El 11 de diciembre de 1937, la víspera del día de las elecciones, el camarada Stalin habló en su distrito electoral, tocando en su discurso el problema de las condiciones que debían reunir los hombres elegidos por el pueblo como diputados del Soviet Supremo de la U.R.S.S.
"Los electores, el pueblo -dijo el camarada Stalin- deben exigir de sus diputados que estén a la altura de su misión; que, en su trabajo, no desciendan al nivel de los filisteos políticos; que permanezcan en sus puestos de hombres políticos de tipo leninista; que sean hombres políticos tan lúcidos y tan preciosos como lo era el propio Lenin. Que sean tan intrépidos en el combate, tan implacables con los enemigos del pueblo, como lo era el propio Lenin. Que sean refractarios a todo pánico; a toda sombra de pánico, cuando las cosas empiezan a complicarse y en el horizonte se divisa algún peligro. Que sean, como lo era el mismo Lenin, refractarios a toda sombra de pánico. Que, cuando se trate de resolver problemas complejos, que necesitan la orientación en todos sus aspectos y tener en cuenta todas las ventajas y todas las desventajas, se muestren tan prudentes, tan ponderados y reflexivos, como el propio Lenin. Que sean siempre tan veraces y tan honrados, como era Lenin. Que amen a su pueblo, como lo amaba Lenin".
En el partido se designan, cada vez que hay elecciones de algún tipo, algunos militantes para que participen en estas lides, sin embargo, una vez terminado este proceso electoral, a pesar que de manera general se ha dado la orientación para que se proceda a acumular políticamente estos “cuadros” públicos desaparecen en el anonimato , son ganados por los terribles males que se han identificado en el partido, pierden el ímpetu y la audacia que caracterizan a los comunistas y aplican la “Política del Corcho”. Recordarles, con esta lectura, como es la actitud de un comunista, tiene la fraterna intención de aportar con la crítica al desarrollo orgánico y regular del partido.
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