sábado, 22 de enero de 2011

José María Arguedas: entre el marxismo y el submarino del Congreso

Por: Ernesto Toledo Brückmann


“Fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo que había en mí de energía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerza por el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé bien. Pero no mató en mí lo mágico.

No pretendí jamás ser un político ni me creí con aptitudes para practicar la disciplina de un partido, pero fue la ideología socialista y el estar cerca de los movimientos socialistas lo que dio dirección y permanencia, un claro destino a la energía que sentí desencadenarse durante la juventud.” Resulta más claro que el Agua; nuestro José María Arguedas sostiene orgulloso en octubre de 1968 el marxismo leninismo como herramienta de apoyo para su estudio de la realidad peruana. Fue al recibir el premio "Inca Garcilaso de la Vega".





Será por ello que en el centenario de su natalicio los actuales “padres de la patria” asumen que el ilustre andahuaylino posee menos valor que un submarino; lo irónico es que si la propia bancada nacionalista propuso tal ofensa, resultando más fondeada que su nave de metal, fue la intelectualidad reaccionaria de derecha la adherida al reconocimiento de quien le dio a la patria la consciencia de la diversidad cultural como energía potencial para la construcción de una sociedad nueva, propia y sin calco ni copia.

Para José Carlos Mariátegui, las reivindicaciones al indio debían atender principalmente el problema económico, ya que la causa y origen del orden intolerante estaba en el latifundismo y feudalización del agro, que desde el Virreinato y aún declarada la República, mantenía en la miseria a dos tercios de la población.

Así lo entendió Arguedas, aunque su triunfo radica en no haberse centrado en lo meramente político o revolucionario; prefirió describir a profundidad la realidad mítico mágica, lo que revelaría la filosofía del hombre andino en lo competente a la relación con el prójimo y la naturaleza. Todo ello le serviría de fuente para extraer las razones de su emancipación postergada, y para que una vez llegada la libertad se hallara dueño de un lugar en el mundo con sus peculiaridades culturales e históricas, sin perder su identidad.

Sin necesidad de rechazar el "Perú oficial" explicado por Jorge Basadre y conformado por costeños, blancos y criollos, Arguedas se declaró un partidario convencido de la integración; la inclusión del indio no debía consistir en su occidentalización, sino en un proceso que posibilite la conservación o intervención triunfante de rasgos característicos, no ya de la tradición incaica, muy lejana, sino de la viviente hispanoquechua. Con todo ello no hizo sino defender la dialéctica como fenómeno que explica los cambios permanentes en las sociedades. Su vasta obra literaria y antropológica está cargada de elementos de la cultura andina inmersos en las manifestaciones occidentales, tales como la mentalidad mítico mágica con sincretismo cristiano, quechuaización del español y la tradición oral ligada a la música y la danza.

Aunque Arguedas tuvo un paso fugaz de simpatizante del Partido Comunista, debido a la poca importancia que la organización le dio al trabajo factor cultural, su consecuencia política e ideológica fue su sello hasta la muerte; no en vano fue apresado en 1937 por participar en las protestas estudiantiles contra la visita del general italiano Camarotta, jefe de una misión policial fascista. Once años después le redujeron las horas de clases y el sueldo de profesor que recibía en el Ministerio de Educación, bajo la acusación de hacer propaganda comunista. Finalmente fue cesado en 1949. Como si fuera poco, su entierro en 1969 tuvo un carácter político.

Hablar de Arguedas es referirnos a un novelista, difusor de la literatura quechua, antropólogo y etnólogo, pero por sobre todo un peruano que se ganó un lugar importante entre los estudiosos del siglo XX. Arguedas fue, es y será un socialista cuyas obras relatan y plantean un país con dos culturas, la andina de origen quechua y la urbana de raíces europeas. Esas culturas debían integrarse en armonía para llegar al mestizaje, después de todo somos y seguiremos siendo un país de todas las sangres.

El sectarismo y la miopía oficial se opusieron al proyecto de declarar al 2011 como del centenario del nacimiento de Arguedas. El gobierno prefirió marketear Machu Picchu y rendirle pleitesía al Indiana Jones de 1911. Sin embargo es el pueblo quien hace suyo al Amauta andahuaylino.