jueves, 14 de mayo de 2009

José Carlos Mariátegui: Programa del Partido Socialista Peruano

Por múltiples razones estábamos dejando de celebrar el aniversario de nuestro blog, y como el año anterior lo celebramos posteando el articulo de Mariátegui que inspiro el nombre del blog, hoy posteamos el texto de Mariátegui que más anima nuestro accionar colectivo; el Programa del Partido Socialista Peruano: Redactado por José Carlos Mariátegui en octubre de 1928, y aprobado en el Comité Central del Partido, a comienzos de 1929.




El programa debe ser una declaración doctrinal que afirme:


1.-El carácter internacional de la economía contemporánea que no consiente a ningún país evadirse de las corrientes de transformación surgidas de las actuales condiciones de producción.


2.-El carácter internacional del movimiento revolucionario del proletariado. El Partido socialista adapta su praxis a las circunstancias concretas del país, pero obedece a una amplia visión de clase, y las mismas circunstancias nacionales están subordinadas al ritmo de la historia mundial. La revolución de la independencia hace más de un siglo, fue un movimiento solidario de todos los pueblos subyugados por España; la revolución socialista es un movimiento mancomunado de todos los pueblos oprimidos por el capitalismo. Si la revolución liberal, nacionalista por sus principios, no pudo ser actuada sin una estrecha unión entre los países sudamericanos, fácil es comprender la ley histórica que, en una época más acentuada de interdependencia y vinculación de las naciones, impone que la revolución social, internacionalista en sus principios, se opere con una coordinación mucho más disciplinada e intensa de los partidos proletarios. El manifiesto de Marx y Engels condensó el primer principio de la revolución proletaria en la frase histórica: "¡Proletarios de todos los países, unios!".


3.-El agudizamiento de las contradicciones de la economía capitalista. El capitalismo se desarrolla en un pueblo semifeudal como el nuestro; en instantes en que, llegado a la etapa de los monopolios y del imperialismo, toda la ideología liberal, correspondiente a la etapa de la libre concurrencia, ha cesado de ser válida. El imperialismo no consiente a ninguno de estos pueblos semi-coloniales, que explota como mercados de su capital y sus mercancías y como depósitos de materias primas, un programa económico de nacionálización e industrialismo; los obliga a la especialización, a la monocultura (petróleo, cobre, azúcar, algodón, en el Perú), sufriendo una permanente crisis de artículos manufacturados, crisis que se deriva de esta rígida determinación de la producción nacional, por factores del mercado mundial capitalista.


4.-El capitalismo se encuentra en su estadio imperialista. Es el capitalismo de los monopolios, del capital financiero, de las guerras imperialistas por el acaparamiento de los mercados y de las fuentes de materias brutas. La praxis del socialismo marxista en este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismó, y de los monopoilos. El Partido socialista del Perú lo adopta como método de lucha.


5.-La economía pre-capitalista del Perú republicano que, por la ausencia de una clase burguesa vigorosa y por las condiciones nacionales e internacionales que han determinado el lento avance del país por la vía capitalista> no puede liberarse bajo el régimen burgués, enfeudado a los intereses capitalistas, coludido con la feudalidad gamonalista y clerical, de las taras y rezagos de la feudalidad colonial. El destino colonial del país reanuda su proceso. La emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción de las masas proletarias, solidarias con la lucha antiimperialista mundial. Sólo la acción proletaria puede estimular primero y rea lizar después las tareas de la revolución democráticoburguesa que el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir.


6.-El socialismo encuentra, lo mismo en la, subsistencia de las comunidades que en las grandes empresas agrícolas, los elementos de una solución socialista de la cuestión agraria, solución que tolerará en parte la explotación de la tierra por los pequeños agricultores, ahí donde el yanaconazgo o la pequeña propiedad recomienden dejar a la gestión individual, en tanto que se avanza en la gestión colectiva de la agricultura, la,s zonas donde ese género de explotación prevalece. Pero esto, lo mismo que el estímulo que se presta al libre resurgimiento del pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativo, no significa en lo absoluto una romántica y antihistórica tendencia de construcción o resurrección del socialismo incaico, que corresppndió a condiciones históricas completamente superadas y del cual sólo quedan como factor aprovechable dentro de una técnica de producción perfectamente científica, los hábitos de cooperación y socialismo de los campesinos indígenas. El socialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista, y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civilización moderna, sino, por el contrario, la máxima y metódica aceleración de la incorporación de estas conquistas en la vida nacional.


7.-Sólo el socialismo puede resolver el problema de una educación efectivamente democrática e igualitaria, en virtud de la cual cada miembro de la sociedad reciba toda la instrucción a que su capacidad le dé derecho. El régimen educacional socialista es el único que puede aplicar plena y sistemáticamente los principios de la escuela única, de la escuela del trabajo, de las comunidades escolares y, en general, de todos los ideales de la pedagogía revolucionaria contemporánea, incompatible con los privilegios de la escuela capitalista, que condena a las clases pobres a la inferioridad cultural y hace de la instrucción superior el monopolio de la riqueza.


8.-Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene, en sus objetivos y su doctrina, revolución proletaria. El partido del proletariado, capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su propio programa, realiza en esta etapa las tareas de la organización y defensa del orden socialista.


9.-El Partido socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase.
Anexos al programa se publicarán proyectos de tesis sobre la cuestión indígena, la situación económica, la lucha antiimperialista, que, después del debate de las secciones y de las enmiendas que en su texto introduzca el Comité Central, quedarán definitivamente formuladas en el Primer Congreso del Partido.


Desde el manifiesto, el Partido dirigirá un llamamiento a todos sus adherentes, a las masas trabajadoras, para trabajar por las siguientes reivindicaciones inmediatas:


• Reconocimiento amplio de la libertad de asociación, reunión y prensa obreras.


• Reconocimiento del derecho de huelga para todos los trabajadores. Abolición de la conscripción vial.


• Sustitución de la ley de la vagancia por los artículos que consideraban específicamente la cuestión de la vagancia en el anteproyecto del Código Penal puesto en vigor por el Estado, con la sola excepción de esos artículos incompatibles con el espíritu y el criterio penal de la ley especial.


• Establecimiento de los Seguros Sociales y de la Asistencia Social del Estado.


• Cumplimiento de las leyes de accidentes de trabajo, de protección del trabajo de las mujeres y menores, de las jornadas de ocho horas en las faenas de la agricultura.


• Asimilación del paludismo en los valles de la costa a la condición de enFermedad profesional con las consiguientes responsabilidades de asistencia para el hacendado.


• Establecimiento de la jornada de siete horas en las minas y en 105 trabajos insalubres, peligrosos y nocivos para la salud de los trabajadores.


• Obligación de las empresas mineras y petroleras de reconocer a sus trabajadores de modo permanente y efectivo, todos los derechos que le garantizan las leyes del país.


• Aumento de los salarios en la industria, la agricultura, las minas, los transportes marítimos y terrestres v las islas guaneras, en proporción con el costo de vida y con el derecho de los trabajadores a un tenor de vida más elevado.


• Abolición efectiva de todo trabajo forzado o gratuito, y abolicion o punicion del regimen semi-esclavista en la montaña.


• Dotación a las comunidades de tierras de latifundios para la distribución entre sus miembros en proporción suficiente a sus necesidades.


• Expropiación, sin indemnización, a favor de las comunidades, de todos los fundos de los conventos y congregaciones religiosas.


• Derecho de los yanaconas, arrendatarios, etc., que trabajen un terreno más de tres años consecutivos, a obtener la adjudicación definitiva del uso de sus parcelas, mediante anualidades no superiores al 60% del canon actual de arrendamiento.


• Rebaja al menos en un 50% de este canon, para todos los que continúen en su condición de aparceros o arrendatarios.


• Adjudicación a las cooperativas y a los campesinos pobres, de las tierras ganadas al cultivo por las obras agrícolas de irrigación.


• Mantenimiento, en todas partes, de los derechos reconocidos a los empleados por la ley respectiva.


• Reglamentación, por una comisión paritaria, de los derechos de jubilación en forma que no implique el menor menoscabo de los establecidos por la ley.


• Implantación del salario y del sueldo mínimo.


• Ratificación de la libertad de cultos y enseñanza religiosa al menos en los términos del artículo constitucionLtí y consiguiente derogatoria del último decreto contra las iglesias no católicas. Gratuidad de la enseñanza en todos sus grados.


Estas son las principales reivindicaciones por las cuales el Partido socialista luchará de inmediato.


Todas ellas responden a perentorias exigencias de la emancipación material e intelectual de las masas. Todas ellas tienen que ser activamente sostenidas por el proletariado y por los elementos conscientes de la clase media.


La Libertad del Partido para actuar públicamente, al amparo de la constitución y de las garantías, que ésta acuerda a los ciudadanos para crear y difundir sin destricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un derecho reivindicado por e1 acto mismo de la fundación pública de esta agrupación.


Los grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo por medio de este manifiesto, asumen resueltamente, con la conciencia de un deber y una responsabilidad históricas, la misión de defender y propagar sus principios y mantener y acrecentar su Organización, a costa de cualquier sacrificio. Y las masas trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas y el campesinado indígena, cuyos intereses y aspiraciones representamos en la lucha política, sabrán apropiarse de estas reivindicaciones y de esta doctrina, combatir perseverante y esforzadamente por ellas y encontrar, a través de esta lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo.


¡Viva la clase obrera del Perú!


¡Viva el proletariado mundial!


¡Viva la revolución social!


Chris Edges* : Compre Obama

Traducción de Ana Atienza








Barack Obama es una marca diseñada para que nos sintamos bien con el gobierno mientras los señores feudales de las corporaciones saquean las arcas públicas, nuestros dirigentes reciben sobornos de legiones de grupos de presión corporativos, nuestras grandes empresas de comunicación nos entretienen con chismes y trivialidades y nuestras guerras imperialistas se extienden por Oriente Próximo. La marca Obama es sinónimo de consumidores felices. Nos tienen entretenidos. Tenemos esperanzas. Nos gusta nuestro presidente. Creemos que es como nosotros. Pero, al igual que todos los productos de marca surgidos del manipulador mundo de la publicidad corporativa, nos están embaucando para que hagamos y respaldemos muchas cosas que no nos interesan.


¿Qué hemos recibido de la marca Obama a cambio de toda la fe y la esperanza que hemos depositado en ella? Su administración ha entregado, prestado o avalado con 12,8 billones de dólares de los contribuyentes a Wall Street y a los bancos insolventes en un ruinoso intento de volver a inflar la burbuja económica, táctica que, en el mejor de los casos, hace presagiar una catástrofe y nos dejará en la ruina en medio de una profunda crisis. La marca Obama ha invertido cerca de un billón de dólares en defensa y en mantener nuestros fallidos proyectos imperialistas en Irak, donde los estrategas militares calculan ahora que habrá que mantener 70.000 soldados durante los próximos 15 a 20 años. La marca Obama ha ampliado la guerra en Afganistán e incluso ha utilizado drones para atravesar las fronteras y bombardear Paquistán, con lo que el número de víctimas civiles se ha duplicado en los tres últimos meses. La marca Obama se ha negado a levantar las restricciones para que puedan organizarse los trabajadores, y no contempla la posibilidad de implantar un sistema de sanidad pública para todos los estadounidenses. Tampoco va a juzgar a la administración Bush por crímenes de guerra o por el uso de la tortura, además de rechazar la abolición de las leyes de confidencialidad de Bush o la restauración del habeas corpus.


La marca Obama nos ofrece una imagen que parece radicalmente individualista e innovadora. Nos ha cegado para que no veamos que los viejos motores del poder empresarial y el amplio complejo militar-industrial siguen saqueando el país. Las grandes corporaciones, que son las que controlan nuestra política, han dejado de fabricar productos realmente diferentes para empezar a crear marcas diferentes. La marca Obama no supone una amenaza para la esencia del estado corporativo en mayor medida que lo hizo la de George W. Bush. Ésta última se vino abajo: nos hicimos inmunes a su estudiado aire campechano, empezamos a ver más allá de su artificio. Pero este proceso de desgaste es habitual en el mundo de la publicidad. Por eso nos han dado una nueva marca con un atractivo excitante e incluso ligeramente erótico. Benetton y Calvin Klein fueron los precursores de la marca Obama, utilizando sus anuncios para que se les asociara con imágenes artísticas subidas de tono y políticas progresistas, lo que ha dado ventaja competitiva a sus productos. Pero el objetivo, al igual que en todas las marcas, era lograr que los consumidores pasivos confundieran esa marca con una experiencia.


"El abandono de los principios económicos radicales de los movimientos feministas y de defensa de los derechos civiles debido al conjunto de causas que se ha dado en llamar corrección política ha formado con éxito una generación de activistas en política de la imagen, no de la acción", escribe Naomi Klein en "No Logo".


Obama, que se ha convertido en una celebridad mundial, ha sido fácil de moldear para crearle una marca. Apenas tenía experiencia, salvo los dos años que pasó en el Senado, carecía de base moral y se le podía maquillar como la opción ideal para todos. Su breve historial de voto en el Senado revela una patética sumisión a los intereses corporativos. Se mostró dispuesto a promover la energía nuclear como si fuera “verde”. Votó por continuar con la guerra en Irak y Afganistán. Reautorizó la Patriot Act antiterrorista. No respaldó un proyecto de ley destinado a limitar los abusivos tipos de interés de las tarjetas de crédito. Se opuso a otro que habría reformado la infame Ley Minera de 1872. Tampoco apoyó el proyecto de ley HR676 sobre la creación de un sistema de sanidad pública, promovido por los congresistas Dennis Kucinich y John Conyers. Votó a favor de la pena de muerte. Por si esto fuera poco, respaldó un proyecto de ley para “reformar” el sistema de acciones populares que no era más que una descomunal medida de presión impulsada por las entidades financieras. Dicha ley, conocida como Class Action Fairness Act, habría supuesto en la práctica cerrar las puertas de los tribunales del Estado a la mayoría de los pleitos surgidos de acciones populares y suprimir las indemnizaciones en muchos de los tribunales donde estas acciones tuvieran posibilidades de desafiar al poder corporativo.
Mientras Gaza era objeto de bombardeos y ataques aéreos en las semanas previas a la toma de posesión de Obama, "su equipo hizo saber que no se plantearía objeción alguna al reabastecimiento previsto de ‘bombas inteligentes’ y otro material de artillería de alto nivel tecnológico que ya se estaba enviando a Israel", según Seymour Hersh. Incluso su cacareado discurso antibelicista como senador del estado (que tal vez haya sido su único acto real de rebeldía), fue modificado rápidamente. El 27 de julio de 2004 declaró en el Chicago Tribune que "no existe tanta diferencia entre mi postura y la de George Bush en este momento. En mi opinión, la diferencia está en quién se halla en condiciones de ponerla en práctica". Por otra parte, a diferencia de los antibelicistas a ultranza como Kucinich, que ha pronunciado centenares de discursos contra la guerra, Obama mantuvo un obediente silencio hasta que la guerra de Irak empezó a ser impopular.


La campaña de Obama ha recibido el voto de cientos de especialistas en márketing, directores de agencias y empresas de servicios publicitarios que se reunieron en la conferencia anual de la Association of National Advertisers celebrada en octubre. Fue nombrada Campaña del año por Advertising Age en 2008, tras desbancar a competidores como Apple y Zappos.com. Los profesionales saben de lo que hablan. La marca Obama es el sueño del publicista. El Presidente hace una cosa y la marca consigue que creamos otra. Es la esencia del éxito publicitario. Compramos o hacemos lo que quiere el publicista en función de lo que nos hace creer.
La cultura de la celebridad se ha infiltrado en todos los aspectos de nuestra sociedad, incluida la política, para dar paso a lo que Benjamin DeMott denomina "política basura". Se trata de una política que no exige justicia ni la restitución de derechos; se dedica a personalizar y a moralizar sobre los asuntos en lugar de aclararlos. "Es impaciente ante los conflictos articulados, entusiasta acerca del optimismo y la moralidad estadounidenses, y depende enormemente del uso de lenguajes y gestos para demostrar comprensión", señala DeMott. La consecuencia de la política basura es que no cambia nada: "supone una interrupción nula de los procesos y prácticas que refuerzan los actuales sistemas interrelacionados de ventaja socioeconómica". Redefine los valores tradicionales, convirtiendo "el valor en fanfarronería, la comprensión en sensiblería, la humildad en falta de respeto por uno mismo, la identificación con los ciudadanos de a pie en la descalificación de los expertos". La política basura "minimiza los grandes problemas complejos del país mientras amplifica las amenazas del extranjero. También es muy dada a revertir bruscamente y sin ninguna explicación sus propias posturas ante el público, a menudo inflando de forma espectacular problemas que antes minimizaba". Por último, "trata en todo momento de aniquilar la consciencia de los votantes sobre las diferencias socioeconómicas y de otros tipos que pueda haber en su entorno".


Las culturas basadas en la imagen y dominadas por la política basura comunican por medio de historias, imágenes, espectáculos y seudoteatro cuidadosamente orquestados y preparados. Los escándalos, los huracanes, los terremotos, las muertes prematuras, los nuevos virus letales o los accidentes de tren quedan muy bien en las pantallas de los ordenadores y en televisión. Sin embargo, la diplomacia internacional, las negociaciones sindicales y los enrevesados paquetes de rescate no generan historias personales interesantes ni imágenes atractivas. Un gobernador que frecuenta los prostíbulos se convierte en una gran noticia. Un político que propone una reforma legislativa importante, la asistencia sanitaria universal o reducir el derroche resulta aburrido. Reyes, reinas y emperadores utilizaban las intrigas palaciegas para entretener a sus súbditos. Hoy en día son las celebridades del cine, la política y el periodismo las que nos distraen con sus flaquezas personales y escándalos. Crean nuestra mitología pública. Actores, políticos y deportistas son ahora, al igual que en tiempos de Nerón, intercambiables.


En una era de imágenes y entretenimiento, de gratificación emocional instantánea, no se intenta ver la realidad. La realidad es complicada y aburrida. Somos incapaces o no estamos dispuestos a abordar su complejidad. Pedimos que nos satisfagan y reconforten con tópicos, estereotipos y mensajes inspiradores que nos digan que podemos ser quienes queramos, que vivimos en el mejor país de la Tierra, que poseemos unas cualidades morales y físicas superiores, y que nuestro futuro siempre será glorioso y próspero, ya sea por nuestras cualidades, por nuestro carácter nacional o porque nos ha bendecido Dios. No aceptamos la realidad porque es un impedimento para conseguir nuestros deseos. La realidad no nos hace sentir bien.

En su libro "Public Opinion", Walter Lippmann establecía una distinción entre "el mundo exterior y la imagen que tenemos en la cabeza". Definía el término "estereotipo" como un patrón enormemente simplificado que nos ayuda a dar sentido al mundo. Lippmann mencionaba ejemplos de los burdos "estereotipos que tenemos en la cabeza" acerca de colectivos enteros, como "los alemanes", "los del sur de Europa", "los negros", "los de Harvard", "los agitadores" y otros. Estos estereotipos, apunta Lippmann, proporcionan una gratificante y falsa coherencia al caos existencial. Proporcionan explicaciones fácilmente comprensibles de la realidad y están más próximos a la propaganda, ya que simplifican en lugar de complicar.


Sin embargo, los montajes a base de seudoacontecimientos teatrales que orquestan publicistas, maquinarias políticas, la televisión, Hollywood o los anunciantes son muy distintos. Tienen, según decía Daniel Boorstin en "The Image: A Guide to Pseudo-Events in America", la capacidad de parecer reales aun cuando sepamos que están preparadas. Al provocar una fuerte respuesta emocional, son capaces de superar la realidad y sustituirla por un relato de ficción que a menudo se convierte en una verdad aceptada. El desenmascaramiento de un estereotipo deteriora y a menudo destruye su credibilidad. Sin embargo, los seudoacontecimientos, independientemente de si muestran al presidente en una fábrica de coches, en un comedor de beneficencia o dirigiéndose a las tropas destacadas en Irak, son inmunes a este desgaste. El descubrimiento de los complejos mecanismos que están detrás de los seudoacontecimientos no hace más que incrementar su capacidad para fascinar y su poder. En esto se basan los intrincados reportajes de televisión sobre la eficacia con que se maneja la puesta en escena de los políticos y sus campañas. Los periodistas, especialmente los de televisión, ya no se preguntan si el mensaje es cierto, sino si el seudoacontecimiento ha funcionado o no como teatro político. Se juzga a los seudoacontecimientos por su capacidad para manipularnos a través de una ilusión. Se valora y elogia los acontecimientos que parecen reales; los que, por el contrario, no logran crear una ilusión creíble se consideran un fracaso. La verdad es irrelevante. El político de éxito, como en buena parte de nuestra cultura, es aquel capaz de crear marcas y seudoacontecimientos que ofrezcan las fantasías más convincentes. Y Obama es un maestro en este arte.


Un público que ya no es capaz de discernir entre realidad y ficción posiblemente interpretará la realidad a través de las ilusiones. Se utilizan hechos aleatorios o datos abstrusos y banalidades para reforzar la ilusión y darle credibilidad, o bien se desechan si interfieren en el mensaje. Cuanto peor se vuelve la realidad (por ejemplo, cuanto más se disparan las ejecuciones hipotecarias y el desempleo), más gente busca refugio y confort en ilusiones. Cuando no dejan de distinguirse las opiniones de los hechos, cuando no existe una norma universal que establezca lo que es cierto en la legislación, la ciencia, la investigación o la comunicación de los sucesos del día, cuando la habilidad más valorada es la capacidad de entretener, el mundo se convierte en un lugar en el que la mentira se transforma en verdad, donde la gente cree lo que quiere creer. Éste es el verdadero peligro de los seudoacontecimientos y el motivo por el cual son mucho más perniciosos que los estereotipos. No explican la realidad, como intentan los estereotipos, sino que la reemplazan. Los seudoacontecimientos redefinen la realidad de acuerdo con los parámetros establecidos por sus creadores, que obtienen grandes beneficios traficando con estas ilusiones y desean mantener las estructuras de poder que controlan.


La antigua cultura de la producción requería lo que el historiador Warren Susman denominaba “carácter”. La nueva cultura del consumo requiere lo que ha dado en llamar “personalidad”. Este cambio de valores constituye un giro desde una moralidad inmutable al artificio de la presentación. Los viejos valores culturales de frugalidad y moderación elogiaban el trabajo duro, la integridad y el valor. Por el contrario, la cultura del consumo se rinde ante el encanto, la fascinación y la capacidad de agradar. "El papel social que se exige a todos en la nueva cultura de la personalidad es el de intérprete", escribe Susman. "Todo estadounidense ha de convertirse en intérprete de sí mismo".


La política basura que practica Obama es un fraude para el consumidor. Está hecha de interpretaciones y mentiras. Trata de mantenernos en un perpetuo estado de infantilismo. Pero cuanto más tiempo vivamos en esa ilusión, peor será la realidad cuando acabe resquebrajando nuestras fantasías. Quienes no comprenden lo que sucede a su alrededor y se ven abrumados por una realidad brutal no esperaban ni preveían tener que buscar salvadores desesperadamente. Piden a los demagogos que acudan en su ayuda. Y éste es último peligro de la marca Obama, que consigue enmascarar esta destrucción interna sin sentido y el expolio que está llevando a cabo nuestro estado corporativo. Cuando estas grandes empresas hayan robado billones de dólares de los contribuyentes, dejarán a decenas de millones de estadounidenses desvalijados, confusos y sedientos de ilusiones aún más potentes y letales que logren sofocar rápidamente lo que queda de nuestra sociedad cada vez menos abierta.

Chris Hedges es columnista habitual de Truthdig.com. Es titulado por la Harvard Divinity School y durante casi dos décadas ha sido corresponsal en el extranjero para The New York Times. Ha publicado numerosos libros, entre los que se encuentran: War Is A Force That Gives Us Meaning, What Every Person Should Know About War y American Fascists: The Christian Right and the War on America.
Su último libro, Empire of Illusion: The End of Literacy and the Triumph of Spectacle, saldrá a la venta en julio.

Traducido por Ana Atienza, miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.