinciano y atraso extremo después de publicarse la obra satírica de M. Saltykov-Schedrín En la antigua Poshejonie. (N. de la Edit.)



 “Los orígenes del bolchevismo... están indisolublemente asociados con la lucha de lo que se conocía como economismo (oportunismo, el rechazo de la lucha política del proletariado y la negación de la dirección de este último) contra la socialdemocracia revolucionaria durante los años 1897-1902. El economismo, apoyado por el Bund, fue derrotado y extirpado por la campaña llevada a cabo por la vieja Iskra (Munich, Londres y Ginebra, de 1900 a 1903), que restableció el Partido Social-Demócrata (fundado en 1898, pero destruido por las detenciones) sobre la base del marxismo y de los principios socialdemócratas revolucionarios.
...

“En el II Congreso del POSDR (agosto de 1903), los iskristas se dividieron: la mayoría apoyó los principios y las tácticas de la vieja Iskra, y la minoría se volvió hacia el oportunismo, donde encon-traron con el apoyo de los viejos enemigos de Iskra, los economistas y los bundistas.”