sábado, 16 de mayo de 2009

Los Territorios Indígenas y su Importancia


Para los indígenas el territorio es nuestro embrión que dio origen a la existencia de nuestros pueblos con culturas e identidad propia. Si no tenemos territorio, somos un pueblo indígena sin vida y por tanto, estamos sentenciados a ser exterminados.

Esta definición en contraste con el concepto occidental es totalmente diferente. Para la sociedad occidental, la tierra es de uno cuando cuenta con título de propiedad inscrita en los Registros Públicos. Para los indígenas, el dueño, es la “madre de la tierra”. Los andinos reconocen como la “Pachamama”, los Shuar, como “Nugkui”, y así cada pueblo.

Para el mercado, adquiere importancia monetaria y es negociable. Para nosotros, los indígenas, adquiere importancia espiritual y es sagrado. En nuestra cosmovisión amazónica no cabe el termino tierra, sino, de TERRITORIO, en un concepto amplio de la integralidad como un bien colectivo en interdependencia con la naturaleza. Las montañas y las cataratas donde meditaron nuestros ancestros son heredados como lugares sagrados y gozan de respeto como fuentes de realización visionaria y fortalecimiento espiritual.

Cualquier atentado inusual interfiere el sendero y el lugar donde suele transitar el espíritu, por tanto una acción de defensa contra la agresión de estos lugares sagrados es justificada, huir de este deber es un suicidio espiritual y renunciar es la peor actitud que puede adoptar un cobarde en negación de su propia existencia.

Nuestra población

En la Amazonía Peruana existimos 56 pueblos indígenas agrupados en 17 familias lingüísticos y cada uno de nosotros establece las reglas maestras de aprendizaje para la generación venidera. A manera de ejemplo, citaremos algunas relaciones con la Madre Tierra de la forma como el pueblo AWAJUN trasmite a través de su mensaje enseñanzas sobre el uso de la agricultura.

“Aquella época en que la gente no conocía la agricultura, Nugkui (nombre de madre de la tierra en AWAJUN) entrega a una niña que era hija suya a una mujer para ayudarla, instruyendo en detalle como tratarla. La niña, llamaba en abundancia a toda especie que emanaba su capacidad, de modo que hubo mucha producción. Un tiempo, unos niños, admirándose del prodigio se ambicionaron en conocer novedades, así es que obligaron a la niña llamar al diablo para conocer de cerca. No llegó un diablo, sino, muchos y no se dejaron echar por más que la niña intentó. Los niños, desesperados le arrojan ceniza a los ojos de la niña nugkui al ver que esta ya no rendía más. Esta, resentida del mal trato regresa a la madre Nugkuí. Sucedió que en ese momento, aquella huerta que la niña le abrió como campo de ensayo de la mujer, desvanecieron y se convirtieron en malezas. Mas tarde, Nugkui se compadeció de la mujer, le reveló las técnicas de siembra por medio del sueño, advirtiéndole que para adelante nada será fácil producir ni cosechar si no se invocara su nombre…”

La modernidad y el Estado Peruano

La ciencia occidental ha determinado hace poco, cuan frágil es el suelo amazónico, los indígenas hace miles de años estudiamos y descubrimos esa fragilidad y para explicar mejor a las generaciones venideras lo representamos en forma de una niña.

En el caso del Perú, la nueva Constitución ha derogado la inembargabilidad e inalienabilidad de territorios indígenas, es decir, que nuestras tierras son negociables en función de la economía del mercado. En otras palabras, el embrión de nuestra existencia está gravemente amenazada, por tanto nuestra cultura también.

Por eso es que los amazónicos en unión con todos los indígenas del mundo instamos permanentemente a los Estados para que adopten medidas conjuntas de evaluar nuestra situación vulnerable, y en un futuro muy cercano nos abran las puertas de entrada en el escenario de participación y decisión por nuestros destinos con derechos plenos como pueblos con conocimiento, cultura e identidad propia en un territorio definido.

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